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La ciencia moral según Michael Shermer

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La ciencia y la razón nos han hecho mejores, no sólo desde un punto de vista económico sino, sobre todo, moral.

Ya he hablado aquí antes sobre Michael Shermer: brillante pensador estadounidense, estudioso de la evolución del comportamiento del ser humano y sus creencias, editor de la revista Skeptic y columnista habitual de Scientific American, entre otras cosas. Un tipo al que merece la pena escuchar y, sobre todo, leer: en esta ocasión, me referiré a su libro The Moral Arc.

Shermer pretende demostrar que el progreso moral del ser humano, al igual que el progreso económico, también es resultado de su progreso científico y tecnológico. La idea que subyace en todo el libro es que, como consecuencia de la Revolución Científica, apenas hace 500 años, la Edad de la Razón y la Ilustración permitieron revertir el retroceso moral que había sufrido el ser humano hasta entonces.

El libro se estructura en 3 grandes bloques: la explicación de ese progreso moral (incluyendo un capítulo sobre por qué la religión no puede ser la fuente de la moralidad), su aplicación a la hora de garantizar algunos derechos básicos (incluyendo un magnífico capítulo sobre la esclavitud) y algunas enmiendas necesarias para seguir avanzando y evitar retrocesos (por ejemplo, la justicia moral como fundamento para la reparación del daño y el dolor infringido a las víctimas).

Shermer no niega que hayamos podido atravesar profundos baches hasta llegar a hoy, pero asume que los avances en materia de moralidad evidencian que vivimos en la mejor época de nuestra historia al respecto: mejores formas de gobierno (supremacía de democracias liberales frente a teocracias y dictaduras), mayor prosperidad económica (derechos de propiedad y libertad de comercio, reducción de la pobreza a escala mundial), más derechos y libertades (derecho a la vida y a la propiedad, libertad de expresión, voto, asociación, etc.), longevidad y salud (más esperanza y mejor calidad de vida), número de muertes violentas (guerras, homicidios, etc.), abolición de la esclavitud (sólo existente en forma de esclavitud sexual o laboral), etc.

Esa evolución moral tiene su origen en la ciencia y la razón, no en la religión, y se expande a lo que Shermer denomina “la esfera moral extendida”: la capacidad del ser humano para el razonamiento abstracto le permite intercambiarse y plantearse si lo que piensa y lo que hace es correcto o no para la supervivencia y la prosperidad de otros, empezando por nuestro entorno (familia, amigos, grupo y especie), para terminar considerando cómo impactan ese tipo de cuestiones morales a otras especies y, en general, a todos los seres dotados de conciencia emocional en nuestra biosfera.

Un caso evidente: ya no necesitamos quemar brujas en la hoguera porque nuestro conocimiento de la meteorología, la agricultura y las plagas nos explican las razones de una mala cosecha. Pero en la Edad Media, no sólo era racional, sino incluso moral: el método científico nos permite decir hoy que la quema de brujas (o los sacrificios humanos, la superioridad de una raza y el derecho divino de los reyes, por ejemplo) es un acto inmoral.

Libro excelente, muy bien documentado (como corresponde a un investigador de la talla de Shermer) y con una extensísima bibliografía, repleto de ejemplos y experimentos para explicar el comportamiento humano desde el punto de vista moral: sin embargo, al terminar su lectura, no he podido dejar de sentir un regusto amargo. Quizás simplemente sea la pena de ver a otro intelectual, supuestamente liberal, caer en postulados que defendería cualquier “progre” analfabeto.

Algunos ejemplos: el nazismo es tratado extensamente a lo largo de varios capítulos del libro para explicar lo que fue, una barbarie moral que se adueñó de una sociedad (no sólo de sus dirigentes), de manera gradual, acostumbrándose poco a poco al mal en sus distintos grados de intensidad, hasta llegar al horror del genocidio. Bien. El problema es que sabemos que el comunismo pretendía algo parecido y encima ganó la batalla de la propaganda: sin embargo, en las pocas ocasiones en las que se menciona el gulag en el libro de Shermer, se hace con frases a modo de titulares, sin análisis de datos, sin fotos. ¡Y mira que hay!

Otro más: además de referirse a la Biblia como “una de las obras más inmorales de toda la literatura”, Shermer se olvida de que algunas figuras y algunos textos sagrados del Antiguo Testamento lo son también para el judaísmo y el islamismo, no sólo para el cristianismo, al que, sin embargo, se asocian todas las barbaries cometidas en nombre de la religión. La excusa merece releerse: “I will focus primarily on the effects of religion in the Western world, especially Christianity, since it has been so influential in the history of the West and because it lays claim more than any other to being the driver of moral progress”.

O sea, el cristianismo ha sido muy influyente en Occidente, pero no ha contribuido a esa evolución moral que le debemos a la ciencia… ¡De Occidente! En fin, yo creí que nuestra civilización surgió de una acumulación evolutiva en torno a la filosofía griega, el derecho romano, y por supuesto, el humanismo cristiano. Shermer parece querer olvidar esas raíces, especialmente indudables hablando de moralidad: aunque no lo dice directamente, se intuye que Newton o Rousseau, por ejemplo, contribuyeron más a la ciencia moral que Sócrates, que vivió en una sociedad esclavista, o Santo Tomás de Aquino, Doctor de la Iglesia Católica y padre de la Escolástica, que vivió en la oscuridad de la Edad Media…

Pero lo único que me ha parecido realmente difícil de digerir es el capítulo dedicado al derecho de los animales: un capítulo entero para acabar diciéndonos que es hora de garantizar los derechos de los animales a sobrevivir y prosperar por cuestiones morales. En el caso de los animales salvajes, Shermer simplemente propone darles libertad para cazar y comer en su hábitat natural, protegiéndoles de cazadores furtivos; en el de los animales domésticos, hay que sustituir las granjas factoría por granjas familiares para darles una versión más humana del entorno donde han vivido desde hace 10.000 años (sic). Ya. ¿Y la tragedia de los comunes? ¿Y los derechos de propiedad de los dueños de esos animales domésticos? ¿Liberal?

En fin, un libro muy recomendable, cuya hipótesis principal queda demostrada, en mi opinión: la ciencia y la razón nos han hecho mejores, no sólo desde un punto de vista económico sino, sobre todo, moral. Creo que eso se puede defender sin caer en la típica corrección política progresista ni en argumentos puristas del estilo “si no piensas de esta determinada manera, no puedes ser liberal”: como tantos otros últimamente, no estoy seguro de que Michael Shermer piense que se puede entender el liberalismo de manera subjetiva, y, por tanto, diferente (aceptando unos principios básicos que, por supuesto, no suponen ningún problema para nosotros, los liberales poco dogmáticos).

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