Skip to content

El Estado no liberal de Viktor Orban

Compartir

Compartir en facebook
Compartir en linkedin
Compartir en twitter
Compartir en pinterest
Compartir en email

El primer ministro húngaro, Viktor Orban, ofreció un discurso el pasado sábado, 29 de julio, ante los fieles de su partido, el Fidesz. En él, dijo: «No creo que nuestra pertenencia a la Unión Europea nos impida construir un nuevo Estado no liberal, basado en unos fundamentos nacionales». A su juicio, «la crisis financiera global ha demostrado que los Estados de democracias liberales no pueden seguir siendo globalmente competitivos». Así las cosas, «la era de las democracias liberales se ha terminado».

La expresión que todos los medios traducen al inglés, al francés y al español como «iliberal» no es exactamente antiliberal en el sentido que entendemos en España. En el contexto en el que habla Orban, se refiere tanto a una democracia con frenos y contrapesos como al Estado de Bienestar, la integración económica internacional y la libre inmigración. La crisis económica ha sido un punto de inflexión «como el de 1945 o el de 1990», pues ha demostrado que los Estados que siguen este modelo «liberal», «se consumen en la deuda, y ya no son un modelo sostenible en occidente».

Orban cree que Hungría necesita «encontrar un método de organizar la sociedad que difiera de las ideologías aceptadas en occidente». La sociedad, dice, «no es una simple suma de individuos, sino una comunidad que necesita ser organizada, fortalecida, y desarrollada». Y precisa: «En este sentido, quiere construir «un Estado iliberal, un Estado no liberal. No niega los valores fundacionales del liberalismo, como la libertad y otros. Pero no hace de esta ideología el elemento central de la organización del Estado».

Estas ideas no deberían excluir su pertenencia a la UE, pues su propuesta no deja de ser democrática. Sólo que los valores que impondrá el Estado desde la democracia serán otros. Él lleva años construyendo su Estado no liberal. El diario The Wall Street Journal lo resume así: «Ha cambiado la composición de tribunales y otras instituciones independientes, nombrando fieles de su propio partido, Fidesz; ha politizado el Banco Central; ha nacionalizado las pensiones privadas; y ha cerrado medios de comunicación por hacer ‘una cobertura partidista de las noticias'».

El sitio que han dejado de ocupar las democracias liberales como guía lo ocupan ahora otros modelos: «Singapur, China, India, Turquía, Rusia». Pero su verdadero modelo, quizás porque es el que le queda más cerca, es Vladimir Putin. Ya sabemos, entonces, qué entiende Orban por un modelo no liberal.

No es que Viktor Orban sea un advenedizo ni haya pensado en su momento sobre las conveniencias de la libertad. Su mentor, Miklos Haraszi, escribió un interesante artículo sobre él en 2002, en Open Democracy. Recuerda los orígenes en la oposición democrática al comunismo, cuando «Viktor Orban era el más anarco-liberal» de todos ellos. Él fue su alumno más aventajado en el estilo que Haraszi había encontrado para ganar el debate público para la libertad, a partir de hacer provocaciones calculadas. Orban, sigue Harazi en su artículo, ha sido exitoso al reunir en una sola formación a todos los partidos de la derecha. «Y su talento», añade, «consiste en su capacidad de cambiar de ideología y hacer de ídolo de los votantes que busca, cuando ello es necesario». De hecho, «se ha llevado a sí mismo y a Fidesz de ser un partido del anti autoritarismo radical a un conservadurismo cristiano radical».

El modelo expresamente anti liberal que propone Orban se explica, por tanto, por una combinación de elementos exteriores e internos. El Estado de Bienestar se ha ahogado en un tsunami de deuda, a las democracias occidentales se han adherido, como una lapa, unas ideologías sociales progresistas que una parte importante de la sociedad húngara rechaza, hay países que prosperan pese a no ser la Unión Europea, los Estados Unidos ni Japón, y la personalidad de Orban le lleva al oportunismo radical.

No es sorprendente que las actuales democracias occidentales no tengan el atractivo de otra época como ideal a seguir. Son poco democráticas, se identifican con valores en ocasiones muy anti liberales e incluso totalitarios, han creado un Estado providencia que es ineficaz. El sálvese quien pueda nacionalista que propone Viktor Orban es una respuesta en cierto sentido lógica a ese fracaso. Pero es peligrosa para la libertad. El hecho de que el conservadurismo autoritario haya ganado prestigio es una mala noticia.

Aún no hay comentarios, ¡añada su voz abajo!


Añadir un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Más artículos

El día en que faltaban pisos

El tema de la vivienda es, sin duda, el principal problema de la generación más joven de país, podríamos decir de la gente menor de 35 años que no ha accedido al mercado de vivienda en la misma situación que sus padres, y no digamos ya de sus abuelos.