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La Europa del futuro

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Esperanza Aguirre ha estado en Bruselas, donde ha dicho algunas verdades necesarias acerca de Europa. Concretamente, ha subrayado el problema endémico de una Europa de grandes palabras que no interesa a los ciudadanos y que, en lugar de tanta teatralidad, tiene que centrarse más en la competitividad, el medio ambiente y la lucha contra la pobreza mundial.

Cuando parecía que íbamos a lanzar un aplauso individual a Esperanza, sus palabros se han convertido en los mismos que podemos oír a los líderes europeos. El medio ambiente ya es uno de los objetivos de Europa y, por ello, estamos con Kyoto a vueltas y ufanos porque nuestras bombillas van a ser super-mega-hiper ecológicas, no sea que por tanto gastar electricidad, la temperatura terráquea se eleve un par de grados y se derritan los polos.

Y qué decir de la lucha contra la pobreza, ese propósito en el que la UE es sumamente generosa pues hace lo que Robin Hood pero de forma sistemática. Coge de aquí y de allá (léase del bolsillo ciudadano) y reparte el botín entre el resto de la humanidad. Evidentemente, lucha mucho, mucho.

Sobre el comercio justo, al que se refirió la presidenta de la Comunidad de Madrid, supongo que será el mismo que tiene lugar entre dos partes, cuando no media la coacción ¿no? Es decir, el que se produce a diario. ¿Acaso existe otro comercio más justo?

En cuanto a la competitividad europea, es cierto que tenemos un serio problema que difícilmente se podrá solucionar si no reconsideramos la legislación laboral actual. Con los sindicatos imponiendo sus deseos, pocas oportunidades tenemos de reducir el paro y tener unas economías que sean capaces de generar riqueza de forma sostenida.

Ahora bien, si no se procede a bajar los impuestos de forma inmediata, como parece que está haciendo el Reino Unido al prometer reducir el impuesto sobre sociedades del 30 al 28% para el 2008 y seguir bajándolo progresivamente hasta el 22% en 2009, tampoco podrá estimularse la competitividad europea.

Ahora bien, reducir los impuestos conlleva la necesidad de cortar de raíz muchos de los gastos públicos y ver si realmente es necesario que todos estemos bajo el paraguas de lo público en áreas como la educación, la sanidad o las pensiones, sobre todo, cuando nadie nos ha preguntado lo que queremos. Pero de nuevo, esta reflexión estuvo ausente en el discurso de Esperanza, porque, francamente, ningún político recortará el Estado de malestar actual ya que sabe que perdería votos.

Al mismo tiempo que se habla de bajar impuestos, ya se está pensando en subir los tipos de IVA. Al final se compensaría la pérdida de ingresos de unos impuestos con el incremento de la recaudación en otros. Por tanto, mucho cambio para quedarnos como estábamos.

Europa tiene que replantearse por completo a dónde quiere ir a parar pero de forma mucho más radical que la que expuso Esperanza. Europa está caduca, es demasiado socialista y ecologista, y no es consciente de que el futuro está en otros continentes. Nuestra visión es, por decirlo finamente, un pozo sin fondo, donde el golpe siempre se posterga y posterga porque nunca llega.

La esperanza es que gente como Esperanza pueda liderar algún cambio de futuro, aunque bajar unos puntos algunos impuestos y eliminar otros, como dicen los anglosajones, does not make a difference; es decir, no supone una diferencia importante.

Si es usted depresivo, entonces olvídese de lo anterior porque decir a las claras que Europa no tiene futuro es el discurso que nunca se lo oiremos a un político como Aguirre. Pero c´est la vie. ¡Brindemos por el 50 aniversario del Tratado de Roma!

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