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Adiós al adiós al petróleo

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La idea de que nos quedaremos sin recursos es muy vieja, pero ha tenido momentos de auténtico esplendor. Tuvo mucho predicamento en los años 70 y ha vuelto con fuerza en los últimos años. Períodos ambos marcados por la crisis económica y la inflación, que lleva a los precios de los recursos a niveles muy altos. La escuela técnica, o ingenieril, o más bien estática de los recursos ve la subida de precios como un indicador de que hay una escasez creciente, que se ve como resultado ineluctable entre un numerador fijo, la cantidad de los recursos, y un denominador creciente, la población más la demanda añadida por la mayor prosperidad. Estas ideas han sido desmentidas muchas veces. No sólo por las ideas, sino principalmente por la historia.

Pero el veredicto de la historia, aunque debemos tenerlo en cuenta para hacer un juicio sobre la adecuación de nuestras propias ideas (y de las ajenas, claro está), no puede servirnos como ilustración de una ley inmutable, porque siempre se podrá decir desde la visión estática de los recursos que esta ocasión sí es la buena. Por eso es necesario recordar las ideas que demuestran que esa visión de los recursos es errónea. Y por eso es oportuna la publicación del libro The Quest, «La Búsqueda», que ha escrito uno de los principales expertos en la materia, Daniel Yergin.

Yergin, en un profuso repaso por la situación de la energía y del petróleo en el mundo, echa abajo una vez más la idea del pico del petróleo. La idea de que hemos alcanzado un máximo en la producción del petróleo al que no volveremos jamás y que, en consecuencia, nos enfrentamos a un futuro con menos petróleo. Yo mismo he hecho varias críticas a esa idea. Una de ellas es la vuelta al argumento de que la historia no presupone la evolución futura: el que estemos en un tramo descendiente no prueba por sí solo que pueda haber más tramos ascendentes en el futuro. Otra es que se pueden extraer cantidades decrecientes de petróleo y aun así obtener más y mejores servicios del petróleo que produzcamos por la mejora de los rendimientos. Otros varios procesos que pueden ponerse en marcha: La caída en el consumo, el estímulo a los nuevos descubrimientos o la sustitución de ese recurso por otro.

La prueba de que el hecho de que un pico pasado no presupone que no vaya a haber cumbres más altas en el futuro es que picos del petróleo ha habido ya varios. Yergin hace referencia al de 2005, que luego debió retrasarse hasta dos años después. Como la curva de la producción se resiste a mirar hacia abajo, luego se ha fijado en 2011. Ya se habla de que llegará antes de 2020. Yergin apunta que se extrae petróleo por la tecnología tradicional de un 35 a un 40 por ciento del total. El número de nuevos pozos ha caído, pero la mayoría de la nueva producción, apunta Yergin, no proviene de éstos, sino de la mejor explotación de los ya existentes. Se calcula que en el mundo se ha extraído desde el Siglo XIX un billón de barriles y que hay todavía al menos cinco billones de los cuales 1,4 billones son, con los métodos actuales, técnica y económicamente explotables.

Esta cuestión es muy importante por un motivo muy claro. Los profetas del peak oil siempre hablan de un futuro de escasez más o menos inmediato; desde luego en un plazo que comprende la vida de la gran mayoría de nosotros. Eso es importante porque de otro modo no tendrían la opción de asustarnos, que es el objetivo político más allá del análisis que hagan de la situación.

Pero si tenemos, con lo que sabemos hoy y con las tecnologías de hoy, un 40 por ciento más de petróleo accesible del que ya hemos consumido desde mediados del siglo antepasado, y podríamos ampliar la cantidad de petróleo explotable si mejoramos la tecnología, está claro que tenemos aún muchas décadas por delante de consumo de petróleo, incluso aunque lo devoremos a ritmos crecientes. Ese espacio de tiempo es esencial; mucho más importante de lo que puede parecer. Porque nos da un amplio margen a que se produzcan cambios muy importantes en la producción y el consumo de la energía. No queremos petróleo. Ni siquiera queremos gasolina. Lo que queremos es que un coche nos desplace de un lado a otro. Y si eso se puede hacer con cantidades más pequeñas de los derivados del petróleo, o incluso sin ellos porque hemos logrado la combinación perfecta entre la energía nuclear y el coche eléctrico, todo eso que hemos ganado. Y con ello volvemos a ampliar el margen antes de que se agote el petróleo.

Por eso lo esencial no es detener el sistema capitalista, sino por el contrario permitir su libre juego. Porque así los precios recogerán la situación de la escasez relativa, la transmitirán al conjunto de la economía y esto nos permitirá adaptar nuestro comportamiento, mientras los empresarios ponen en marcha todos esos procesos que nos alejan del frío futuro sin petróleo que todavía predicen algunos.

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