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Estados Unidos, falso paladín de la libertad

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El economista David Friedman escribió hace algunos años un libro titulado Future Imperfect, en el que analizaba las implicaciones de potenciales revoluciones tecnológicas que podrían suceder en las próximas décadas. Una de ellas era la que denominaba el Panóptico Universal. El panóptico es un centro penitenciario imaginario diseñado por el filósofo Jeremy Bentham, que permite a los carceleros vigilar permanentemente todos los movimientos de los presos de forma secreta, sin ser vistos. David Friedman decía que, con la tecnología actual, un país como Estados Unidos podía convertirse en un Panóptico Universal, un país en el que el gobierno mantuviera permanentemente vigilados a los ciudadanos con una eficacia nunca antes vista.

Hasta ahora el espionaje masivo era realmente caro. Si un gobierno quería tener vigilada a su población requería, fundamentalmente, de muchas personas contratadas a tiempo completo escuchando un sinfín de conversaciones telefónicas y viendo horas de videograbaciones. Ya no hace falta todo ese derroche de recursos. Como explica David Friedman, ahora, a un precio razonable, un programa informático puede recoger las conversaciones telefónicas, transformar los sonidos en texto, almacenarlo en bases de datos, y realizar búsquedas inteligentes de palabras o frases claves según lo que al gobernante de turno le dé por perseguir. O aún mejor, puede grabar a la población mediante una inmensa red de económicas cámaras digitales, aplicar lo último en programas de reconocimiento facial y ser capaz de saber qué hace cada individuo en cada momento. Imaginen, dice Friedman, cuando en unos años haya cámaras baratas del tamaño y las características aerodinámicas de un mosquito. Si el gobierno quiere jugar a ser el Gran Hermano, puede hacerlo a un módico precio.

El estallido del escándalo del Obamagate ha puesto de manifiesto que el futuro sugerido por Friedman no anda muy desencaminado. Un antiguo empleado de la Agencia Nacional de Seguridad estadounidense, Edward Snowden, filtró a la prensa pruebas de que el gobierno estaba espiando masivamente a la población. Haciendo uso de diversos programas de vigilancia, el gobierno se dedicaba a recabar metadatos de teléfonos móviles, información privada de las redes sociales y otros datos en colaboración con grandes empresas con información privada de los ciudadanos, permitiendo técnicamente al gobierno saber dónde está y con quién habla cada individuo. Estados Unidos comienza a parecerse peligrosamente al Panóptico Universal. El gobierno ha recorrido ya buena parte del camino hacia ese terrible ideal totalitario y no parece dispuesto a parar ahí.

A veces conviene recordar que en su día Estados Unidos fue la tierra de la libertad. Se estableció como un país al que cualquiera podía ir a labrarse el futuro. El sueño americano no consistía, por raro que nos pueda parecer ahora, en hacerse con una plaza de funcionario ni en conseguir subsidios. Lo que Estados Unidos ofrecía a quien quisiera, al menos en teoría, era algo muy sencillo: libertad. Mientras no agreda, robe, defraude o incumpla sus contratos, nadie le impedirá que intente sacar adelante sus proyectos. Ya no es así. Aún se conserva parte de la retórica liberal, pero desde hace tiempo no coincide con la realidad. Estados Unidos ha ido canjeando espacios de libertad por poder gubernamental durante décadas, hasta llegar al gigantesco y vigilante leviatán que es ahora.

Esto no quiere decir que de pronto Estados Unidos sea el país con menos libertad del mundo, pero ya no es el ejemplo que era. Ahora se ha convertido en el falso paladín de la libertad, que predica pero no cumple. Si decían que en el siglo XIX había que vivir en Inglaterra y en el siglo XX en Estados Unidos, podríamos decir que el siglo XXI es el turno de Asia y Oceanía. Un rápido vistazo al Índice de Libertad 2013 que publica el Heritage Institute nos revela que los cuatro países más libres del mundo hoy están en esa zona: Hong Kong, Singapur, Australia y Nueva Zelanda. Estados Unidos cae al décimo lugar superado, incluso, por su país vecino, Canadá.

La última década ha sido letal para la libertad en Estados Unidos. Recientemente el The Economist publicaba un artículo titulado La década perdida de la libertad en la que denunciaba este hecho. Desde los atentados del 11-S, primero con Bush y ahora con Obama, el gobierno ha estado utilizando el argumento de la seguridad y la guerra contra el terror para ir enterrando parcelas de libertad individual. Este abandono de los que fueron los valores americanos no es cosa exclusiva de Obama, ni de Bush. La mayoría de la población americana aplaude y apoya esta triste deriva. Sin embargo, la peor señal de que esto no va a mejor es la violencia con la que el gobierno ha reaccionado contra Snowden o contra otros "chivatos" como Bradley Manning. Es una buena prueba de cómo el gobierno americano está en un proceso de blindaje contra cualquier filtración de abusos de poder. No le preocupa tanto la pérdida de libertad como la denuncia de la misma. Y quiere dejar claro que ésta sale cara.

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