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Qué alegría que sube la Bolsa

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En estos días de alegría y felicidad, cuando los cristianos celebramos el nacimiento del Señor, me parece adecuado referirme a otras alegrías, de mucho menor fundamento.

Como bien sabemos todos, las subidas de la Bolsa son generalmente recibidas con alborozo por analistas, ciudadanos y medios de comunicación. Parece que si la Bolsa sube es bueno para la sociedad, lo contrario que si la Bolsa baja. Se ve, por tanto, ético y moral comprar acciones en Bolsa pensando que van a subir, y no se acaba de entender y se sospecha de quien se pone "corto" porque cree que la Bolsa va a bajar. La Bolsa crece "en positivo", mientras que cuando pierde se pone "en números rojos".

La cuestión que hoy se plantea es muy sencilla: ¿tiene fundamento tal alegría?, ¿es realmente bueno para la sociedad que la Bolsa suba?

Ya se ha explicado en otra ocasión qué es una Bolsa y sobre todo el importante papel que desempeñan los mercados bursátiles en la sociedad actual. Baste aquí recordar que la Bolsa, si funciona sin interferencias gubernamentales, es un mecanismo extremadamente eficiente para canalizar recursos hacia aquellos sectores económicos y empresas que mejor satisfacen las necesidades de los individuos. En suma, para que los recursos escasos lleguen allá donde la sociedad quiere que estén.

A la vista de esto, es relativamente fácil interpretar lo que significa una subida o una bajada de la Bolsa. Si sube, significa que hay que canalizar más recursos a las actividades de las empresas que cotizan en Bolsa; si baja, lo contrario. ¿Es esto bueno para la sociedad?

En mi opinión, a la sociedad le da igual. Obviamente, es bueno para los tenedores de acciones de las empresas que suben, así como para sus trabajadores o para los propietarios de recursos utilizados en el sector. Pero puede ser malo para todas aquellas actividades que ven amenazados sus recursos como consecuencia de que las empresas cotizadas van a tener mejor acceso a ellos.

Alguien se puede plantear que si la Bolsa sube es que todas las empresas suben, y entonces no hay aparentes perjudicados.

Pero lo cierto es que no todas las empresas del mundo cotizan en Bolsa, ni todos los sectores están representados en ella. Por tanto, que la Bolsa suba significa que las actividades que están cotizadas en ella, de todas las actividades económicas, han pasado a ser más valoradas por la sociedad que antes. Sin embargo, no nos dice nada de las restantes empresas y actividades.

Adicionalmente, cuando los periodistas se alborozan por tales ascensos, ni siquiera están mirando al índice agregado global. Normalmente, se refieren a indicadores de resumen, como en España lo constituye el IBEX 35. Pues bien, estos índices suelen conformarse con las empresas mayores de entre las que cotizan en la Bolsa. En el caso de España, por ejemplo, el IBEX 35 está formado por empresas como Telefónica, Santander, Endesa, Inditex o FCC. Así que cuando nos alegramos de que la Bolsa sube, en realidad nos estamos alegrando de que las empresas más grandes de España se hagan aún más grandes.

Curiosamente, algo que en otro contexto nos parece fatal, pues supuestamente les dará más poder de mercado. O sea, si estas empresas capturan cuota de mercado, nos parece mal porque pueden tener poder de mercado, pero si suben en Bolsa, nos parece fantástico. 

En resumen, que no hay nada intrínsecamente positivo para la sociedad en que la Bolsa suba, ni nada malo si baja. Es como el semáforo: un mecanismo de coordinación. ¿Se imaginan que un grupo de gente se pusiera en un cruce, y festejara con aspavientos cuando el semáforo se pusiera en verde, y le abucheara sin miramientos cuando pasara al rojo?

Pues eso. A la sociedad ni le beneficia ni le perjudica que suba o baje la Bolsa, como no le beneficia ni perjudica que se ponga en verde o en rojo el semáforo. Lo único que beneficia a la sociedad es que la Bolsa, como el semáforo, funcione, no el color que tenga.

Desgraciadamente, esos políticos que no se ven técnicamente preparados para jugar con los relés del semáforo, sí se creen en condiciones de alterar el funcionamiento de la Bolsa (por ejemplo, con las prohibiciones de los "cortos"), con las nefastas consecuencias que ello puede acarrear.

¿O quizá debería ver el vaso medio lleno? Quizá lo afortunado es que los políticos no se ven técnicamente preparados para tocar los relés del semáforo como sí hacen con el funcionamiento de la Bolsa, y así nos ahorramos cruces perpetuamente accidentados.

Que pasen unas felices Navidades.

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