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Google, China y la libertad

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Desde hace varios años una media de cincuenta "ciberdisidentes" sufre penas de prisión en el gigante asiático y los dirigentes comunistas inventan mil maneras de impedir que los súbditos (quien está sometido a un sistema como el del PCCh no puede ser considerado en rigor un ciudadano) accedan a una gran cantidad de contenidos a través del ciberespacio.

El debate fue especialmente encendido hace años, a raíz de la detención de un "ciberdisidente " con la colaboración de Yahoo. Y ahora ha vuelto a abrirse por un motivo radicalmente opuesto. Si entonces un gigante de internet colaboró de manera vergonzosa e injustificable con la dictadura, ahora otro muestra una actitud que honra a sus responsables. Es cierto que debería haberla tenido mucho antes. Hace cuatro años Google accedió a plegarse a las exigencias del Partido Comunista que rige los destinos del país más poblado del mundo, algo que le valió numerosas críticas por algo que desde este mismo espacio consideramos que hacía de esta compañía víctima y cómplice de manera simultánea.

Es cierto que el comportamiento de este periodo por parte de Google ha sido al menos más digno que el que caracterizó a su rival cuando se convirtió en colaborador de la dictadura. Se limitó a censurar tal como le exigía el régimen, pero no fue cómplice de la represión contra ninguna persona. Y, tal vez por eso mismo, su servicio de correo electrónico ha sido víctima de ataques cuya responsabilidad niega el Gobierno de Pekín dando unas excusas difíciles de creer.

La respuesta del régimen comunista, negando su más que posible responsabilidad y "llamando al orden" a Google sin citarlo, demuestra que a los gobernantes chinos les preocupa que este gigante online deje el país asiático. Preocupación comprensible si se tiene en cuenta que el ejemplo podría cundir y terminaran marchándose otros como Yahoo o MSN. Los dirigentes de la dictadura entienden que un gran desarrollo de internet en el país tiene grandes ventajas económicas. Por eso mantienen una política represiva más suave que la cubana o la norcoreana. Y por eso también les asusta tanto la reacción de Google.

Ahora le toca mover ficha a la compañía estadounidense. La mejor opción sería cerrar la versión china del buscador pero dejar libre acceso (actuando desde el exterior) a los ciudadanos del país asiático a sus otros servicios, como el correo electrónico, el chat GTalk o Google Wave. Así, privaría a la dictadura de los beneficios de su presencia en territorio controlado por ella pero seguiría prestando una gran ayuda a aquellas personas que buscan comunicarse con un menor control del régimen. Con independencia de que pueda molestar a algunos, algo así ayudaría más a la libertad en China que cientos de campañas por parte de miles de activistas de todo el mundo.

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