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¿De la crisis al liberalismo?

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Naomi Klein, en su libro La doctrina del Shock, sostiene que los gobiernos, auspiciados por ideólogos liberales, aprovechan los contextos de crisis para liberalizar la economía y reducir el tamaño del Estado. Las políticas liberales son impopulares y las crisis menoscaban la resistencia ciudadana a esas reformas.

Murray Rothbard considera que una situación de crisis es potencialmente ideal para un cambio de sistema social. En For a New Liberty Rothbard señala: "Para que tenga lugar un cambio social radical –un cambio a un sistema social distinto– debe haber lo que se denomina una ‘situación de crisis’. Debe haber, en resumen, una quiebra del sistema existente que llame a una búsqueda de soluciones alternativas".

Siguiendo a Klein y a Rothbard parece que la actual crisis económica debería llevarnos directos al liberalismo. Además, la Escuela Austriaca, bastión del liberalismo, está siendo reivindicada por su teoría del ciclo económico y es hoy bastante más popular que en el 29. ¿Veremos un resurgir del liberalismo después de la crisis?

El principal problema con la tesis de Klein y la propuesta de Rothbard es que la historia demuestra que el Estado se engrandece durante las crisis, se introducen medidas intervencionistas excepcionales que nunca se hubiera aprobado en períodos de normalidad y que luego son muy difíciles de suprimir.

Bryan Caplan, cuyo principal campo de estudio es la irracionalidad de los votantes, tiene una interesante hipótesis: las malas ideas producen malas políticas, las malas políticas producen un menor crecimiento económico, y un menor crecimiento económico produce malas ideas. Es un círculo vicioso que a veces solo la suerte puede romper.

La tercera proposición es la menos intuitiva. Caplan explica que, en el plano individual, un crecimiento de la renta personal (que no un nivel de renta más alto) se traduce estadísticamente en un mayor conocimiento económico. Los pobres que ven crecer su riqueza (como los inmigrantes) tienen de media más conocimientos económicos que los ricos cuyas rentas disminuyen. Este fenómeno se debe, presumiblemente, a que las personas que ven crecer su renta experimentan el proceso de creación de riqueza del mercado y aprenden de comportamientos económicos sanos.

La conexión entre empobrecimiento y malas ideas, sostiene Caplan, no es lógica sino psicológica: "No es lógico abrazar ideas contraproducentes solo porque las condiciones están empeorando, pero la gente lo hace igualmente. Quizás la mejor explicación es que la gente piensa en una metáfora militar: debemos evitar un Gobierno agresivo cuando son buenos tiempos, pero durante una crisis tenemos que enseñar a nuestros enemigos una lección en lugar de perder el tiempo cavilando contemplativamente sobre la causas de la crisis."

Pero si la gente recurre a esta metáfora es porque ya tiene unos conocimientos económicos erróneos, por tanto la metáfora no sirve para explicar el origen del error. Caplan menciona otra idea que me parece más interesante: en períodos de crisis o de condiciones económicas deterioradas, las personas son más receptivas a las proclamas emocionales y más proclives a la irracionalidad (lo cual conecta con "el romance de la gente"). Por el contrario, en períodos de calma y crecimiento económico la gente está más dispuesta a escuchar y a razonar sosegadamente sobre cómo puede mejorarse el statu quo.

Así pues, no parece haber mucha esperanza para la revolución liberal en tiempos de crisis. Los titulares se limitan a anunciar nacionalizaciones, garantías estatales de depósitos, más creación artificial de dinero… y las ideas liberales (dejar que el mercado depure los bancos y las malas inversiones hechas durante la burbuja, recortar el gasto público y liberalizar el mercado para que los factores de producción se recoloquen y la crisis se acorte) apenas se escuchan fuera de los foros liberales.

Es cierto que el liberalismo hoy está en mejor posición que durante el crack del 29 para hacerse oír, y quizás cuando pase la tormenta crece el interés por esta doctrina visto que es la única que tiene una explicación coherente de las causas de la crisis, explicación que está siendo ampliamente reivindicada. Pero hoy por hoy el estatismo sigue siendo el mejor amigo de las crisis.

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