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El síndrome de San Pablo

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Cuentan los Hechos de los Apóstoles que Saulo de Tarso cayó de su caballo camino de Damasco ante una luz que le preguntaba por qué le perseguía. Ciego y asustado, Saulo comprendió que Dios le llamaba al buen camino. Pablo, apóstol de Cristo, comenzó una senda que llevaría a la Cristiandad a la salvación. Parece que Al Gore, salvando las distancias entre uno y otro, en algún momento de su carrera política fue cegado por el ídolo del ecologismo y que su misión es convencernos de que nos acercamos a la Apocalipsis climática, guiarnos por el buen camino pese a nosotros mismos, calmar nuestras ignorancia, aliviar nuestras penas, perdonar nuestros pecados.

No es el primero ni será el último que participan de esto que he venido en llamar Síndrome de San Pablo, Lenin cayó de rodillas ante el dios marxista, Hitler se erigió en el líder de la raza aria triunfante entre los demás seres inferiores. Los convertidos son, entre los creyentes, los más pertinaces pues deben de deshacerse de su pasado pecador y demostrar su recién adquirida fe. Y no es que Al Gore fuese en el pasado un político especialmente combativo con el ecologismo –fue en la época Clinton, con Gore de vicepresidente, cuando la presidencia firmó el Protocolo de Kioto que luego no fue ratificado por un Congreso dominado por los republicanos–, pero sorprende que durante el periodo en el que tuvo ese poder no hiciera mucho más por el medio ambiente, tanto como pide ahora. La hipocresía es una de esas habituales cualidades de los hombres de estado que nos negamos a ver cuando nos son simpáticos o que incluso aplaudimos cuando cojeamos del mismo pie.

Su documental, An Incovenient Truth (Una verdad incómoda), es un alegato sin complejos a favor de las tesis ecologistas, alegato que usa las mismas armas que el ecologismo, las mentiras, las medias verdades y una buena dosis de propaganda con una excelente puesta en escena. Pese a la buena crítica por parte de los medios de comunicación, tan políticamente correctos, ha encontrado algunos periodistas y opinantes que se atreven a dudar de algunas de sus dogmas. Estos pecadores nos recuerdan que no hay verdades absolutas en un tema tan complejo como es el clima terrestre y que todo escribano tiene un borrón.

Paul Reiter, director de la Unidad de Insectos y Enfermedades Infecciosas en el Instituto Pasteur de París, pone en duda la relación entre el cambio climático y la supuesta proliferación de ciertas enfermedades tropicales:

Hace aproximadamente catorce años, un pequeño grupo de personas desconocidas en mi área de estudios empezó a publicar artículos apocalípticos –especialmente, en la prensa popular– afirmando que zonas templadas de Europa y de América estaban siendo amenazadas con "enfermedades tropicales" debido al calentamiento global, y que estas mismas enfermedades estaban subiendo a las montañas de los países centroamericanos. No había la más mínima evidencia para apoyar semejantes afirmaciones.

Este hecho, aunque desmentido y aclarado por los autores, forma parte de la argumentación de la película. El mismo Reiter nos explica alguna de las falsedades usadas por Gore:

Por ejemplo, afirma que Nairobi, en Kenia, fue fundada a gran altura con el fin de evitar la malaria, algo que simplemente no es cierto. Ubicada a mitad de camino entre Mombasa y Kampala, Nairobi fue un lugar pantanoso e infestado de malaria, donde los masai daban agua a sus manadas. Luego se convirtió en un centro de comercio. De hecho, a 1500 metros de altura, Nairobi está por debajo de la altura máxima de 2250 metros donde la malaria ha sido registrada en Kenia.

Otro que ha decido ponerle las peras a cuarto es Bjorn Lomborg, autor de El Ecologista Escéptico y crítico con el movimiento ecologista, que también saca los colores del ex candidato demócrata a la presidencia americana:

Gore muestra imágenes de la Antártida y habla de un dramático calentamiento del 2%, ignorando que el 98% del territorio ha sufrido un significativo enfriamiento durante los últimos treinta y cinco años. De hecho, según el panel de clima de Naciones Unidas, durante este siglo, la Antártida aumentará su masa de nieve. De igual modo, apunta a una disminución del hielo marino en el Hemisferio Norte, pero no menciona el aumento de hielo en el Hemisferio Sur.

Uno de los grandes aciertos del artículo de Lomborg es llamar la atención sobre la actitud moralizante de Al Gore. Para este nuevo profeta es nuestro deber hacer frente al cambio climático y dejar de lado los otros problemas que podamos tener, tanto a título individual como colectivo. Gore no duda en sacrificar el progreso de la Humanidad para hacer frente a "el peligro" sin pensar en las consecuencias de estos actos, sin pensar siquiera en su idoneidad o de si existen otros muchos aspectos mejorables a los que se puede hacer frente de manera más exitosa que a algo tan difuso como el cambio climático. El objetivo de Gore es ante todo maximizar sus neuras hasta convertirlas en las de todos. La conversión a la fe verdadera.

El alarmismo es una herramienta poderosa de propaganda y este documental es un excelente ejercicio. Por supuesto que no critico su existencia, Al Gore es muy libre de exponer sus propios miedos y neuras, dinero no le falta y poder, tampoco. Tiene a su espalda un poderoso equipo que le fabrica su mundo virtual y nos lo muestra como nuestro mundo real. Más peligroso es que, atraídos por la luz, por el carnero de oro, nuestros políticos se conviertan en actores de semejante teatro, y de paso, nos arrastren a todos en su camino.

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