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Algunas cuestiones disputadas sobre el anarcocapitalismo (XII): lecturas no anarcocapitalistas que pudieran ser de interés para un anarcocapitalista

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Espero que estas lecturas interesen a quienes prefieren tardes veraniegas rodeados de áridos textos a los fútiles placeres del ocio conspicuo.

Dado que este artículo será publicado en plena canícula quisiera aquí compartir unas lecturas, varias de ellas entiendo que poco conocidas, para que el interesado pueda comenzar o continuar el estudio de algunos de los temas que en esta serie de artículos se están discutiendo. Escojo deliberadamente autores no anarcocapitalistas pero que hacen propuestas a mi modo de ver interesantes desde esta perspectiva. No son libros refrescantes de verano, algunos son de imponente tamaño, pero presupongo que los lectores de esta página son amantes del trabajo duro intelectual y no temerán enfrentarse a ellos, es más, entiendo que esto les satisfará. Tampoco son especialmente fáciles de encontrar, pero presumo que eso les añadirá el atractivo de buscarlos, que muchas veces añade valor al proceso de lectura.

Sobre el tema de la importancia de la fragmentación política en la historia a la hora de alcanzar sociedades libres y prosperidad económica sugiero tres obras, que desarrollan una tesis similar de forma autónoma unas de las otras, pero que llegan a una conclusión similar, esto es, que la aparición de la libertad política y de los sistemas de mercado debió mucho a las características políticas del continente europeo, siempre dividido (hasta ahora) en numerosas unidades políticas. El genio de Europa ha sido el de haber estado siempre dividida y no unida y esto le ha conferido según estos autores una ventaja enorme con respecto a otros espacios geográficos, y si bien a día de hoy puede no ser una virtud determinante si lo fue en sus inicios. Rubén Zorrilla, Historia social de occidente: Origen y formación de la sociedad moderna, El Ateneo, Buenos Aires, 1968; Eric L. Jones, El milagro europeo, Alianza Editorial, Madrid, 1994; Jean Baechler, Los orígenes del capitalismo, Península, Barcelona, 1976. Los tres en su conjunto configuran una visión muy distinta a la que estamos habituados a estudiar, pues enfatizan, cada uno a su manera, las virtudes derivadas de la fragmentación política europea a lo largo de la historia. Como complemento creo que sería bueno consultar un libro poco conocido, John Laughland, La fuente impura. Los orígenes antidemocráticos de la idea europeísta, Andrés Bello, Santiago de Chile, 2001, en el que se incide en los problemas derivados de los intentos históricos de construcción europea y en sus poco recomendables consecuencias. Tanto austríacos como contrarios a la construcción de un estado europeo centralizado amarán este libro, en el que no son infrecuentes citas a autores anarcocapitalistas.

Siguiendo con el estudio de la historia no estaría de más recomendar algún libro en defensa de la Edad Media. No creo que haya existido una etapa histórica tan vilipendiada, y en mi opinión de manera injusta. Obviamente todas las etapas históricas cuentan con luces y sombras, pero las luces de esta época parecen haber sido ignoradas. Fue esta época un tiempo casi anárquico (algo que muchos autores resaltan para atacarla) en la cual la provisión de servicios públicos estaba casi privatizada, las jurisdicciones políticas estaban en muchos casos superpuestas y el mundo europeo estaba fragmentado en cientos de unidades políticas. Quizá por esto no haya nunca gozado de buena prensa entre los defensores del Estado moderno surgido cuando esta entró en declive. Qué mejor entonces que un par de libros para reivindicarla. Jacques Heers, La invención de la Edad Media, Crítica, Barcelona, 1995 o Regine Pernoud, A la luz de la Edad Media, Granica, Barcelona, 1988 cumplen muy bien con esta función y reivindican esta etapa histórica enfatizando muchos de los aspectos antes indicados.

