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El silencio de los consumidores

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El culebrón económico del verano ha sido el bloqueo de los textiles chinos, almacenados en los puertos europeos sin poder llegar a su destino. Ropa que llenaría las tiendas del ramo de productos más baratos que los actuales, para gozo y disfrute de los consumidores de nuestro continente. Sin embargo, en las noticias que veíamos en la televisión contemplábamos las protestas de los productores locales de textil por la competencia china, pero jamás las protestas de los consumidores y sus asociaciones porque se les prohibiera consumir. Y es que jamás se ha visto ninguna protesta de las organizaciones de consumidores por los aranceles y las cuotas a los productos extranjeros, cuando son una de las principales causas de precios elevados de mucho de lo que consumimos.

Si vemos las notas de prensa de la OCU, la más conocida asociación de consumidores, veremos que durante el verano se ha mostrado tremendamente preocupada porque las compañías de móviles cobren por segundos en lugar de por fracción de minuto, y hasta por el elevado precio de las palomitas en los cines. Pero con respecto a las decisiones políticas que elevan artificialmente el precio de la ropa que llevamos no encontramos más que el silencio absoluto.

Las notas de prensa de la CECU hacen notar sus vacaciones de verano, puesto que parece que en agosto los consumidores no existan, además de la ausencia de menciones. Eso sí, como sucede con la FACUA, mucha preocupación por los transgénicos, pese a que no se tengan noticias de que hayan provocado nunca problema de salud alguno. Esta asociación parece ocuparse mucho más de los graves riesgos de… ¡Gmail! Tampoco CEACCU, ASGECO, HISPACOOP, UNAE o FUCI parecen preocupadas en lo más mínimo.

Y es que las organizaciones españolas se inquietan mucho por lo que puedan hacer las empresas y muy poco por lo que puedan hacer los gobiernos. Pertenecen a la escuela de Ralph Nader, el político americano de extrema izquierda que inició su carrera escribiendo el libro “Unsafe at any speed”, en el que un coche llamado Corvair provocaba sus ataques por su gran inseguridad. Nader logró que se prohibiera el coche, pese a que investigaciones posteriores del gobierno no mostraron que fuese un automóvil especialmente peligroso en comparación con sus coetáneos. Ese libro y la campaña que le siguió le convirtieron, sin embargo, en el más famoso “defensor de los consumidores”. Sin embargo, cuando publicó el libro las víctimas por accidente de coche estaban cayendo dramáticamente, sin que Nader ni las regulaciones posteriores inspiradas por él y los suyos marcaran demasiada diferencia.

La defensa de los consumidores, desde entonces, consiste en reducir las opciones de los mismos a las que ellos consideren apropiadas. El propio Nader llegó a escribir que “el consumidor debe ser protegido a veces de su propia indiscreción y vanidad”. Las organizaciones españolas parecen seguir ese modelo, y como para prohibir opciones a los usuarios necesitan del gobierno y la Unión Europea, no parece que las acciones de éstos en contra de los consumidores vayan a ser nunca blanco de sus ataques.

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