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El dinero tiene valor porque circula

Publicado en Libertad Digital

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La inmensa mayoría de la ciencia económica predominante carece de una sólida teoría del dinero. El economista medio se limita a enunciar las funciones del dinero (a saber, medio de pago, depósito de valor y unidad de cuenta), pero es incapaz de explicar por qué ciertos bienes han devenido dinero (y son aptos para prestar esas funciones) y otros no.

En su momento, ya explicamos que la demanda del dinero está íntimamente relacionada con la liquidez y ésta, su vez, con la utilidad marginal. El dinero es un medio de pago porque es líquido, esto es, porque su utilidad marginal decrece muy lentamente.

La tragedia de los economistas neoclásicos es que explican la liquidez al revés: el dinero es líquido porque es un medio de pago. ¿Y por qué es un medio de pago? La razón suelen encontrarla en las ineficiencias del trueque: “era necesario superar esa etapa, por eso nació el dinero”. ¿Pero por qué unas mercancías y no otras? Acaso si los individuos hubieran empezado a intercambiar con piedras por simple inercia, ¿las piedras hoy en día serían más líquidas que el oro?

Las consecuencias de creer que el dinero puedes desmaterializarse son muy peligrosas. Keynes ya nos advirtió de que el oro era una bárbara reliquia cuya cantidad era muy inflexible, ¿por qué teníamos que apegarnos al dinero como oro si la misma función circulatoria podía realizarla cualquier otro bien? Si el dinero sólo se caracteriza porque pasa de unas manos a otras, será el planificador social que controle qué arbitraria mercancía será la que circule entre los individuos; en cambio, si el dinero, para ser dinero, debe ser valorado por la sociedad, el Estado, so pena de incurrir en inflación permanente, no podrá más que reconocer la soberana elección de los individuos.

La inane explicación de que el dinero es esencialmente circulación y no una mercancía líquida, sin embargo, la podemos encontrar en numerosos autores. Valga como ejemplo Knut Wicksell, al que tanto Mises como Keynes mostraron su aprecio y admiración.

En su libro “La Tasa de Interés y el Nivel de Precios” Wicksell nos explica que el dinero surge automáticamente cuando en la economía tenemos más de dos bienes. Esto de entrada ya presupone que el dinero no es un bien y que, por tanto, no se rige por las leyes del valor. Ya explicamos que, en realidad, el dinero es el bien más líquido de una sociedad y, por tanto, en una economía de dos bienes, uno de ellos sería más líquido que el otro (en este caso, la liquidez vendría determinada por la capacidad de trasladar el valor a lo largo del tiempo, lo cual podría venir influido por ser menos perecedero que el otro bien)

Si denominamos al bien más líquido X y al menos líquido Y, tendría sentido que un individuo comprara bienes X a cambio de bienes Y. La razón sería un simple intercambio intertemporal: dado que deseo consumir mayor cantidad de Y en el futuro que en el presente y dado que X conserva mejor el valor a lo largo del tiempo, adquiero hoy bienes X (dinero) para poder comprar mañana bienes Y.

Pero los errores de Wicksell no se detienen aquí. Una vez alcanzada la economía de tres bienes, nos propone el siguiente esquema. Tenemos los tres propietarios de los tres bienes: propietarios de A, propietarios de B y propietarios de C. Los propietarios de A desean C, los propietarios de B desean A y los propietarios de C desean B. El intercambio deberá proceder un camino indirecto: A adquirirá B para comprar C.

Wicksell ya nos advierte de que esta forma de intercambio “es demasiado pesada  dificultosa para cualquier sistema económico desarrollado, a menos que fuera dirigido de forma planificada (sic)”. Y es aquí donde el dinero hace su aparición estelar como una especie de lubricante del sistema económico: “el poseedor del bien A, suponiendo que tiene cantidad bastante del bien M, se haría con el bien C que necesita, intercambiándolo por M. Entonces los propietarios del bien C pueden utilizar la cantidad así adquirida de M para procurarse el bien B que precisan y los propietarios del bien B adquirirán a cambio de M la cantidad de A que necesiten”.

La clave de este párrafo es la suposición inicial. ¿Por qué los propietarios del bien A tienen además una cierta cantidad de M (es decir, de aquello a lo que Wicksell llama dinero)? Como ya hemos visto, existen dos explicaciones posibles: o bien porque A atribuye valor a M en cuanto a bien, o simplemente porque A espera que M circule, esto es, que sepan que los propietarios de C van a entregarles su propiedad a cambio de M.

En el último caso, deberemos explicar por qué los propietarios de C estarán dispuestos a aceptar M a cambio de sus mercancías. Y de nuevo tenemos dos justificaciones posibles: porque le atribuyen valor en cuanto a bien o porque esperan que M circule, es decir, que sepan los propietarios de B van a entregarles su propiedad a cambio de M.

Si otra vez optamos por la última opción, deberemos explicar por qué B acepta entregar su propiedad a cambio de M. Y nuevamente tenemos dos opciones: porque valora M en cuanto a bien o porque espera que circule, esto es, que los propietarios de A acepten entregar su propiedad a cambio de M.

Alto. ¿Por qué iban los propietarios de A a entregar su propiedad a cambio de M si hemos empezado diciendo que los propietarios de A sólo valoraban M por su perspectiva de adquirir C y ya han comprado C? Si los propietarios de A no valoran M en cuanto a bien, ¿por qué deberían desprenderse de A? Y si los propietarios de B saben que no van a poder adquirir A a cambio de M, ¿por qué van a entregarles a los propietarios de C sus mercancías a cambio de M? Y si los propietarios de C saben que no van a poder adquirir B con M, ¿por qué van a entregarles su propiedad a los propietarios de A si saben que no podrán adquirir B? Siendo todo esto es así, el dinero no podrá circular y si no circula no tendrá valor.

Vemos, por tanto, que el valor no puede proceder de la circulación, sino que en todo caso deberá anteceder a esta. El dinero emerge porque los individuos lo valoran previamente como mercancía no dineraria (esto es el famoso teorema regresivo de Mises) y, por tanto, el dinero sólo podrá emerger espontáneamente de la sociedad, nunca ser impuesto desde arriba. En caso contrario, el envilecimiento de la moneda oficial devendrá inevitable.

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