Siguiendo con la historia me gustaría recomendar dos libros más. El primero de ellos critica la idea de la violencia religiosa, tal como nos es presentada, afirmando que en realidad se trataba de violencia de Estado encubierta bajo ropajes religiosos. William T. Cavanaugh, El mito de la violencia religiosa, Nuevo Inicio, Granada, 2010, analiza las raíces de los conflictos religiosos, en especial las guerras de religión en la Europa de la primera mitad del siglo XVII y encuentra que la inspiración principal de estos conflictos no estuvo en la religión sino en luchas de poder entre los distintos príncipes de la época. ¿Cómo si no explicar que en estas guerras se enfrentasen potencias católicas contra católicas, protestantes contra protestantes y católicas contra protestantes al mismo tiempo? Sin contar claro está la alianza de potencias cristianas con musulmanas si hiciese menester. Cavanaugh combina sus análisis históricos con una dura crítica al Estado, lo que lo hace merecedor de una mayor atención por parte de todos aquellos que desconfían del poder estatal. Otras obras suyas como La imaginación teopolítica son también dignas de estudio. También histórica es la temática de Carolyn P. Boyd, Historia Patria, Pomares-Corredor, Barcelona, 2000, pues ahí se nos narra el contenido de los libros de texto de historia durante buena parte de la historia contemporánea española. Observamos cómo la historia es explicada a los infantes de forma distinta según el color del gobierno de turno, pero con la constante de querer crear en ellos consciencia estatal. La historia es una herramienta esencial en la construcción de los Estados modernos y este libro nos muestra el proceso. La profesora Boyd no es para nada anarcocapitalista, pero su labor es impagable al mostrarnos cómo se construye la idea de Estado entre los niños, idea que al no ser contrastada nunca más permanece en las mentes de los adultos durante toda su vida.

Cambiando de tema me gustaría recomendar dos libros propios del tradicionalismo hispano del siglo XX para que se pueda contrastar si esta idea es o no más próxima a las ideas que aquí se sustentan que las defendidas por la tradición liberal española. Joaquín de Encinas, La tradición española y la revolución, Rialp, Madrid, 1958  y Juan Vallet de Goytisolo, Sociedad de masas y derecho, Taurus, Madrid, 1968 constituyen un magnífico ejemplo de pensamiento radicalmente antiestatista fundamentado en principios de derecho natural. Son libros curiosos porque citan a autores de la Escuela austríaca o antecesores de la misma en una época en que esta estaba en plena decadencia y era casi ignorada entre nosotros. Estos libros son anteriores a su revivir en los años setenta y ochenta y escritos en pleno apogeo del estatismo y el keyenesianismo. Destacaría en especial el tratamiento que sobre el tema de la inflación nos ofrece el profesor Vallet de Goytisolo en su libro, que podría ser suscrito por cualquier economista austríaco contemporáneo. En la misma línea recomendaría a Graham Hutton, Inflación y sociedad, Rialp, Madrid, 1962 pues nos recuerda que la inflación no es solamente un fenómeno monetario, pues altera nuestra preferencia temporal, con lo que cambio, por tanto, los hábitos sociales y, sobre todo, sirve para redistribuir rentas y poder a favor de los gobernantes. Muchas veces la inflación es estudiada por los economistas sólo en sus aspectos técnicos y se olvidan sus repercusiones sociales. Los viejos maestros incidieron en ello y no estaría de más recuperar su magisterio.

Sobre la evolución del estatismo quisiera destacar dos libros muy distintos entre sí. El primero es un libro hoy absolutamente olvidado al igual que su autor, Leopold Kohr, El superdesarrollo: cómo atenta la elefantisasis social y económica de los grandes Estados contra el hombre actual, Editorial Luis Miracle, Barcelona, 1964.  Aquí se discute la cuestión de la dimensión de los Estados, introduciendo la cuestión de la importancia de la escala en el ámbito de la política. Es una crítica a la hipertrofia del Estado desde puntos de vista muy originales, como el análisis de los presupuestos, comparando partidas en microestados y en macroestados, observando que el cambio de escala lleva a la aparición de necesidades nuevas por parte del Estado grande y que deben ser financiadas a costa de las libertades de los ciudadanos. El segundo libro es un tratado de hacienda pública [Mauro Fasiani, Principios de ciencia de la hacienda, Aguilar, Madrid, 1962] muy curioso. Los tratados de hacienda pública normalmente le explican al gobernante la forma correcta de subvenir a sus necesidades y son planteados desde el punto de vista del recaudador en el sentido de que lo dotan con un repertorio de herramientas y técnicas para optimizar sus ingresos. Fasiani, un oscuro profesor de hacienda en Génova en los tiempos del fascismo, nos da la postura del contribuyente y nos pinta primero a los gobernantes como un grupo de bandidos y después nos pasa a explicar cuáles son los trucos y tretas que usa para esquilmar al contribuyente. Y lo hace de forma muy exhaustiva. En un principio pudiera pasar como un libro más de esos de cómo evitar impuestos, pero no, su postura es radicalmente política en la mejor línea de la teoría política elitista italiana de Pareto y Mosca.

