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Discurso de recepción del Premio Juan de Mariana 2018

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Creo que Juan de Mariana habría apreciado el coraje del Instituto de abordar temas de punta, difíciles, en el campo social, político y económico.

A finales de noviembre, el Acton Institute organizó uno de los eventos más exitosos en la historia de la Universidad Gregoriana. El tema fue el de la globalización bajo la perspectiva de jesuitas del pasado partidarios en muchos aspectos de una economía libre. Me tocó hablar de mi jesuita preferido, Juan de Mariana. El jesuita más famoso de la actualidad, mi compatriota el papa Francisco, no asistió, pero buena parte de la cúpula académica de los jesuitas estaba allí presente.

Unos meses después me tocó hacer una presentación en el Council for National Policy, la asociación que aglutina más conservadores favorables al libre mercado con cierta llegada al Gobierno. Me pidieron que me enfocara en las tres críticas principales que se nos hace a los partidarios de la libertad económica.

Le mostré estas dos presentaciones a Gabriel Calzada y me sugirió que tratara de combinar estos dos mensajes de una hora en 15 minutos. Acepté el desafío y aquí está.

La figura de Juan de Mariana me parece ideal para esta charla de sobremesa. El primer punto es sobre la división que existe entre las tribus liberales de hoy en día. Salvo lo que escribió este ilustre jesuita en temas monetarios, que según Lucas Beltrán, “ni el liberal más doctrinario y riguroso encontrará nada que objetar,” son muchísimas las opiniones de Juan de Mariana que si hubieran sido escritas por alguno de nosotros, el resto de los liberales se rasgaría las vestiduras.

En temas de defensa y seguridad, mientras que por un lado señalaba que no hay “cosa mejor que la paz” y lo peligroso que era embarcarse en guerras, por el otro decía que guerras periódicas ayudaban a formar carácter.

Le preocupaba en gran medida la desigualdad, el favoritismo y otros temas que, durante mucho tiempo, los liberales descuidamos.

Mariana veía al comercio internacional como un proceso casi providencial que llevaba a la cooperación social, pero estaba abierto a que se cobren impuestos más altos a los bienes que él consideraba de lujo o no necesarios.

Describe que Dios creó al hombre desnudo y débil para “que necesite de socorro ajeno de la cooperación y auxilio de los demás” (Del Rey y de la Institución Real, p. 26). De este comercio entre los hombres escribía Mariana, “nacieron bienes tan preciosos y estimables como la humanidad y las leyes: con estas se hace más grata la vida común.” (RyR, 25), pero no hay nada que no se pueda corromper, escribía Mariana: “el tiempo y la malicia de los hombres introdujo tal cúmulo de leyes, que ya en el día padecemos tanto con la multitud de ellas cuanto por los vicios.”

Pese a que defendía diversos grados de intervencionismo en economía, en defensa, en temas sociales, en religión, aquí estamos, liberales de diversas tendencias reunidos por un asociación que lleva su nombre.

Pasemos a las críticas que nos hacen hoy en día a nuestras ideas sobre libertad económica. Considero que nos critican como defensores desalmados de desigualdades injustas. En Estados Unidos, donde muchos de los think tanks tienen presupuestos multimillonarios, se nos acusa también de estar en el bolsillo de grandes empresas y empresarios.

Abordemos el primer punto, ¿es cierto que los liberales somos más fríos y tenemos menos compasión por aquellos que tienen menos oportunidades para obtener ingresos? ¿Somos más egoístas? La primera vez que escuché a un experto liberal hablar de este tema fue hace 30 años, en la Sociedad Filadelfia. Una especie de Mont Pelerin Society estadounidense, fundada en 1964, que tuve el honor de presidir. El experto era Erick Mack, un profesor de filosofía de la Tulane University. Su argumento era que no había algo genético en nosotros en contra de los pobres, pero que nuestras ideas de cómo se supera la pobreza nos pueden hacer muy poco sensibles al sufrimiento ajeno en el corto plazo. La forma en que algunos de nosotros usamos la macroeconomía para demostrar que si no hacemos nada, laissez-faire, laissez-passer, en el largo plazo estaremos todos mejor, nos hace aparecer como keynesianos al revés: pues Keynes escribió que en el largo plazo estaremos todos muertos. Nosotros, que estaremos todos bien.

Hay casos en el comercio con países totalitarios donde los precios pueden ser totalmente artificiales. Uno famoso era el de la Polonia comunista, que no tenía campos de golf y empezó a exportar carros motorizados de golf a precios determinados a dedo que amenazaban a todos los productores de USA. Me imagino que varios en la audiencia le hubiesen recomendado al Gobierno de Estados Unidos que no haga nada. El consumidor saldrá beneficiado. Nada mejor que el hecho de que los productos importados tiendan a cero. En el largo plazo estaremos todos mejor.

La postura de Juan de Mariana en relación a los pobres no era nada indiferente. La mano invisible del mercado no alcanzaba. Le hubiese gustado que la gente dé generosamente apoyo y cree suficientes esfuerzos para ayudar a pobres y desamparados, pero como dudaba de que esto sucedería, recomendaba toda suerte de instituciones para ayudar a los huérfanos, a los ancianos, a los sin techo, a los enfermos. Al igual que John Locke y tantos autores de prestigio liberal, reconocía que Dios creó las riquezas del mundo para todos, pero que después del pecado original, la propiedad privada era esencial.

Juan de Mariana compartía muchos momentos con amigos de considerable riqueza. Pero aclaraba que una de las funciones del príncipe era velar para que no se acumule el poder económico y las riquezas en pocas manos. No proponía redistribución, sino protección del comercio y a la industria con bajos impuestos, pocas trabas y empresas sanas.

