Skip to content

El Estado del Bienestar produce inmadurez

Compartir

Compartir en facebook
Compartir en linkedin
Compartir en twitter
Compartir en pinterest
Compartir en email

El Estado del Bienestar no fomenta la responsabilidad de las personas, todo lo contrario, favorece su inmadurez psicológica (aunque dicho fin, como es lógico, no se persiga intencionadamente). Veamos por qué hago semejante afirmación; tomemos varios campos vitales del ser humano cubiertos por "lo social":

Pensiones de jubilación: El actual sistema público de pensiones fomenta la despreocupación sobre la planificación, búsqueda y comparación de fondos o planes de pensiones/jubilaciones para cuando ya no estemos activos laboralmente. Como la cotización al régimen general es obligatoria, fomenta la inhibición de la propia búsqueda de complementos o alternativas al plan en el que estamos incorporados coactivamente (salvo en aquellas personas conscientes de su importancia dado el sistema suicida actual de reparto y no de capitalización que nos llevará a la muy probable quiebra del sistema actual de seguridad social). Además se desincentiva la necesaria disciplina de ahorro e inversión futura propia de toda persona madura.

Cuidados médicos y consumo de fármacos: Como los gastos sanitarios y farmacológicos son "gratis" o fuertemente subsidiados en el sistema de la seguridad social, no se tiene una idea clara de lo que verdaderamente cuestan y se abusa de ellos (visitas, pruebas médicas u operaciones innecesarias, consumo irresponsable de fármacos, etc.). Para empeorar aún la situación, con objeto de "paliar" un consumo excesivo de medicamentos a la UE (Directiva 2001/83/CE) no se le ha ocurrido mejor idea que restringir nuestro derecho de ser informados directamente sobre los mismos (¡justo lo que se hace con los menores de edad!).

Educación pública:Aquello que no se paga no se valora en sus justos términos, por tanto, el sistema de formación pública no incentiva el debido control de los padres hacia sus hijos en materia de estudios, ni favorece la activa participación parental en dicha formación pública ofrecida a sus hijos. El fomento de la excelencia y el esfuerzo decrece en aquello que sentimos que no nos cuesta.

Subsidios por desempleo y salarios mínimos: Aquellos afectados, en un cierto momento, por el desempleo y tengan derecho, según las leyes laborales, a un subsidio de "paro" estarán irremediablemente desincentivados para la búsqueda o la aceptación de otro empleo hasta que no finalice su prestación "ganada". La asunción de riesgos, por tanto, se demora. "Pararse" laboralmente y disfrutar de sus subsidios por desempleo hace perder oportunidades o, peor aún, puede impedir seriamente el enganche laboral a un mundo en permanente cambio. En cuanto al salario mínimo decretado desde el gobierno, hace más daño a los menos preparados o productivos que cualquier otra cosa, impidiendo su saludable paso a la madurez.

Todas estas actitudes son signos claros de inmadurez, y el Estado Providencia colabora innegablemente a ello, pese a que sus intenciones sean otras. Por supuesto que habrá personas que mostrarán siempre madurez en sus cuestiones vitales pese la "cobertura" social de las mismas, pero admitamos que otros muchos se dejarán llevar por la "seguridad" proporcionada por el "Estado Providencia", lo que supone una permanente negación de la responsabilidad individual al mermar su incentivo (y su capacidad) para la planificación responsable de su vida y de su futuro.

Habría que reducir drásticamente el Estado del Bienestar y, a lo sumo, mantener el mismo especialmente para casos de asistencia subsidiaria a inmaduros temporales (infantes) o a inmaduros definitivos o sobrevenidos (dementes o incapacitados mentales de cualquier tipo) cuando la familia del afectado o la actividad privada no haya podido dar una asistencia mínima satisfactoria.

El extender, por el contrario, el Estado del Bienestar coactivamente a todas las personas es un disparate. Uno de los numerosos efectos indeseados de este "déspota benevolente" (como lo llama James Buchanan) es éste: fomenta actitudes irresponsables e inmaduras entre los adultos. Parafraseando la ilustrada divisa kantiana, podríamos pedir: "¡Adolecere aude!".

Aún no hay comentarios, ¡añada su voz abajo!


Añadir un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Más artículos

El día en que faltaban pisos

El tema de la vivienda es, sin duda, el principal problema de la generación más joven de país, podríamos decir de la gente menor de 35 años que no ha accedido al mercado de vivienda en la misma situación que sus padres, y no digamos ya de sus abuelos.