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El contraste entre realidad y teoría en la economía neoclásica

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Desde la metodología predominante entre los economistas neoclásicos –el positivismo–, se enseña que el método económico debe seguir varias etapas. En primer lugar, es necesario establecer algunos supuestos o premisas (por ejemplo, que los agentes maximizan la utilidad, o que los precios y la información están dados) para llegar, a través de herramientas matemáticas, a ciertas conclusiones (p.ej., que la demanda de un bien depende de los precios).

Hasta aquí estaríamos dentro de la teoría pura y abstracta, pero este esquema teórico hay que aplicarlo a la realidad y llenarlo de contenido concreto, llegando a formular ciertas predicciones o explicaciones. La última etapa es la del contraste y validación de todo lo anterior: se debe comparar el mundo real con el modelo teórico obtenido, esto es, ver si los "hechos en sí" tal y como se observan en la realidad son consistentes con las conclusiones teóricas.

Y un modelo será adecuado y bueno cuando prediga bien: "El objetivo último de una ciencia positiva es el desarrollo de una ‘teoría’ o ‘hipótesis’ que genere predicciones válidas y significativas sobre fenómenos que todavía no se han observado", decía Friedman, uno de los mayores defensores de esta metodología.

De esta manera se asegura que los modelos vayan acordes con la realidad que intentan explicar, estableciéndose un sano y necesario proceso de feedback entre la teoría y la experiencia observada. Esto suena muy bien, ¿pero realmente es así?

Lo cierto es que hay numerosas razones para pensar que este contraste, o bien está lleno de dificultades inherentes a la complejidad de los fenómenos sociales y la imposibilidad de obtener datos puros y totalmente objetivos, o bien muestra las carencias de sus teorías, o ambas cosas. Si no, que se lo digan a Milton Friedman, en relación con sus pésimas predicciones de coyuntura en 2005. En cambio, su contrincante metodológico, Ludwig von Mises, sí predijo la Gran Depresión.

Si hubiera un contraste auténtico entre la realidad y sus modelos, cabría replantearse algunas de las teorías neoclásicas englobadas en ocasiones dentro de la teoría de los fallos del mercado –además de su visión macroeconómica.

  1. Bienes públicos, externalidades y free-rider (gorrón): desde esta teoría se sostiene que hay cierta clase de bienes que el sector privado, por diversas razones, no tiene incentivos de proveer/gestionar a un nivel o calidad adecuados, como el alumbrado público, las calles, los faros, las carreteras, los recursos comunales, etc. Sin embargo, históricamente han existido faros construidos, provistos y gestionados privadamente, como mostró Ronald Coase (El faro en economía). Aun así, tras el artículo de Coase, el ejemplo de los faros suele ser uno de los más populares. Por otro lado, ¿cómo se explicaría desde la teoría mainstream el ejemplo del enorme parque temático de Walt Disney, o la existencia de comunidades privadas que se proveen de bienes públicos a niveles más que aceptables (Public goods and private communities, Fred Foldvary)? ¿O la existencia de amplias carreteras privadas en el siglo XIX? O ¿cómo se puede explicar que, como muestra la recién Premio Nobel Lin Ostrom, haya recursos naturales de uso común que sean mejor provistos mediante la cooperación voluntaria que no mediante el Estado?
  2. Monopolios "artificiales" y naturales: se suele afirmar que siempre que una sola empresa domine una industria, ésta perjudicará a los consumidores estableciendo precios más altos y reduciendo la oferta. Parece razonable, pero, ¿cómo se explicaría el comportamiento de la compañía petrolera Standard Oil? En el caso de los llamados monopolios naturales, esto es, cuando la empresa, tras una inversión inicial enorme, se ve con costes que decrecen a medida que aumenta su producción, se dice que la industria estará inexorablemente monopolizada por un solo productor. Se ponen como ejemplos los sectores de la telefonía y la energía. Pero ¿cómo se explicaría la existencia de multitud de compañías compitiendo en estas industrias antes de que estas teorías se hicieran dominantes y así se justificara que el Estado comenzara a regularlas?

Pero siempre se podrá argüir que existe una divergencia entre el "equilibrio competitivo" que se consigue en el mercado real –que, por cierto, no suele corresponder con los criterios que se le exigen en el modelo de competencia perfecta– y el "equilibrio eficiente socialmente". ¡Ah! Ésa es una de las ventajas de jugar con conceptos teóricos poco –o nada– anclados en la realidad: siempre queda un as en la manga.

En definitiva, aplicando el punto metodológico positivista, la realidad demuestra que esas teorías están erradas, o al menos no son realmente válidas y enseñan poco sobre el mundo real.

De todo esto se derivaría que la aproximación metodológica neoclásica más dominante, heredada de las ciencias naturales del XIX como la física, deja mucho que desear para llegar a una comprensión cabal de los fenómenos económicos, protagonizados por seres humanos que actúan –descubren, imaginan– y que no son meras máquinas maximizadoras de funciones dadas. También muestra que la crítica a los economistas austriacos por su falta de apego a la realidad estaría infundada. Más bien, sería el paradigma neoclásico quien debería revisar estas teorías de acuerdo a la experiencia.

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