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La libertad, el camino hacia la moral

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Uno de los aspectos que más ha interesado a los lectores de mi libro Bajo el Signo de Fidel. Miradas sobre La Habana ha sido la degradación moral que vive Cuba y el obstáculo que esto va a suponer para la recuperación del país cuando se vea liberado de la dictadura. Lo han destacado algunos autores al publicar sus reseñas, al recomendarlo por la radio o incluso al entrevistarme. Pero hubo alguien, Fonseca, que me lanzó hace ya un tiempo la pregunta del millón de dólares: "¿Cómo se reconstruye la moral de una sociedad?"

No había respondido hasta ahora, pero lo voy a hacer. Le he dado muchas vueltas al asunto desde entonces, pero la clave me la ha dado un maestro en asuntos cubanos, liberalismo e incluso en calidad humana y caballerosidad: Carlos Alberto Montaner. En su estupendo libro recopilatorio de artículos, conferencias y papeles varios Cuba. La batalla de las ideas, este autor trata la cuestión en diversas ocasiones. Señala Montaner que "la conducta (una de las pocas cosas en las que Marx acertó) es un modo racional de adaptación a la situación en la que se vive (…) A ninguna persona normal –exceptuados los psicópatas– le gusta mentir, fingir, prostituirse o robar". Efectivamente, la degradación moral es producto de una situación en la que se convierte en algo heroico el ser sincero (conduce a la cárcel), no cometer algún hurto o estafa o entregar el cuerpo a cambio de dinero (de ello depende el tener algo para comer).

Además, y también de eso habla Montaner, cuando no existe propiedad no se respeta lo ajeno. En el momento en que alguien posee algo, respeta lo que pertenece de las demás personas. Ser inmoral es producto, por tanto, de falta de libertad, de una eliminación antinatural de la propiedad y de la miseria. Cuando estos factores desaparecen comienza la recuperación moral de los individuos que forman parte de una sociedad; el abandono de unas reglas de convivencia que permiten una relación basada en la confianza y el respeto tanto hacia uno mismo como hacia los otros deja de ser necesario para salir adelante.

El caso extremo de degradación moral causada por la necesidad lo cuenta Primo Levi en Los hundidos y los salvados, donde narra como él mismo ocultó a sus compañeros del campo de la muerte donde le recluyeron los nazis la existencia de un grifo que goteaba para poder así beber alguna gota más de agua. Sin embargo, los supervivientes volvieron a ser personas morales tras ser liberadas de los campos nazis. Miserias ha habido entre las víctimas los más brutales sistemas represivos, pero, cuando se sale de éstos, esas mismas personas vuelven a ser buenos ciudadanos.

La recuperación moral de Cuba, como de la cualquier otra sociedad azotada por la miseria o el terror, será producto de la libertad. Cuando el cubano no tenga miedo de decir lo que piensa, dejará de fingir que cree en lo que no cree; cuando vea que puede ganarse la vida de forma honrada, lo hará. Cuando comprenda que el respeto a la propiedad es bueno para él, respetará la propiedad ajena. Para que todo ello ocurra es necesario que las leyes de una Cuba liberada del castro-comunismo sean iguales para todos y destinadas a garantizar la libertad y la propiedad de todos y cada uno de los cubanos. No será un proceso corto.

El daño hecho tras décadas de dictadura tardará años en corregirse, como se ha visto en muchos países del antiguo bloque soviético, pero se logrará si se instaura una auténtica democracia con igualdad ante la ley y respeto por la propiedad privada. Siempre habrá quienes mantengan conductas inmorales, pero serán la excepción y no la norma. Aquellas que dañan a un tercero deberán ser perseguidas, como el robo o el asesinato; y las que tan sólo causen daño (si es que lo hacen) a quienes las cometen, como la prostitución, deberán ser respetadas.

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