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Oligarquía de élites destructivas

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Existe una ley universal que aplica a la organización de las sociedades humanas, que se denomina ley de hierro de las oligarquías. En cualquier colectivo humano, surge un grupo de personas que lidera la toma de decisiones, lo que se puede comprobar tanto al observar grupos de amigos, equipos deportivos, asociaciones o empresas como al estudiar antropológicamente aldeas, tribus, pueblos, ciudades, regiones o naciones históricas. 

1. Oligarquía de élites inclusivas

Una oligarquía de élites "inclusivas" se constituye cuando las autoridades dotan de triple seguridad (exterior, interior y jurídica) a un territorio y coexisten con un marco institucional que permite un Estado de Derecho, digno de tal nombre, porque protege los derechos individuales de los ciudadanos a la vida, a la libertad, a la propiedad y a la igualdad de trato ante la Ley.

Obviamente, una oligarquía de élites "inclusivas" coexiste siempre con la dispersión pluralista del poder, que se puede alcanzar por medio de elecciones libres y directas, siempre que no sean meramente testimoniales y eternicen en los cargos a los mismo personajes, sino que renueven periódicamente las instituciones y, especialmente, los poderes ejecutivo [1], legislativo [2] y judicial [3][4], que es lo que ayuda a que la democracia (o poder del pueblo) no quede secuestrada por una oligarquía liberticida.

De hecho, sólo si arraigan la separación "real" de poderes y la independencia de jueces y tribunales, como características institucionales de una sociedad abierta,se puede realizar una defensa eficiente de los derechos y libertades de los ciudadanos.

Una oligarquía de élites "inclusivas" se identifica fácilmente en un país, cuando el Estado es mínimo o limitado en su tamaño y sus actuaciones y, por tanto, cuando el ejercicio del Gobierno queda sujeto al control de la población e impera un Estado de Derecho. 

2. Oligarquía de élites extractivas

Cuando el tamaño del Estado aumenta, también crece el poder de las oligarquías y se incrementan las restricciones del orden político sobre el orden de mercado, por lo que se extiende la solución estatista hacia más parcelas privadas de la vida.

La oligarquía de élites "extractivas" emerge con el aumento del tamaño del Estado por medio de legislación liberticida, impuestos y endeudamientos crecientes, y alteración del valor del dinero, ampliando sus propios privilegios y prebendas.

La oligarquía de élites "extractivas" se constituye como una casta cerrada de grupos y círculos de poder, vedados al resto de la población, desde donde se legislan todos los aspectos de la vida de los ciudadanos y se redistribuye la riqueza privada hacia grupos organizados de redes clientelares (partidos políticos, fundaciones, asociaciones, sindicatos, patronales y lobbies empresariales).

La oligarquía de élites "extractivas" expolia el presupuesto público con excusas ideológicas que permiten la depredación de los fondos públicos mediante eslóganes y consignas como el interés general, el bienestar común, la justicia social, la lucha contra la pobreza, la lucha contra el cambio climático, el derecho a decidir, la lucha contra el enemigo interior o exterior…

Una oligarquía de élites "extractivas" queda plenamente identificada, cuando se observa un Estado Minotauro con untamaño de Estado cercano o superior al 50% del PIB y, también, cuando el ejercicio del Gobierno no queda sujeto al estricto cumplimiento de una Ley respetuosa con derechos civiles.

Entonces, el atropello de los derechos individuales, la prevaricación, el cohecho, la malversación de caudales públicos y la corrupción se generalizan y quedan impunes los delitos políticos y económicos.

A los ciudadanos se les aplican las leyes y normas de manera implacable. Sin embargo, los gobernantes y los grupos de medradores cercanos al poder (partidos políticos, fundaciones, sindicatos, patronales y grandes empresas) evaden el cumplimiento de la Ley y la acción de la Justicia. Los delitos políticos no se investigan y se dejan prescribir. Las condenas se reducen e incluso se liberan asesinos y terroristas por supuestas "razones de Estado". 

3. Oligarquía de élites destructivas

Cuando se generalizan el incumplimiento de la Ley, el relativismo y la ausencia de moral, las oligarquías de élites extractivas se convierten también en destructoras del orden político vigente.

Entonces podemos hablar de oligarquías de élites "destructivas" que surgen con la transformación del Estado Minotauro en un Estado Hidra, formado por la acción de múltiples administraciones intervencionistas; actuando al servicio de diferentes clanes políticos que se enfrentan y acuerdan el reparto del poder político.

Por analogía con la mitología griega, el Estado Hidra es guardián del inframundo en donde no se respetan los derechos individuales de los ciudadanos. El Estado Hidra es un monstruo con un tamaño cercano o superior al 50% del PIB pero, a diferencia del Estado Minotauro, con un número variable de cabezas o Estados-Administración que van desde tres, cinco o nueve hasta cien.

Una oligarquía de élites "destructivas" queda identificada, cuando deja de cumplirse la Ley en las regiones dentro del territorio que abarca el Estado Hidra y, por ejemplo, se producen intentos de separación política por asunción de competencias sin límites en 17 mini-Estados (o Reinos de Taifa o Autonomías), como ocurre en España.

Las oligarquías de élites "destructivas" intentan fragmentar aún más el territorio para repartirse políticamente los recursos del Estado Hidra mediante la creación de una nueva patria, una nueva nación o, como preferían los nacionalsocialistas en la Alemania nazi, un nuevo "Lebensraum", donde seguir medrando económica y políticamente con mayor grado de impunidad, empleando el Estado-Administración como maquinaria legal y técnica para el ejercicio absoluto del poder.

La casta política extractiva utiliza los sentimientos colectivos para crear un tiempo nuevo, construir una nueva legalidad, donde prevalezca la inmoralidad del "Zeitgeist" (o espíritu del tiempo), anulando los derechos individuales de los ciudadanos y defendiendo tan sólo sus propios intereses y utopías como oligarquía.

La población civil queda indefensa ante la acción liberticida de los políticos, y sometida por una maquinaria burocrática y legislativa al servicio de la casta política que controla la administración local o regional del Estado Hidra, porque existe el miedo a la libertad [1] [2] ante la violencia ejercida por el poder político.

Sin embargo, una nación histórica no es una institución baladí, dado que es la esencia que permite la configuración de un orden político estable en un territorio entorno a las diferentes formas de configuración del poder político en las ciudades, los reinos, el imperio o el moderno Estado-nación.

Generación tras generación, se configura una nación histórica con un "ethos" colectivo formado por usos, costumbres y valores, con una forma de sentir la vida y de entender las relaciones sociales y con un carácter propio que se configura a lo largo de la historia. Su influencia es determinante tanto en el orden de mercado como en el orden político (u oligárquico) que gobierna un país.

Inicialmente, una nación histórica o patria está por encima de cualquier oligarquía de élites destructivas, porque aglutina el "ethos" colectivo en relación con: la forma de entender la vida, la familia, la libertad, la propiedad, el comercio, el dinero, la justicia…

Las oligarquías de élites "destructivas" intentan cambiar esas instituciones morales por medio de la legislación positiva, los subsidios y ayudas públicas, y los medios de comunicación que promueven su ingeniería social pero, sin embargo, desatan conflictos sociales a largo plazo que: o bien suponen su endiosamiento y la imposición de una sociedad más cerrada o bien su propio derrocamiento y el arraigo de una sociedad más abierta.

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