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Adela Cortina y la ética

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Adela Cortina, catedrática de Ética, es la primera mujer en la Academia de Ciencias Morales y Políticas. En una entrevista reciente asegura: "A mí no se me ocurre decirles a los otros lo que tienen que hacer". Como filósofa no parece importarle mucho el principio de no contradicción, porque también afirma respecto a la igualdad entre hombres y mujeres: "Lo que habría que hacer es aumentar los permisos de paternidad, educar a los varones en la idea de que la casa y los hijos son tan suyos como de la mujer; hay que convencer a la gente de que todas esas tareas son comunes. Y afortunadamente hay chicos jóvenes que trabajan y se ocupan de los niños mientras ellas estudian oposiciones. Ahí es donde hay que llegar, con todas las fuerzas sociales y educativas posibles. Que las oportunidades sean iguales". Y sobre el hambre en el mundo: "¿Qué es eso de acabar con el hambre en el año 2010? ¡Hay que acabar ya, y hay posibilidades de hacerlo! Es un deber. Lo que hay que hacer es progresar, hace falta mucha revitalización". ¿Es que con los "hay que" y la proclamación de deberes no nos sermonea con lo que tenemos que hacer?

Cortina comparte la errónea tradición kantiana de que "la ética no hay que tratarla nunca como un medio, sino siempre como un fin en sí mismo". No entiende que la ética (se entienda ésta como normas, valores o virtudes) es un instrumento evolutivo de supervivencia, desarrollo y coordinación social. Para ella el principal mandamiento ético "tiene dos partes; por una parte, no dañarás, y por otra parte, ayudarás a la gente a que lleve a cabo los planes que quiera llevar". Además de la libertad negativa (no dañar, no maltratar, no agredir) "está el otro lado: el de empoderar para que las gentes puedan desarrollarse dentro de su libertad. Empoderar es darle poder a otro para que pueda llevar su vida adelante".

Todo suena muy bonito, pero en realidad resulta muy problemático. No se trata de un mandamiento sino dos, y decir que es uno con dos partes no arregla nada porque son independientes (es posible no dañar a los demás pero tampoco ayudarles) y pueden entrar en conflicto, y en ese caso será necesario aclarar cuál es más importante: toda la moralina socialdemócrata actual se basa en pretender ayudar a unos (lo que en realidad no se consigue) dañando a otros, redistribuyendo riqueza mediante la confiscación tributaria y los servicios públicos estatales. Y es que es muy típico de los malos filósofos de la ética recurrir al discurso buenista del empoderamiento olvidando mencionar que lo que se les da a unos a través del estado antes se lo han quitado a otros; y se ha hecho mediante el uso institucional de la fuerza, cuya legitimación no suelen molestarse en estudiar.

Además la naturaleza de los dos mandamientos es muy diferente. No dañar a los demás es trivial: basta con no hacer nada, y ya se está cumpliendo. Si alguien incumple la norma de no agredir, para un liberal es legítimo defenderse a sí mismo y participar en la defensa de otros; entre los colectivistas, unos quitan a la víctima el derecho a defenderse y exigir restitución, otros criminalizan acciones sin víctima y a menudo se confunden agresores y víctimas (pobres criminales originados por la sociedad).

Para ayudar a los demás hay que realizar algún tipo de acción, y además los demás son muchos y no se les puede ayudar a todos a la vez. Y cuando uno no ayuda a los demás, ¿qué hacemos? El liberal es respetuoso y tolerante y deja en paz a quienes no quieren solidarizarse con quienes necesitan ayuda; el intervencionista, en lugar de limitarse a ayudar él y pedir colaboración a otros, exige a todos que participen con él, elimina la voluntariedad y burocratiza la cooperación.

La mentalidad de Cortina es típicamente colectivista y tribal, no entiende que la sociedad es un orden espontáneo complejo que no se planifica conscientemente y que permite la coordinación de múltiples proyectos individuales sin necesidad de metas comunes. "La amistad cívica es importante para que la gente se dé cuenta de que están construyendo juntos una sociedad. Que los derechos de todos los ciudadanos se vean respetados. La sanidad pública en España se está deteriorando. Todos tenemos que tener una educación de calidad. Ésos son problemas comunes; proponerlos como asuntos que debemos resolver juntos debería crear una cierta amistad". No es extraño que se alegre de que "cada vez hay más leyes e instituciones que se preocupan de que haya más solidaridad y más justicia". Su concepto de justicia es la falaz justicia social (básicamente igualitario y liberticida), y lo que llama solidaridad es más bien asistencialismo estatista.

El discurso de Cortina no es precisamente riguroso: "Creo que lo peor que le sucede a la humanidad es que se estén muriendo 1.200 millones de personas que hay por debajo de la pobreza extrema. Me parece apabullante que existan los derechos humanos y luego haya esa cantidad de personas viviendo de esa manera…" Sus números parecen algo exagerados y su lenguaje realmente chapucero y difícil de tomar en serio, porque si estuvieran muriéndose en breve estarían muertos y dejarían de existir. Asegura que los derechos humanos "existen" pero seguramente no se refiere a aquello de vida, propiedad y libertad.

"Éste es un país en el que se despierta uno por la mañana escuchando cómo alguien impunemente insulta a otro. Y no pasa nada". ¿Qué hacemos? ¿Encarcelamos a los ofensores? ¿Y si los insultos son merecidos? Tal vez sea estupendo que no pase nada, que la gente sepa ignorar los insultos o simplemente los comparta. Parecen más graves las agresiones físicas que las verbales.

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