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Celebremos el Instituto Juan de Mariana

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Existimos como instituto desde hace un par de años. Escribimos artículos de análisis, ensayo y opinión en prensa escrita y digital, participamos en debates y seminarios, nos invitan a la radio y a la televisión, organizamos conferencias, cursos, escuelas de verano, producimos informes. Nos gusta lo que hacemos, sabemos que es importante y crecemos, aprendiendo juntos a hacerlo cada vez mejor. Con recursos económicos ridículos (realmente patéticos, créame y rásquese un poco el bolsillo si le damos pena y cree usted en lo que hacemos) somos el instituto liberal europeo de crecimiento e impacto más espectacular. Tal vez tenga que ver con nuestro entusiasmo y con que contamos con un arsenal intelectual y ético espectacular: vamos, que somos brillantes y además tenemos razón. Nos lo confirman nuestras abuelas; y amablemente algunos de ustedes.

Naturalmente somos humanos e imperfectos, y sabemos que no se puede contentar siempre a todo el mundo. Así como tenemos seguidores tenemos también críticos, faltaría más. No sólo entre los colectivistas enemigos de la libertad humana: también los hay que se autocalifican como verdaderos liberales (y tal vez lo sean pero es difícil saberlo porque no acaban de definir con precisión qué significa para ellos este término) y nos consideran desde inútiles hasta muy nocivos para la causa liberal.

Algunos insisten en que debemos hacer política, utilizar lenguaje político, sobre todo en los medios de comunicación de masas, para convencer a la gente de que no siga comprando ideas equivocadas que conducen a la servidumbre: creen que es la única o al menos la mejor estrategia. Pero si se conoce el liberalismo se sabe que casa bastante mal con la política, que entendida como la gestión coactiva y fraudulenta del colectivismo es la negación de la libertad individual.

Si nos invitan desde un medio audiovisual público o privado seguramente participaremos en la medida de nuestras posibilidades. Sabemos que nuestras ideas son chocantes para la mayoría, que fácilmente generan rechazo, así que conviene ir con cuidado, sobre todo porque no somos animales televisivos. Sabemos que la tele no es un aula ni una revista académica: no hay que ser muy listo para entender la diferencia. Para algunos recurrir a la ciencia económica en un debate televisivo es una actitud elitista esencialmente antiliberal (¿insinúan que agredimos violentamente a los contrincantes?); quizás les duele que en el Instituto Juan de Mariana muchos prefiramos la corrección intelectual y la honestidad argumentativa al éxito político y mediático. Estamos abiertos al debate ideológico y estratégico crítico y constructivo, pero no estamos dispuestos a cualquier cosa para triunfar. Preferimos ser sinceros y acertados a demagógicos y populares, nos gusta más la persuasión intelectual racional y coherente que la manipulación emocional. No nos interesan las ficciones éticas: nos preocupa la ética de verdad, defender el derecho de propiedad, la no agresión, el cumplimiento de los contratos. El avance así es más lento y difícil pero mucho más sólido.

Si la audiencia no nos entiende intentaremos simplificar, explicar y enseñar desde el nivel más bajo que sea necesario, pero sin engañar, ni mentir, ni insultar al adversario. Preferimos que los que ahora son ignorantes algún día lleguen a darse cuenta de quiénes les están estafando. Hay muchos obstáculos importantes: el ideario liberal se basa en que la opinión pública es éticamente irrelevante, que lo importante es la decisión individual pacífica en el ámbito del derecho de propiedad; las ideas instintivas de muchos seres humanos son colectivistas porque surgieron evolutivamente para adaptarse a entornos ancestrales muy diferentes de los actuales (pequeñas tribus o bandas seminómadas), y esas emociones siguen allí aunque sean disfuncionales e inadecuadas en el mundo moderno de sociedades extensas abiertas y dinámicas; el liberalismo es muy minoritario y no nos ayudan precisamente en las escuelas y los medios de comunicación de masas.

