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‘Abegedón’, el colapso de Japón

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El Gobierno de Japón ha puesto en marcha el mayor experimento monetario de las últimas décadas dentro del grupo de los países más desarrollados del mundo. El primer ministro, Shinzo Abe, ha asestado un radical cambio de rumbo a la política económica nipona desde su llegada al poder con el objetivo de impulsar el PIB, tras casi dos décadas de estancamiento. Su programa se sustenta sobre tres ejes básicos: estímulo monetario, en forma de inyecciones masivas de liquidez por parte del Banco Central de Japón (BoJ); estímulo fiscal, es decir, más gasto público a través de ingentes programas de inversión estatal para tratar de relanzar el crecimiento; y, en última instancia, reformas estructurales destinadas a incrementar la productividad del país. Las dos primeras medidas ya han sido puestas en marcha, la tercera aún tendrá que esperar.

El citado programa fue recibido casi de inmediato con el apoyo y aplauso unánime de muchos gobiernos desarrollados, especialmente de aquéllos que, en la actualidad, sufren los embates de la crisis, como es el caso de España o Francia. En este sentido, Mariano Rajoy ha insistido mucho, últimamente, en que Europa y el BCE deberían seguir como ejemplo la política nipona, conocida ya popularmente como Abenomics, para superar la crisis del euro. Asimismo, numerosos economistas, empezando por el Nobel Paul Krugman, no han dudado en alabar este plan de choque, recomendando su implantación en sus respectivos países. Se trata, sin duda, de todo un acontecimiento a nivel global, pero lo primero que cabe destacar es su falta de originalidad. Japón lleva 20 años aplicando esta misma receta, la del estímulo fiscal-monetario, con igual resultado, sólo que en esta ocasión Abe ha decidido elevar su apuesta a un escala hasta ahora desconocida, una especie de todo o nada, en la que Japón se jugará, nada más y nada menos, que la quiebra del país.

El nuevo gobernador del BoJ, Haruhiko Kuroda, anunció un gran plan de expansión monetaria, equivalente a casi tres veces el Quantitative Easing aplicado por la Reserva Federal de EEUU (FED) en términos relativos. Y todo ello, con la única finalidad de conseguir, al precio que sea, un crecimiento nominal del PIB. Para lograr aumentar el PIB existe, básicamente, dos vías. A saber, abrazar el capitalismo, despejando el camino a la iniciativa privada y el libre mercado, lo cual conlleva regirse por la ortodoxia fiscal y monetaria; o bien, simplemente, generar inflación. Ésta es la vía escogida por Abe. 

El Gobierno nipón pretende devaluar de forma muy sustancial su moneda, disparando la impresión de billetes, para impulsar su potente industria exportadora al tiempo que encarece las importaciones. La meta es alcanzar un inflación anual del 2%. Sin embargo, más allá de las presiones deflacionarias que dificultarán la consecución de tal objetivo, como su declive demográfico o sus problemas económicos estructurales, una de las claves más importantes a tener en cuenta es su elevadísimo endeudamiento público, ya que alcanzará el 245% del PIB este ejercicio, según el FMI, con un déficit fiscal próximo al 10% en 2012.

La rentabilidad del bono japonés a 10 años lleva tiempo moviéndose en una horquilla de entre el 0,5% y el 1%. A pesar de este reducido coste financiero, gracias al elevado ahorro de los japoneses y a que más del 90% de su deuda está en manos de inversores nacionales, Tokio destina casi el 25% de sus ingresos fiscales al pago de intereses debido al enorme volumen de deuda acumulado en las últimas dos décadas de estancamiento. ¿Problema? Si dicha tasa se elevara al 2,2%, los intereses de la deuda se comerían cerca del 80% de la recaudación tributaria. Un escenario que en ningún caso se puede descartar, ya que la rentabilidad de los bonos difícilmente bajará de dicho umbral si el BoJ logra su ansiado objetivo inflacionario del 2%. Ante tal escenario, el Estado se vería obligado a disparar aún más la emisión de bonos para poder mantener en pie su castillo de naipes, refinanciando cantidades cada vez mayores de deuda a fin de evitar la suspensión de pagos.

¿Quién comprará tal volumen de bonos? Evidentemente, su banco central, que bien podría acabar acaparando la práctica totalidad de la emisión de deuda, a base de imprimir una cuantía cada vez mayor de billetes, para tratar de mantener la rentabilidad de los bonos más o menos bajo control. Así pues, Japón corre el riesgo de entrar en una devastadora espiral de monetización masiva, cuyo destino final conduciría a la bancarrota e incluso a la hiperinflación. Un Abegedón, según el banco suizo UBS, en el que, dada la insostenible tendencia de sus finanzas públicas, la deuda podría alcanzar la cota histórica del 300% del PIB, con una rentabilidad media del 5% en sus bonos a 10 años, del todo punto insostenible. Y ello, sin tener en cuenta la guerra de divisas global que se podría desatar durante todo este particular fenómeno Abenómico

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