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¿Estamos apagando el fuego con gasolina?

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La semana pasada tuve ocasión de ver, en un programa de televisión, las declaraciones de una persona que se había arruinado tras haber sido despedida, ya que no pudo hacer frente al préstamo que había contraído para la adquisición de su vivienda. Desafortunadamente, los casos en que una persona no puede hacer frente a los préstamos a los que se ha comprometido previamente no son infrecuentes, y casi todos conocemos algún caso de personas conocidas que han sido embargadas por falta de pago.

A esta triste situación se puede llegar de muchas maneras, pero generalmente es resultado de una valoración muy optimista que se realizó inicialmente de lo que podía deparar el futuro. Esta valoración no deja de ser un hecho subjetivo, basado en las experiencias, percepciones y conocimientos personales de cada persona. Por ello resulta extremadamente difícil averiguar los motivos por lo que dicho cálculo erró.

Tratar de generalizar a la hora de buscar el motivo por el que existen personas que tienen que afrontar una situación tan trágica resulta un tanto arriesgado. Lo que sí parece claro es que existen determinados periodos temporales en los que más personas se ven abocadas a esta triste situación, normalmente coincidiendo con la denominada parte baja del ciclo económico.

Uno de los motivos por los que se pueden realizar estas estimaciones tan alejadas de la realidad pueden deberse a que determinadas circunstancias induzcan a realizar inversiones poco rentables o a sobreestimar los ingresos que se van a obtener en un futuro. Una de las causas se puede encontrar en el interés que se cobraría por la financiación de dichos proyectos. Así, un entorno como el que llevamos viviendo hace unos años, en que el interés al que prestan el dinero los distintos bancos centrales se encuentra muy bajo, conduce a que los bancos financien los préstamos necesarios para acometer distintas inversiones a un coste muy bajo.

Estos bajos costes financieros animan a distintos emprendedores, inversores y particulares a acometer proyectos que en situaciones normales no se plantearían, dada su baja o nula rentabilidad. No obstante, la bajada estos costes estimulan el abordaje de los mismos. Desafortunadamente, los bajos tipos de interés tienen su contrapartida, el envilecimiento de la moneda. Al existir más dinero en circulación, lógicamente el valor de éste se reduce, por lo que los productos que se pretenden adquirir con ésta, se encarecen, apareciendo la inflación. Por tanto, esa bajada de tipos de interés, que presagiaba una reducción de costes del proyecto, se transforma en lo opuesto, ya que todos los demás costes se incrementan, al haberse mermado el valor de la moneda con la que se va a pagar dichos costes. Además, al valer menos la divisa, los compradores potenciales con los que pudiera contar el emprendedor ven mermada su capacidad de compra, por lo que se disminuyen, a su vez, las posibles ventas.

Por lo tanto, el efecto de las bajadas sin fundamento, de los tipos de interés por parte de los bancos centrales son tres. De un lado incentivan el acometimiento de proyectos de inversión de rentabilidad dudosa. Por otro lado, aumenta los costes a largo plazo del proyecto, al hacer aparecer la inflación. Finalmente, disminuyen los posibles ingresos que se puedan obtener, por haberse visto mermados los ingresos y ahorros que tienen los posibles compradores, precisamente por el envilecimiento de la moneda.

Toda esta situación provoca una gran inestabilidad, ya que existen gran cantidad de proyectos, de mínima rentabilidad, cuya estimación de beneficios es irreal, al estar sobrevalorados los ingresos e infravalorados los costes. Cuando finalmente se le pone fin a la inversión al descubrirse la poca, nula o negativa rentabilidad de la misma, la inestabilidad vuelve a incrementarse, ya que la liquidación de dichas inversiones provoca que se ponga fin a los contratos laborales que existían. Estos despidos traen consigo que los trabajadores, que también habían efectuado sus proyectos de inversión particulares, como la adquisición de su vivienda, se vean sin medios con los que hacer frente a los costes financieros. Como la mayoría de las empresas se ven afectadas por el mismo problema, al haber acometido también proyectos de inversión poco rentables, precisamente inducidas por las mismas causas, la búsqueda de nuevo empleo puede convertirse en una tarea ardua.

La política de tipos de intereses artificialmente bajos está provocando el empobrecimiento de gran parte de la población, al haberlos inducido a engaño al animarlos a ejecutar inversiones dudosas a la par que empobrece sus ingresos y ahorros. Por lo tanto, tratar de «reactivar» la economía bajando los tipos de interés equivale a tratar de apagar el fuego con gasolina, fuego precisamente creado al adoptarse anteriormente dicha política. La salida de la crisis no puede pasar por una expansión monetaria, sino por el aseguramiento el valor de la moneda. De esta forma no se estará engañando a la población dando a entender que tiene una riqueza que no es real.

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