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La competencia perfecta de las tribus nómadas

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El modelo de competencia perfecta es el signo más distintivo de la economía neoclásica y, por ende, de la economía mainstream que domina en la actualidad en círculos académicos y políticos.

La gran mayoría de decisiones regulatorias con pretendido fundamento económico utilizan dicho modelo para su justificación. A modo de ejemplo, todo el derecho de la competencia o antitrust tiene sus bases en dicho modelo; o sea, que cuando se persigue a Microsoft o se sanciona a las compañías aéreas, es porque alguien está mirando a ese modelo y echando la culpa a estos agentes de que no se cumpla lo predicho por el mismo.

El modelo de competencia perfecta descansa en una serie de supuestos que, como bien han señalado muchos autores, más que supuestos son condiciones para hacer que haya solución de equilibrio. Esto es, no se simplifica la realidad para hacerla manejable, sino que se simplifica con el objetivo de que el modelo tenga solución.

Entre estos supuestos, cabe señalar los siguientes:

  • Todos los agentes tienen información perfecta.
  • Hay un gran número de oferentes, que confrontan una curva de demanda horizontal (esto es, solo se puede vender a un precio, y a ese precio se puede vender cualquier cantidad ofrecida).
  • No hay barreras de entrada ni de salida al mercado.
  • La capacidad y la tecnología están dadas y son exógenas al modelo.
  • El producto que se vende es perfectamente homogéneo.

Los economistas neoclásicos demuestran que, en estas condiciones, el mercado está en equilibrio. Y, más importante aún, dicha situación de equilibrio es un óptimo Paretiano: ningún intercambio puede mejorar la situación de un individuo sin empeorar la de otro. Así pues, el mercado en competencia perfecta no es solo una situación de equilibrio, sino que es la situación óptima para la sociedad. Cualquier mercado que se separe de este funcionamiento es ineficiente, por lo que se puede justificar la intervención estatal para mejorar la eficiencia del mercado y el bienestar de la sociedad.

De nuevo, numerosos autores se han encargado de atacar los supuestos y resultados del modelo de competencia perfecta, con escaso éxito a la vista de que se mantiene imperturbable en su posición de referencia para la regulación. Entre ellos, es de destacar el ataque de Hayek con base en el supuesto de información perfecta, argumentando que es precisamente la ausencia de información la que hace necesario el proceso competitivo. Si se asume información perfecta, entonces el mercado está necesariamente en equilibrio, pero precisamente porque se ha descartado el factor que hace necesaria la competencia.

No obstante, interesa aquí otro de los supuestos, cual es el de la "preexistencia" de una determinada capacidad y tecnología. Para el economista neoclásico, el individuo encuentra capacidad a su disposición, y únicamente tiene que optimizar su uso siguiendo las valoraciones de la gente. Nunca se pregunta de dónde ha salido esta capacidad o esa tecnología. En este sentido, tiene una visión infantil: ve una tarta y quiere repartirla; y, como los niños, no se pregunta quién ha hecho la tarta y qué pasará cuándo se gaste. Ese es otro problema.

Reisman sostiene que el modelo de competencia perfecta esconde una visión tribal de la economía: La capacidad es de la sociedad, y el empresario únicamente está autorizado a distribuirla de la forma óptima que da el modelo (esto es, igualando la utilidad al coste marginal). Si ello supone pérdidas para el empresario, bueno, es su problema.

Pero habría que añadir que realmente es una visión tribal, pero no de cualquier tipo de tribu. Ha de ser una tribu nómada, no nos vale una de cavernícolas. En efecto, el hombre neoclásico se encuentra la capacidad instalada y se la distribuye. ¿Qué pasa cuando se agota la capacidad? Pues fácil, se va uno a otro sitio a buscar capacidad.

Es un poco como las tribus nómadas. Sin ser experto en antropología, imagino que llegarían a un sitio. Allí encontrarían árboles frutales y animales para una temporada. Se dedicarían a recolectar lo primero y cazar lo segundo, intercambiando entre ellos según la ley de la utilidad marginal. Ello seguiría así hasta agotar los frutos de la naturaleza, momento en que los sabios decidirían que había que emigrar en busca de otros sitios con suministros intactos.

Como se observa, el modelo de competencia perfecta refleja bien esta situación: no hay que preocuparse por la capacidad y la tecnología (los árboles, la caza), pues milagrosamente se regenera con el tiempo. Solo hay que preocuparse por repartir adecuadamente entre los miembros de la tribu el producto de la recolección.

Sin embargo, en cuanto la tribu se hace algo más sofisticada, digamos que se instala en unas cuevas, el modelo se derrumba. Aquí ya aparece una capacidad instalada (la residencia de los trogloditas) que hay que mantener (aunque solo sea protegerla de las fieras, o limpiarla), lo que fuerza a algún individuo de la tribu a no poder intercambiar su producto al coste marginal que entienden los neoclásicos. En efecto, si el dueño de las cuevas da cobijo a precio cero a sus congéneres, se morirá de hambre, y desaparecerá la cueva, en cuanto que bien económico.

Ahora ya sabemos a qué aspiran gobiernos y reguladores cuando toman sus decisiones sobre el mercado. Ahora ya entendemos cuál es el paraíso dorado que buscan para nosotros: la vida nómada de las tribus de antaño. Por lo menos haremos ejercicio.

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