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Evolución de las formas del Estado (II)

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Vimos en la parte I del artículo cómo el proceso de institucionalización del poder ha sido estudiado por diversos autores como, por ejemplo: Georges Burdeau, Otto Hintze, Carl Smith, F. Meineke, Bertrand de Jouvenel, Michael Oakeshott o Dalmacio Negro.

Las instituciones morales o, si se prefiere, los patrones de comportamiento adquiridos como el respeto por la vida propia, la familia, la propiedad privada, el lenguaje, el cumplimiento de los contratos, el comercio, la empresa, el dinero, la banca… son las instituciones espontáneas y naturales que permiten la eficiencia dinámica en Economía.

El Gobierno es otra forma institucional que permite administrar los asuntos comunes o "res publica" tanto si se trata de alcanzar un fin privado al dirigir una familia, un negocio o una empresa como si se trata de coordinar un fin común al gestionar una ciudad, un condado o una provincia.

Sin embargo, siguiendo esta línea de análisis institucional, el Estado es una forma institucional "artificial" frente a las formas más espontáneas, orgánicas y naturales de organización de lo político que son la Ciudad, la Provincia, el Reino y el Imperio. De hecho, el Estado no ha existido siempre y surgió hace relativamente poco en la historia de la humanidad impulsado territorialmente por la oligarquía que formaban el Rey, la Corte Real y la Iglesia a finales del siglo XV y comienzos del XVI.

En esta parte, veremos como la evolución del Estado se puede clasificar en tres grandes fases que están relacionadas directamente con el tamaño creciente del sector público en las economías de los países, crecientemente intervenida por las élites extractivas, la oligarquía o, si se prefiere, la casta política que ejerce el poder en cada territorio.

1. Primera fase de MONARQUÍAS ESTATALES, en los siglos XVI y XVII.

La primera fase se produce durante los siglos XVI y XVII, con la aparición de la institución “artificial” del Estado para la provisión de seguridad a los pueblos y ciudades de uno o varios reinos entorno a la figura del Rey y su Corte.

Se produce una afirmación de la estatalidad mediante las Monarquías Estatales, con un Estado Mínimo que proporcionaba seguridad exterior, interior y jurídica a la población de uno o varios reinos.

En esta primera fase, en Europa y América, la oligarquía está constituida por el Rey, la Corte Real y la Iglesia. El tamaño del Estado apenas representaba un 5% del Producto Interior Bruto (PIB) de la época, como señala Carlo Cipolla (8) en su obra Historia Económica de la Europea Preindustrial.

Sin embargo, la limitación del poder del Rey (o “mutatis mutandis” del Estado moderno), sólo logró arraigar y extenderse parcialmente a partir de la obra Dos Tratados sobre el Gobierno Civil (1689) de John Locke (1632-1704). Locke replicó, sin ninguna innovación substancial, las ideas escolásticas previas sobre los derechos de propiedad privada adquirida por el trabajo y los derechos subjetivos de la población —que argumentaban los jesuitas españoles 80 años antes—. Sin embargo, John Locke logró una gran difusión entre los intelectuales y la población del Reino Unido con el objetivo de diferenciar y defender el incipiente parlamentarismo inglés frente al absolutismo que era generalizado en otras cortes reales continentales, como en Francia y en España.  

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