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Fallos del mercado. Perdone, ¿fallo de quién?

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El mercado ha fallado, se nos dice. Incluso economistas que aparentemente parecían defender el libre mercado abrazan esta tesis, como el caso del chicaguense Richard Posner en su reciente libro A Failure of Capitalism.

A esta tesis responde Peter Boettke con una analogía del exitoso nadador olímpico Michael Phelps: "Si ataras de brazos y piernas a un nadador de primera como Michael Phelps, le ataras pesadas cadenas sobre los pies y le lanzaras a una piscina y se hundiera, no lo llamarías un ‘fracaso de la natación’ o un fracaso de Michael Phelps. Entonces, cuando los mercados han operado con el lastre de excesivas y perjudiciales regulaciones, ¿por qué llamarlo ‘fracaso del capitalismo’?"

Pero una vez que se llega a la conclusión de que el mercado ha fallado, la idea más ampliamente aceptada es que el Estado debe intervenir para solucionarlo. Estos fallos del mercado aparecen por doquier en la mente de los intervencionistas, ya sea cuando se produce cualquier tipo de efecto externo, existen presuntos bienes públicos, el mercado no es "perfectamente competitivo", la información es "asimétrica e imperfecta", existe "elevado riesgo e incertidumbre", el número de especies del oso polar en Alaska no es el óptimo, o cualquier otra excusa que se les ocurra.

Sin embargo, antes de identificar un fallo de mercado y clamar por una mayor intervención, no estaría de más pararse a reflexionar sobre estos puntos:

  1. ¿Existe realmente un mercado que pueda funcionar libremente y al que, en consecuencia, se le pueda culpar por resultados no deseados? Quizá, por ejemplo, no estén bien definidos ni protegidos los derechos de propiedad, por lo que estrictamente, no existiría un mercado. Piense, por ejemplo, en los problemas originados por los efectos sobre especies animales y marinas de la caza y pesca en recursos comunes (problema conocido como "tragedia de los comunes").
  1. ¿Cuál es la estructura legal e institucional que influye la actividad que supuestamente es un fallo del mercado? Quizá, como decía Boettke, los individuos que forman ese mercado están expuestos a una maraña de regulaciones y restricciones que dificulta sus interacciones voluntarias y origina ineficiencias. Piense, por ejemplo, en la escasa innovación y emprendimiento en España, actividades que algunos señalan como sujetas a estos fallos del mercado.
  1. ¿Bajo qué criterios está juzgando al mercado? El mercado es una institución humana, por tanto imperfecta, y utilizar el criterio de la perfección no vale. Parece algo obvio, pero no lo es. Y es que, como recuerda Lucas Engelhardt, "comparar el mundo real con construcciones imaginarias (léase modelo de competencia perfecta u criterio de eficiencia paretiana) y usar éstas para condenar a la realidad es una práctica largamente aceptada en la economía convencional. Los austriacos están en frecuencia solos al declarar que ésta no es una forma válida de medir la optimalidad de los resultados del mercado".
  1. ¿Realmente es deseable solucionar ese presunto fallo? Quizá los costes de solucionarlo sean muy altos. ¿Por qué no se ha solucionado hasta el momento? Quizá existiera alguna traba administrativa, legal o de otro tipo que impidiera su resolución. ¿Por qué supone que no se va a solucionar en un futuro inmediato? Quizá al tratar de corregir ese problema de manera estatal en un punto determinado del tiempo, lo que haces es evitar que aparezca una solución de mercado un poco más tarde, obstaculizando el proceso de descubrimiento empresarial. Piense, por ejemplo, en las innovaciones que se impidieron durante décadas en el sector aéreo por ser monopolios legales.
  1. ¿Por qué está suponiendo que, en caso de hallar un problema real, sería deseable que el Gobierno interviniera? Quizá esté juzgando con distinto criterio al mercado y al Gobierno. Mientras que al primero le ve fallos, al segundo lo analiza en sus modelos como un tipo ideal. ¿Acaso el Gobierno no tiene fallos? ¿Sabe cómo funciona el proceso político? ¿Realmente le gustaría confiar la resolución de los problemas en los políticos y burócratas, esos mismos que tan frecuentemente salen en los medios acusados de corrupción y asuntos sucios varios, y que tanto le mienten, engañan y manipulan en su misma cara solo para conseguir su voto? Y una vez analizado el funcionamiento de la política con una adecuada teoría de la acción humana, ¿cómo sabe que los fallos del mercado son más graves que los del Gobierno?

Resulta que cuando uno se para a pensar sobre estos puntos, al menos quien escribe estas líneas concluye que se suele utilizar un doble rasero para valorar los resultados del mercado y los del Estado.

Esto creo que se puede ver con claridad en el caso de la educación en España. Pocos dudarán del penoso desempeño del sistema educativo español. Sin embargo, pocos defienden que el Estado se retire de la arena educativa, y el consenso mayoritario pide que se haga un Pacto de Estado, que se hable con todas las fuerzas sociales, etc., etc. Es decir, continuar con el estatismo pero darle alguna vuelta de tuerca.

Por el contrario, imagínense que la educación estuviera a cargo del sector privado y que, imaginemos, estuviera dando tan malos resultados como los actuales (aunque lo más probable sería que desde el Estado se exageraran negativamente esos resultados, y que se nos dijera que de no ser por un cambio hacia un modelo estatalizado, la sociedad acabaría en la miseria educativa). En ese caso, ¿alguien duda de la reacción de los políticos y de muchos intelectuales? "¡El mercado ha fallado, hay que intervenir!", se nos diría.

O también podemos apoyar la tesis del doble rasero con un fenómeno recurrente: cuando fracasan las agencias o instituciones públicas a la hora de cumplir su papel, éstas exigen un mayor poder para tratar de evitar esos fallos en el futuro, y normalmente lo consiguen. Véanse los casos de los servicios de inteligencia para evitar el 11-S, la reguladora Securities and Exchange Commission (SEC) para evitar el caso de Madoff o la Reserva Federal americana con sus alocadas políticas, causantes en buena medida de la crisis actual. En cambio, las organizaciones privadas que en un libre mercado fracasan al no satisfacer las exigencias de los consumidores simplemente desaparecen.

Es curioso este doble modo de pensar y, desgraciadamente, también de actuar. A los fallos del Estado se responde con más Estado, mientras que a los fallos del mercado se responde del mismo modo: con más Estado e intervención.

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