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Antropología cristiana y economía de mercado

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Tenía pendiente escribirles sobre una segunda conferencia que ha promovido el Centro Diego de Covarrubias gracias al soporte de la Fundación Rafael del Pino (los comentarios a la primera, las encontrará el lector aquí). Ésta se celebró a comienzos de julio, y el profesor invitado fue Gabriel Zanotti, de la Universidad Austral de Buenos Aires.

El título de la charla, con el que encabezo nuestro comentario, es similar al de un interesantísimo libro suyo publicado por Unión Editorial en 2011, al que se añade en las páginas interiores la siguiente coda: "… Sobre la base de Santo Tomás de Aquino y la Escuela Austríaca de Economía". Desde luego que invita a su lectura.

El profesor Zanotti es bien conocido en nuestro Instituto (participó en la Universidad de Verano de 2007 en Aranjuez hablando sobre "La filosofía de la Escuela Austríaca"; tema sobre el que además tiene editados varios libros en UE y en la Universidad Francisco Marroquín), pero sobre todo es un gran ciber-comunicador: a través de sus propios blogs y del eficiente Instituto Acton Argentina (del que es Director Académico). En esta ocasión pudimos comprobar que también es un ameno y entretenido conferenciante.

Su discurso trató sobre la compatibilidad y ausencia de contradicción entre una concepción cristiana del hombre, basada en Santo Tomás de Aquino, y las nociones de racionalidad, orden espontáneo y mercado desarrolladas por la Escuela Austríaca de Economía, concluyendo con el tema de la posibilidad de la santificación de la acción empresarial. Pero veámoslo por partes:

Comenzaba explicando ese acceso escolástico a la Ciencia Económica, que nos llevaría en seguida a hablar de la Escuela de Salamanca. Partiendo de los conceptos de limitación, escasez, ruptura de la armonía natural (que en lenguaje cristiano es hablar del pecado), señalaba cómo la respuesta humana sería aplicar la racionalidad al mundo de la economía. Pero no desde un imposible cálculo matemático, sino desde la "función aprendizaje" (empleando la expresión de Hayek): hay que partir de la realidad de un conocimiento disperso, en el que los precios funcionan como señales. Por el contrario, la obsesión socialista por la planificación tiene como resultado un mayor desconocimiento del problema y, por lo tanto, una menor capacidad para resolverlo.

En este punto, sin embargo, Zanotti no se refiere tanto a los fundamentos escolásticos de la economía de mercado sino que va más directamente a la concepción de persona. Le interesaba proponer una antropología de fondo que permita superar esa (aparente) contradicción entre un ejercicio de la acción humana desde la perspectiva de la libertad cristiana y aquella compleja condena del liberalismo desde los presupuestos de la Iglesia Católica del siglo XIX. Para lo que plantea establecer un diálogo sin prejuicios con el pensamiento austríaco de Mises y Hayek, como ya había escrito en su libro Antropología cristiana:

Por supuesto, de una antropología cristiana no se puede deducir que Hayek tenga razón, pero su punto de partida -el conocimiento humano limitado y la creatividad intelectual como su contracara- nos parece mucho más compatible con todo lo que hemos afirmado de la inteligencia humana desde una antropología cristiana, donde la inteligencia humana es limitada en sí y más limitada aún por el pecado; pero herida por el pecado original, tiene la capacidad de crear, de dar sentido, de interpretar (todo faliblemente)…

Hay que aclarar que tanto Mises como Hayek dependieron también, en cierta medida, en sus planteos, de la noción de racionalidad instrumental de Weber y absorbieron sin darse cuenta la negación de la metafísica, típica del positivismo y neopositivismo de su tiempo… al cual combatieron tanto, sin embargo desde un punto de vista epistemológico. Ricardo Crespo lo ha señalado muy bien (La crisis de las teorías económicas liberales, 1998).

Pero por ello mismo, he desarrollado la tesis de que las nociones fundamentales de estos autores sobre la racionalidad limitada, si se eliminan los factores remanentes de sus posiciones antimetafísicas, son totalmente compatibles con una antropología cristiana con base en Sto. Tomás de Aquino y en Husserl, donde la acción humana es acción libre e intencional, además de intersubjetiva (p. 68).

Con mis disculpas por tan larga cita, vuelvo a la última parte (y más sorprendente, añadiría) de su conferencia: la santidad del empresario. Acudiendo al Concilio Vaticano II, Zanotti explicaba que la vocación de todo cristiano es una llamada a la excelencia, una aspiración a la santidad. También para el empresario: su vocación se materializa en el proyecto que desea sacar adelante; tiene un anhelo, una idea, un sueño que conseguir. Y no con aquella interpretación weberiana de la ganancia como señal del éxito empresarial y de la predestinación; sino como una consecuencia lógica del buen ejercicio de su trabajo. Necesita rentabilidad, por supuesto, pero como medio, no como fin. El fin es el proyecto; lo que pone en marcha su energía y su capacidad es esa idea final.

Ahora bien; este legítimo derecho (y casi, obligación) al beneficio empresarial se matiza, en una perspectiva cristiana, con la exigencia al desprendimiento y a la solidaridad. Pero no desde ese trasnochado discurso pseudosocialista de la justicia social y el reparto a los pobres, sino desde una conciencia de la virtud personal y la mirada "al otro en tanto otro". Podría ser interesante completar esta conferencia de Gabriel Zanotti con otro libro suyo más reciente: Ley natural, cristianismo y razón pública, que justamente se presenta estos días en Buenos Aires. Aquí trata del problema (de nuevo) sobre la conciliación del mundo moderno con la fe y la cultura cristiana, proponiendo un mayor esfuerzo de comunicación por parte de la Iglesia, sin abandonar esa pretensión de verdad y universalidad que ya postulaba desde sus primeros tiempos.

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