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Democracia y liberalismo

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La democracia es un mecanismo para que unos pocos, mediante el engaño generalizado a las masas de votantes, puedan asaltar los cielos del poder.

El mejor argumento contra la democracia es una conversación de cinco minutos con el votante medio.

Winston Churchill.

A pocos días de las elecciones generales en España es buen momento para reflexionar sobre la democracia. Ignacio Moncada señalaba recientemente, citando a H. L. Mencken, que las elecciones son una subasta anticipada de bienes robados. Por ese motivo, y por unos cuantos más que expondré a continuación, considero que la opción más compatible, por no decir la única, con el liberalismo el 20-D es dedicar el día a la familia y abstenerse de participar en semejante subasta.

Veamos el ejemplo de Venezuela, donde el chavismo gubernamental sufrió hace una semana una dura derrota electoral. La oposición se ha hecho con más de dos terceras partes de la Asamblea Nacional y ha dejado a Nicolás Maduro contra las cuerdas. La conclusión de la opinión pública y publicada es que el pueblo ha hablado y que gracias a la democracia los venezolanos están en disposición de acabar con el régimen gorilesco y abiertamente criminal (asesinatos y encarcelamientos de opositores, expropiaciones, inflación desbocada, desabastecimiento y ruina generalizada) que les lleva asolando 16 años. 

Lo que no se ha dicho es que ese mismo pueblo, esos mismos venezolanos, auparon, consolidaron y legitimaron a Hugo Chávez, triunfador en las Presidenciales de 1998, la Constituyente de abril de 1999, la Constituyente de diciembre 1999, las Presidenciales del año 2000, el Referéndum de 2004, las Regionales de 2004, las Legislativas de 2005, las Presidenciales de 2006, las Regionales de 2008, la Enmienda de 2009, las Legislativas de 2010, las Presidenciales de octubre de 2012 y las Regionales de diciembre de 2012.

Habrá quien diga que eran elecciones manipuladas, pero desde luego no en mayor medida que las del pasado domingo en las que los chavistas sufrieron su gran revés. Es decir, poder, se podía. Pero desde 1998 hasta 2015 el chavismo se sirvió de la democracia, esto es, de millones de votantes, para hacer de Venezuela un estercolero. Y es que la democracia es eso, los gorilas ganando elecciones, la mayoría —o, en cualquier caso, masas y masas de venezolanos— votando populismo de la peor especie.

Se nos podrá objetar también que la democracia ofrece dos dimensiones: la democracia en sentido formal (el sufragio universal, el principio de las mayorías y el Estado de Derecho —dicho sea de paso, una contradicción en los términos, como constató Anthony de Jasay—, esto es, el Estado que actúa por medio del Derecho y que está sometido al Derecho) y la democracia en sentido material (la introducción de principios como el derecho a la vida, el rechazo de la violencia, la búsqueda de la paz, el pluralismo político, la libertad ideológica y de conciencia, la laicidad, la neutralidad de la Administración, la incorporación de derechos sociales, etc.). Y, por tanto, no se debería criticar la democracia si el modelo es la Venezuela bolivariana, pues claramente carece de la segunda dimensión, la democracia en sentido material.

El problema es que este tipo de disquisiciones sirven para una clase de Ciencia Política, pero no para explicar la realidad. Y es que todavía, más de dos siglos después, no se ha superado la definición de Benjamin Franklin: «La democracia son dos lobos y un cordero decidiendo qué se cena esta noche». Al cabo, lo que nos encontramos es que una victoria electoral —y en muchas ocasiones ni siquiera es necesaria la victoria— lo justifica todo. Las urnas son el becerro de oro de nuestro tiempo. Que le hablen a Hitler, al Frente Popular, a Allende, a Chávez, a los carpantas rajoyescos o a Podemos, por citar solo unos ejemplos, de democracia en sentido material. 