Le preocupaba sobremanera la corrupción y el favoritismo. Aquí algunas citas:

“¡Cuán triste no es para la república y cuán odioso para los buenos ver entrar a muchos en la administración de las rentas públicas, pobres, sin renta alguna, y verlos a los pocos años felices y opulentos!”.

“Es cosa miserable lo que se dice y lo que se ve; dícese que de pocos años acá no hay oficio ni dignidad que no se venda por los ministros con presentes y besamanos, etc., hasta las audiencias y obispados; no debe ser verdad, pero harta miseria es que se diga. Vemos a los ministros salidos del polvo de la tierra en un momento cargados de millaradas de ducados de renta; ¿de dónde ha salido esto sino de la sangre de los pobres, de las entrañas de negociantes y pretendientes?”.

Para frenar algunos de estos abusos, Mariana recomendaba que todos los funcionarios del rey, antes de ocupar sus cargos, presentaran el inventario de sus bienes. Los funcionarios deberían ser auditados frecuentemente y el inventario serviría «para que al tiempo de la visita diesen por menudo cuenta de cómo han ganado lo demás».

Parte del problema se generaba porque aquellos que ocupaban cargos públicos llegaban al poder tan comprometidos que se sentían obligados a favorecer injustamente a quien «de secreto les unta las manos». Era tanta la corrupción («no se acabarían de contar los cohechos y socaliñas») que de cada peso que le correspondía a la Hacienda real sólo medio llegaba a manos del rey, ya que como cada dinero pasa por muchas manos, «en cada parte deja algo».

Cercano al tema de la corrupción está el cronismo o el capitalismo o socialismo de amiguetes. El cronismo por lo general lleva a desigualdades injustas, muchas veces ilegales, y la mayoría de las veces poco caritativas, acciones que le cierran las puertas a competidores con más méritos, pero con menos acceso al poder.

Lamentablemente no tenemos buenas medidas para este fenómeno. Se me ocurre que el cronismo debe de tener una alta correlación con los índices de transparencia y corrupción. Juan de Mariana no decía que los jesuitas que derrochaban recursos o los religiosos que vivían en opulencia no eran jesuitas o religiosos. Tengo amigos, sin embargo, que me dicen que los capitalistas crony no son capitalistas… Pero creo que esta postura nos hace aparecer como dogmáticos y no conectados con la realidad.

Todos los índices de justicia muestran que en más de dos tercios del mundo no hay igualdad ante la ley y no hay Estado de derecho. Es muy negativo ser casi ciegos a las injusticias económicas que produce este marco.

Además de que no nos preocupan las desigualdades injustas, nos suelen acusar de que estamos en el bolsillo de las grandes empresas y de los ricos. Sé de los insignificantes fondos que reciben los think tanks españoles, gracias a los donates que están aquí y son excepción. En Estados Unidos, los grandes think tanks como Heritage o Cato, e incluso Acton o Atlas, reciben menos del 3% de sus ingresos del mundo corporativo. Dependemos por lo general de gente que dona de sus bolsillos o sus fundaciones familiares. Un gran amigo de varios de nosotros, Armando Ribas, cuando lo acusaban de ser agente de la CIA por defender ideas capitalistas, solía decir “me gustaría estar vendido, lamentablemente estoy donado a la CIA”. Y muchos de nosotros somos donados al mundo de las grandes empresas. Trabajamos para crear un clima favorable a la producción, pero muchas veces lo hacemos por vocación sin mucho apoyo.

No tengo duda de que Juan de Mariana, si estuviese aquí con nosotros, estaría muy a favor de lo que hacen los think tanks e incluso de lo que hacen algunos de ustedes como intelectuales independientes o profesores. ¿Estaría contento con la labor que hace el instituto que lleva su nombre?

Casi seguro que sí, pero también haría crítica constructiva. Como la hizo de su querida Compañía de Jesús. Creo que habría apreciado el coraje del Instituto de abordar temas de punta, difíciles, en el campo social, político y económico. Y también quizá el coraje de galardonar a alguien que como yo defiende la religión, las tradiciones, la familia y la importancia de la defensa nacional.

Gracias por este regalo y por vuestro trabajo en favor de la persona y la sociedad libre.

1 Comentario

  1. Las críticas al liberalismo
    Las críticas al liberalismo son obscenamente injustas y pueriles; que se las admita a trámite sin corregirlas como es debido en un foro de difusión de la libertad causa estupor. ¿Poco sensible la ética liberal al sufrimiento ajeno por oponerse radicalmente a la agresión? Eso no tiene el menor sentido y debe ser rechazado de plano. El liberalismo no predica no hacer nada –menuda tergiversación barata- sino que no se fuercen acciones indeseadas. Tampoco de ninguna manera lo fía todo al largo plazo, pues los beneficios de no encontrarse sometido son sin duda inmediatos; desde luego, no para el esclavista que pierde sus privilegios, pero hace falta mucha desvergüenza para ver en ello un perjuicio social a corto plazo.

    Lo que tiene uno que leer, Dios mío, en boca de un galardonado por la defensa de la libertad: nada menos que sería dogmático y fantasioso repudiar al llamado “capitalismo crony” como fenómeno típicamente socialdemócrata y que las consecuencias de la falta de igualdad ante la ley y ausencia de Estado de Derecho suelen resultar indiferentes al liberal, un ocioso diletante burgués al fin y al cabo. Pues si así fuera, mayor mérito, que diría Kant, ya que actuaría por puro sentido del deber.

    Creía yo que aquí se defendía la libertad, y no exactamente la literalidad del respetable pensamiento renacentista de Juan de Mariana.

    Atentamente,

    Berdonio


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