Para finalizar, me gustaría recomendar algún libro de sociología, Stanislav Andreski, Elementos de sociología comparada, Labor, Barcelona, 1973, y otro de historia de las ideas, Dalmacio Negro, El mito del hombre nuevo, Encuentro, Madrid, 2009. Stanislav Andreski fue un sociólogo de corte libertario y con un pensamiento y una forma de expresión muy distintos a los que estamos acostumbrados a encontrar en esta disciplina. En este libro se tocan muchos temas, pero no me resisto a recomendar, por ejemplo, su capítulo sobre la involución parasitaria del capitalismo, en el cual nos explica cómo el sistema capitalista puede ser parasitado por toda clase de grupos de presión que buscan extraer rentas del sistema hasta que acaban estrangulando al propio sistema que les mantiene. El libro del profesor Negro nos hace un magnífico relato de las ideas que a lo largo de la historia han intentado describir los rasgos de la naturaleza humana, para una vez conocidos intentar cambiarlos y obtener un hombre nuevo. El problema es que hay muchos tipos de hombre nuevo y no estaría claro cuál de ellos debería primar, ni habría tampoco acuerdo sobre los medios a seguir para conseguir tan “noble” ideal. Es un libro que hará disfrutar a los amantes de la historia de las ideas políticas por su enfoque también muy distinto del habitual.

Por último, no me resisto a recomendar alguna novela (no cito aquí la editorial pues creo que existen varias ediciones de ellas). Como siempre, Heinrich von Kleist, Michael Kolhaas, debería comenzar la lista, pues es de los más hermosos alegatos contra el poder que conozco. Cyril M. Kornbluth, El síndico, es una novela de ciencia ficción en el que se narra una suerte de sociedad anárquica dirigida por una especie de mafia privada (es una novela de evasión, no hay que hacerle mucho caso) en la que se plantean muchos de los temas que en estas páginas estamos acostumbrados a abordar. También recomiendo alguna distopía como Alfred Kubin, La otra parte, o esa pequeña joya que es Ayn Rand, Himno [Vivir en algunas ediciones]. En ambas se nos narran los peligros de las sociedades que pretendiendo traer hombres nuevos acaban destruyendo a los ya existentes en infiernos de opresión y miseria. Son buen complemento al libro del profesor Negro y dado su carácter novelado pueden servir para momentos de relax sin perder al tiempo profundidad.

Espero que estas sugerencias sean del agrado del lector. Responden a gustos propios muy subjetivos y personales, pero ojalá despierten interés en aquellos que prefieren tardes veraniegas rodeados de áridos textos a los fútiles placeres del ocio conspicuo.

2 Comentarios

  1. Muchas gracias por estas
    Muchas gracias por estas recomendaciones. Se nota que le gusta su especialidad.

    Lo de Hutton y la inflación me ha llamado la atención. Ya estamos en inflación, aunque no se pondrá «de moda» el tema hasta dentro de seis meses. Y creo que caminamos hacia una inflación de niveles orgiásticos, de esos que anhelan los políticos y los economistas serviles. Lo cual vendrá «bien» (ehem, ehem) por el temita de la deuda pública. Si hay alta inflación ¿queda algún poder en la sociedad civil del que puedan apropiarse los políticos? ¿Será posible que encuentren alguna forma de absorber más renta? ¿Se atreverán a aumentar significativamente el número de funcionarios cuando llegue la «bonanza inflacionaria»? Recordemos que hay mucho personal haciendo cola desde hace mucho. En España, el que aguanta gana.

    Por otra parte, da la impresión de que si la inflación sirve para redistribuir rentas y poder a favor de los gobernantes, entonces la deflación (entendida como descenso generalizado de precios y salarios, no solo como un descenso del poder adquisitivo de la moneda) restará rentas y poder. Pero hemos vivido unos años de crisis deflacionaria, y no parece que los políticos hayan perdido poder, y el aumento de la deuda demuestra que no han perdido muchas rentas… Me pregunto si Hutton había previsto que, en el futuro, los gobernantes serían todavía más sinvergüenzas de lo que las evidencias documentales permitían afirmar.

    Saludos, Profesor Bastos.

  2. Muchas gracias por sus
    Muchas gracias por sus recomendaciones . Me propongo hacerme con algunos títulos recomendados referentes al estatismo y al tradicionalismo hispano del siglo XX.
    Saludos


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