El problema no es que la democracia se haya corrompido o que nos hayamos desviado de un fantasmagórico modelo democrático puro y prístino, sino la democracia en sí misma. Por eso el liberalismo, el único paradigma político respetuoso con la dignidad del ser humano, es incompatible con la democracia. En la medida en que el liberalismo entiende que todas las personas nacemos iguales (nadie está legitimado a imponer su creencia o visión del mundo a otro; todos tenemos derecho a llevar a cabo libremente y en el marco de nuestra propiedad el plan de vida que elijamos, a autodeterminarnos, siempre que no agredamos a los demás) y sin cargas heredadas respecto a la sociedad no concibe que haya autoridades no consentidas contractualmente por encima de cada uno de nosotros que nos puedan gobernar. Nadie, bajo el prisma liberal, tiene autoridad natural sobre nadie. Por mucho que esa autoridad esté respaldada por una mayoría de votantes.

En última instancia, seamos conscientes de que, por un lado, como demuestra la Escuela de la Elección Pública, la democracia es un mecanismo para que unos pocos, mediante el engaño generalizado a las masas de votantes, puedan asaltar los cielos del poder. Un mecanismo al servicio únicamente de políticos, burócratas, funcionarios, clientes y lobbies en el que los incautos electores actúan como cooperadores necesarios; y, por otro, como explica Juan Ramón Rallo, la verdadera alternativa al Estado democrático no es el Estado dictatorial sino el no-Estado.

4 Comentarios

  1. La democracia proporciona una
    La democracia permite imposiciones forzosas no violentas, gracias a las coartadas de la participación y la mayoría.
    La democracia no proporciona ninguna herramienta para acertar con las decisiones.
    En España, 176 representantes, imponen múltiples decisiones, que toman con criterios sospechosos, a 46.770.000 españoles. Para todos es evidente que yerran pero para nadie que el proceso de representación que les legitima es una falacia.
    La enorme entrega de poder a cambio de nada y sin una mala cara, es ciertamente una fiesta.

  2. Completamente de acuerdo,
    Completamente de acuerdo, José Augusto!

    El problema es que la abstención no es una alternativa real. Si nos abstuviéramos la mitad de los españoles, ¿crees que alguno de estos dictadores iban a reconocerlo y convocar nuevas elecciones introduciendo cambios en sus programas? La respuesta es no! Constituirían las cortes y de ella saldría un nuevo gobierno exactamente igual que si hubiéramos acudido a votar el 90% de los convocados.

    Lamentablemente nuestra única opción es votar al menos malo de los gorilas y constituir un partido que obtenga suficiente mayoría como para darle un vuelco a la situación. Estamos desarmados, no podemos alzarnos en armas.

  3. Juan Ramón Rallo ha
    Juan Ramón Rallo ha reconocido que quizá el Estado sea necesario, y que no está en absoluto demostrado que el Anarcocapitalismo sea viable. Yo propongo un Estado tecnocrático, no democrático, que se ciña a unas pocas áreas básicas para la convivencia y la armonía social, y libertad para lo demás

    • No hablemos de Estado sino de
      No hablemos de Estado sino de violencia institucionalizada. Al pan, pan y al vino, vino. ¿Alguien puede demostrar cuál es esa supuesta violencia instituida mínima necesaria, es decir, la agresión mínima que es preciso infligir a los pacíficos para evitar que dejen de serlo pero no a los agresores que ya lo son? No existe ni un esbozo serio de teoría de la violencia que sustente al Estado, pero exigimos una teoría de la libertad pormenorizada al extremo de anticipar las soluciones que el Mercado encontrará, o sea, una teoría de la libertad que se niegue a sí misma. Cuando Dios repartió lógica llegamos muy tarde.

      Anarcocapitalismo no es planificar un modelo cerrado de sociedad sin violencia instituida. Es proponerse caminar en una dirección bien definida, hacia la desaparición de la violencia oficial, sin fijarse límites previos.

      Está perfectamente demostrado que es viable comenzar a reducir el Estado sin que se pueda predecir término. Si Rallo cree esto, y apostaría que sí, es sin la menor duda anarcocapitalista y jamás debería renegar de ello o parecer que lo hace por corrección política, si es que de verdad lo ha hecho.


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