Skip to content

Análisis austriaco de la teoría de la dependencia de recursos

Compartir

Compartir en facebook
Compartir en linkedin
Compartir en twitter
Compartir en pinterest
Compartir en email

El papel del gestor dista de ser pasivo e incluso de ser fácil.

La teoría económica trata de explicar los fenómenos económicos. Estos fenómenos tienen relación con otros muchos campos de la actividad humana. Por ello, desde hace tiempo, me parece interesante establecer conexiones entre la teoría económica y otras ciencias más o menos próximas. Creo, además, que puede ser una forma de fortalecer la validez de la teoría económica austriaca, que normalmente es coherente con estos planteamientos, algo que no ocurre con la neoclásica, actual mainstream.

En pasados artículos he propuesto conexiones con la psicología[1] y con la teoría de la evolución[2]. En esta ocasión le toca a un campo más cercano, cual es el de la teoría de gestión empresarial.

Más en concreto, trataré de la teoría que da título al artículo: teoría de la dependencia de recursos[3], defendida por Jeffrey Pfaffer y Gerald R. Salancik en su libro The External Control of Organizations: A Resource Dependence Perspective. Según parece, se trata de una proposición minoritaria en el campo de gestión empresarial.

Dicha teoría dice que la libertad de acción de las empresas está limitada por la necesidad de satisfacer las necesidades de las entidades que le proporcionan los recursos que necesita para sobrevivir. Dichas entidades son los clientes y los inversores. Así, tienden a sobrevivir únicamente aquellas empresas que proporcionan a los clientes los productos que demandan, y a los inversores, los beneficios que requieren, mientras que desaparecen las que se han adaptado peor a estas condiciones.

Sin embargo, la hipótesis no para aquí, y se embarca en una especie de determinismo, postulando que, consecuentemente, es imposible que los gestores de la compañía puedan cambiar el devenir de la firma ante los dictados de sus clientes. Son fuerzas externas a la compañía, y no internas, las que la estructuran, y el papel del gestor es meramente simbólico. Lo que, de alguna forma, cuestiona el campo completo de la gestión empresarial. ¿Cómo encaja esta teoría, si es que lo hace, con la teoría económica (austriaca)?

Lo primero que hay que resaltar es que el postulado que revisamos proviene exclusivamente de la observación. En ello, se aparta completamente de la teoría austriaca cuyo punto de partida es un axioma y a cuyos resultados se llega por un razonamiento lógico separado a la realidad. Obviamente, en ambos casos el objetivo es explicar la realidad, lo que varía es la metodología.

Por tanto, aunque ambas teorías dijeran exactamente lo mismo, hay que insistir en que una llega a la conclusión mediante la observación empírica (la teoría de la gestión empresarial) y otra lo hace mediante el razonamiento lógico.

Y es que, en el caso actual, el enunciado mismo de la teoría es casi perfectamente coincidente con lo que nos dice la teoría económica al respecto. Basta recordar a Rothbard cuando nos demuestra que la demanda de los clientes no solo fija el valor y el precio de los bienes, sino toda la estructura productiva: el tipo de interés, el valor del capital, los salarios… En un mercado no intervenido, todas las magnitudes económicas se pueden explicar tomando como partida las preferencias individuales[4].

Así pues, a nadie puede extrañar el postulado inicial de que solo tienden a sobrevivir aquellas empresas que satisfacen las necesidades de sus clientes, y que por tanto son realmente estos los que fijan el uso de los recursos.

¿Y los accionistas? La teoría de los recursos dependientes postula que también habrá de satisfacer a sus accionistas para sobrevivir, por lo que los accionistas influyen igualmente en las decisiones sobre el uso de recursos. Sin embargo, de esto Rothbard no dice nada.

Lo que sí sabemos es que, en el mercado no intervenido, la única forma de obtener beneficios es ordenando los recursos de forma que se incremente su valor para los individuos respecto a los usos previos. Esa diferencia de valor explica los beneficios obtenidos por el empresario. Como un mayor valor se corresponde con una mejor satisfacción de las necesidades de los clientes, se puede concluir que para dar a sus accionistas los beneficios que requieren, la única posibilidad que tienen las empresas es alinear sus recursos con las preferencias de sus clientes. O, dicho en otras palabras, para cumplir con la satisfacción de los accionistas, la condición necesaria que ha de cumplir la empresa es, precisamente, la satisfacción de sus clientes. Y de aquí se deduce lo que nos dice la teoría económica: que son únicamente las preferencias de los clientes/individuos las que fijan el uso de los recursos para las empresas, al menos en el medio plazo.

Queda por dirimir un punto, el referente al papel de los gestores empresariales, que, según la hipótesis analizada, sería pasivo; no pueden hacer nada para influir en la distribución de recursos, y su papel sería meramente simbólico.

Obviamente, no es así. Basta acudir a Hayek o a Kirzner para comprender que la teoría económica nos explique el papel del gestor empresarial. Y es que es cierto que son las preferencias de los clientes las que tienden a establecer el uso de recursos en las empresas, pero el problema es, por supuesto, que dichas preferencias son desconocidas (incluso para los propios individuos) y cambiantes en el tiempo.

Así pues, en coherencia con la realidad, el papel del gestor dista de ser pasivo e incluso de ser fácil. Para que los recursos se orienten a dichas preferencias y las empresas puedan sobrevivir en un entorno competitivo, es necesario que se embarquen en un proceso de descubrimiento de las mismas, el proceso de mercado que tan acertadamente describen los autores citados más arriba. Y este es un costoso proceso de prueba y error en que constantemente se asignan recursos a unos usos y otros, y se identifican los usos “correctos” según los beneficios que la actividad reporte. Por supuesto, la tendencia es la explicitada en la teoría de la dependencia de recursos, por los caminos por los que se llega a dicho reparto no están ni mucho menos prefijados. En este (enorme) vacío es donde encuentran su libertad de acción los gestores de la empresa.

El objetivo de este análisis ha sido conciliar una proposición procedente del ámbito de la gestión empresarial, área de conocimiento que es principalmente empírico, con la teoría económica austriaca. Creo que el ejercicio es, no solo posible, sino necesario y enriquecedor para ambas disciplinas. Además, contribuye a afianzar la validez de la segunda frente a la alternativa neoclásica. Esto lo podrá experimentar en sus propias carnes el lector que intente conciliar la teoría de los recursos dependientes con lo que pueda decir al respecto la escuela económica recién citada.


[1] https://www.juandemariana.org/ijm-actualidad/analisis-diario/conciliando-la-teoria-de-las-perspectivas-de-kahneman-con-la-economia

[2] Véase https://www.juandemariana.org/ijm-actualidad/analisis-diario/puntos-comunes-entre-biologia-y-teoria-economica

[3] En inglés, theory of resource dependence, no estoy seguro de si la traducción transmite bien el concepto.

[4] Véase Rothbatd M.N, (2004). Man, Economy and State, with Power and Market, capítulos 5 a 9.

 

Aún no hay comentarios, ¡añada su voz abajo!


Añadir un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Más artículos

Sobre la libertad económica en Europa

Según el último Índice de Libertad Económica publicado por la Heritage Foundation, algunos países europeos se encuentran entre los primeros lugares a nivel mundial.