Los críticos que aseguran que los liberales austriacos españoles somos políticamente inútiles, incapaces de cambiar una sola conciencia, de modificar una sola corriente de opinión y que no hacemos avanzar la causa de la libertad desde las aulas y los foros académicos; tal vez no nos conocen muy bien. Una gran mayoría de los miembros fundadores de este instituto tenemos algo en común: haber conocido a un académico brillante y entusiasta, Jesús Huerta de Soto, quien jamás hace política ni participa en debates audiovisuales (y comete el imperdonable pecado de ser radicalmente anarcocapitalista y trabajar en una universidad pública, como otros influyentes e inmoderados liberales); pero crea una escuela creciente, motivada e ilusionante.

Necesitamos también políticos y comunicadores liberales para ganar la decisiva batalla de la opinión pública. Algunos políticos liberales, en quienes tenemos grandes esperanzas, incluso tienen poder de gobierno, y los criticamos cuando no ejercen de forma compatible con la libertad. Algunos comunicadores liberales (no hay solamente uno) tienen éxito de audiencia, pero tal vez lo consiguen renunciando en parte al liberalismo para proponer un conservadurismo estatista más asumible por muchos ciudadanos: educación, sanidad y pensiones públicas estatales; no hablar de la despenalización de las drogas o de la eutanasia, porque la audiencia es muy sensible; no criticar educadamente y con argumentos la religión, que ofendes a muchos y ahora necesitamos estar todos juntos frente a los socialistas; y la unión política de la nación es un bien que no admite discusión (el nacionalismo liberal es imposible).

Estos comunicadores pueden despertar en muchas personas el interés por el liberalismo, y gracias que les damos por ello y lo mucho que les debemos, pero hace falta alguien más académico para llenarlo de ideas, propuestas y contenidos. Además no conviene olvidar que ellos también tienen críticos que los rechazan personalmente de forma visceral, lo cual no facilita la difusión del liberalismo en esos sectores. Nosotros no luchamos contra personas sino contra ideas erróneas y nocivas, preferimos pensar, al menos inicialmente, que la gente está equivocada antes de juzgarles como indeseables de aviesas intenciones. Aunque es más cómodo no tener principios claros y consistentes y adaptarse como hacen muchos políticos a lo que quieran las masas votantes (o al menos una facción de ellas), no nos parece mal intentar definir con precisión qué es la libertad y simultáneamente defenderla con argumentos. Preferimos no aparentar que tenemos razón con cualquier táctica que se tenga a mano, correcta o incorrecta, honesta o tramposa (erística); preferimos tener razón y demostrarlo con algo de rigor intelectual.

Nos gusta llegar a la gente y convencerlos, no nos contentamos con circunloquios onanistas. Sabemos que estamos rodeados de estatistas pero no tememos su contagio, por el contrario pretendemos salir a la calle e inculcarles el muy simbiótico meme de la libertad. No somos una panda de corporativistas empeñados en defendernos unos a otros; somos muy tolerantes, tenemos mucho sentido del humor y no somos una secta (por lo menos la última vez que miré mi cuenta bancaria seguía intacta, tenía algo de pelo aunque poco y no me habían prohibido ver a mi familia): en todo caso somos una quinta… de amigos liberales.

Algunos de nosotros (no todos, que conste), ahora que nadie puede enterarse, somos anarcocapitalistas, lo cual suena realmente mal (minarquista es simplemente críptico). Es algo tan malo que algunos críticos insisten en que somos perjudiciales para la causa y que hay que atacarnos y excomulgarnos. Preferiríamos que nos dejaran explicarnos y debatir ideas; no somos alucinados, estamos muy bien de la cabeza y contamos con pensadores muy brillantes, con perdón.

Algunos de nuestros miembros incluso se atreven a afirmar que no son de la escuela austriaca de economía y no los expulsamos de forma fulminante. Unos pocos creen que vestimos de tiroleses en la intimidad. Somos bastante acogedores y no somos tan tontos como para no darnos cuenta de que habrá gente que no quiera ser acogida. No trabajamos por la megalomanía de ninguna prima donna; sí discutimos vehementemente entre nosotros, pero hay que estar aquí para verlo y poder participar.

En breve celebraremos nuestra fiesta anual. Enhorabuena. Aquí estamos. Si quieres apoyarnos, contamos contigo.

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