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La izquierda millonaria

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Antes de morir, Marx dijo odiar el vil metal: "No quiero el dinero porque es la razón por la que luchamos". Recientemente, el PSOE, en consonancia con sus principios, señalaba que el socialista de hoy tiene que colaborar en la "construcción de una sociedad que favorezca una redistribución más equitativa de la riqueza".

Sin embargo, como señalaba David Horowitz en "Left Ilussions", "una de las claves de la mentalidad de izquierdas es que se juzga a si misma por sus mejores intenciones y a sus oponentes, por sus peores actos" Otra de las características que la definen es que, a pesar del derrumbe del comunismo, sigue bebiendo de la teoría de la explotación marxista, eso si, adecuada a los tiempos que corren. Cualquier desastre, tiene explicación en la dominación del hombre sobre la mujer, de los potentados contra los pobres, de los países ricos contra el tercer mundo, del género humano contra el animal y la naturaleza, etc…Al final, la vida se reduce a dominar o a ser dominado. En su subconsciente, la izquierda cree en esta dicotomía nietzscheana.

De ahí que no sea infrecuente encontrar casos de doble moral en los que los izquierdistas actúan contrariamente a lo que piensan y, aunque se califiquen de solidarios, sean egocéntricos y derrochones.

Uno de los más flagrantes ha sido el de Juan Luis Cebrián. La mano derecha de Polanco decía no hace mucho que había que emprender la "lucha contra las desigualdades económicas" y no cejar hasta la "eliminación del exasperante y ciego egoísmo de las sociedades capitalistas". Evidentemente, el otrora jefe de la prensa del Movimiento se olvidaba de autoflagelarse por todo el capital que ha desembolsado para pagar su vivienda de 1.000 metros cuadrados en la urbanización madrileña, "La Moraleja". Según informa el diario Minuto Digital, Cebrián ha satisfecho por el inmueble alrededor de 1.000 millones de pesetas.

Pero no crean que estamos ante una excepción a la regla porque en todos los países en los que los intelectuales braman contra la pobreza, muestran al mundo su lujo sin molestarse siquiera un ápice por "el qué dirán".

Por ejemplo, descubrir que el famoso pensador de la izquierda, Noam Chomsky, defensor de neonazis y de etarras, se sirve de planificaciones fiscales para pagar menos impuestos por los millones que atesora, aún siendo escandaloso, es ocultado deliberadamente por los medios de comunicación.

Como ha señalado Peter Schweizer en un extracto de su libro "Do as I say (not as I do): Profiles in liberal hypocrisy", "Chomsky está a favor del impuesto al patrimonio y la redistribución masiva de los ingresos, siempre y cuando no sea la redistribución de sus ingresos. No hay razón alguna para dejar que políticos radicales se entrometan en una sensata planificación del patrimonio.  Cuando pregunté a Chomsky sobre este fondo empezó a sonar de lo más burgués: ‘No voy a disculparme por apartar dinero para mis hijos y nietos’, me escribió por correo electrónico. Chomsky no ofreció ninguna explicación de por qué condena a otros igualmente orgullosos de su disposición hacia sus propios hijos y que tratan de proteger sus activos del Tío Sam. Sin embargo, dijo que sus protecciones frente a los impuestos están bien porque él y su familia están ‘intentando ayudar a la gente que sufre’."

Por su parte, el no menos famoso Michael Moore es otro de los miembros de este club de ricos socialistas. En uno de sus libros se atrevía a criticar el sueño americano de este modo: "En este país somos adictos a este mito feliz de que se puede pasar de la pobreza a la riqueza. En otras democracias industrializadas la gente se siente satisfecha con ganar lo suficiente para pagar las facturas y mantener a sus familias. Son pocos los que tienen un deseo criminal por hacerse ricos. La mayoría vive con los pies en el suelo, donde son solo unos pocos, siempre otros, los que se hacen ricos, así que más vale irse acostumbrando". Ahora bien, el desconocido Moore es millonario, vuela en business, circula en limusina, vive en Manhattan y aunque critica a las grandes corporaciones, es titular de acciones de Boeing o Haliburton. ¿Quién es entonces, el gangster?

Como hemos visto, algunos de los voceros de la dignidad humana, el igualitarismo y la redistribución son unos farsantes que ansían el dinero con una obsesión rayana en la enfermedad mental. Una vez más, se demuestra que la ética de la izquierda es como el vestido del emperador: no existe.

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