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La verdad incómoda sobre las masacres en EEUU

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En mayo de 2008, el adolescente de 15 años Kip Kindel asesinó a sus padres mientras dormían y después fue a su escuela donde mató a dos compañeros de clase e hirió a otros 25 para acabar disparando indiscriminadamente hasta la cafetería de la escuela.

En marzo de 2005, el joven de 16 años Jeef Weise asesinó a disparos a 9 personas incluyendo 5 estudiantes del Red Lake Senior High School de Minnesota antes de suicidarse con el arma.

En diciembre de 2000, Michael McDermott entró disparando en su lugar de trabajo matando a 7 de sus compañeros.

En 1997, Luke Woodham asesinó a su madre y dos estudiantes.

Rod Mathews con sólo 14 años golpeó hasta la muerte con un bate a un compañero de clase.

Podría seguir hasta escribir varios artículos sólo con casos que pudieran demostrar lo que pretendo. Sin duda, parece tratarse de una verdad incómoda que no veremos en los grandes medios. Una verdad incómoda que no le interesa que sepamos a los gobernantes y burócratas ni a los poderes fácticos. Así pues, esta verdad parece tanto más sorprendente cuanto oculta permanece y la mantienen de cara a la opinión pública. Pero ¿a qué me estoy refiriendo? Corramos la cortina sobre las masacres que a modo de ejemplo he mencionado y veamos qué se esconde.

En la investigación acerca de la masacre de Kip Kindel se descubrió que éste estaba tomando el antidepresivo Prozac desde el verano anterior. McDermott llevaba tiempo consumiendo Prozac, pero unos quince días antes de su masacre aumentó por tres su dosis diaria de este fármaco. Jeff Wise también estaba consumiendo Prozac en el momento de sus asesinatos. Luke Woodham, otro tanto. Rod Mathews hacía lo propio con Ritalin, una medicación psiquiátrica para la hiperactividad infantil.

Como he afirmado, la lista de jóvenes vueltos asesinos en masa bajo fármacos psiquiátricos en general, y muy frecuentemente antidepresivos en particular, sería realmente larga. Michael Carneal, Andrew Golden, TJ Solomon, Elisabeth Bush, James Wilson, Jason Hoffman, Kevin Rider, Alex Kim… fueron otros entre muchos otros tantos que dispararon incluso a quemarropa a compañeros, amigos o familiares bajo los efectos de Prozac, Paxil, Ritalin o Zoloft, que, aunque no son todos, sí son el cuarteto de oro de armas de destrucción masiva que fabrica la industria farmacéutica y que pone el Gobierno de mano de sus adiestrados médicos en boca de cada vez más adolescentes y jóvenes. Universidades dirigidas o controladas por el Gobierno producen médicos adiestrados por el Gobierno que prescriben las sustancias que aprueban las agencias del Gobierno según los deseos de éste para mantener satisfechas las demandas de sus lobbies favoritos.

Sus fabricantes, la industria farmacéutica, se cuidan mucho de ocultar tan terribles efectos secundarios y cuando se refiere a ellos lo hace como "anecdótica" o incluso "casual". Sin embargo, que muchos fármacos psiquiátricos producen sobre todo en personas jóvenes pensamientos y aun comportamientos violentos y suicidas es algo que la ciencia reconoce. En 2010, un estudio halló que 484 fármacos tenían relación con casos de comportamientos violentos. De estos 484, sólo 31 tenían relación con el 79% de casos violentos. Una tercera parte de ellos, en concreto 11, eran antidepresivos.

Intentar sacar esto a la luz en los grandes medios estadounidenses puede resultar una tarea arriesgada. John Noveske era el propietario de una de las más conocidas páginas web de venta legal de armas en EEUU. Tras el debate encendido contra las armas después de una masacre decidió elaborar el caso apuntando a los fármacos, y no a las armas, como las culpables de estos hechos e hizo circular por redes sociales su tesis. Noveske era joven y estaba perfectamente sano. No bebía ni lo hizo aquel día. Su coche estaba en perfecto estado y también la carretera, que tampoco era peligrosa. Sin embargo, una semana después Noveske moría en un extraño accidente de coche.

Las historias en los medios sobre las masacres normalmente se condensan en los días inmediatos tras el suceso. Lo habitual es que la atención de los medios sea mucho más baja cuando tiempo después una investigación halla que el asesino estaba bajo un antidepresivo u otro fármaco. Y cuando esto se descubre y revela, los medios lo consideran algo anecdótico, casi irrelevante como para mencionarlo. ¿Es esto casualidad? ¿Es normal que sea ‘irrelevante’ para un periodista que estos hallazgos sean tan constantes en casos de masacres?

Uno de los últimos casos más recordados en esta trágica lista fue la matanza en julio de 2012 perpetrada en una sala de cine de Colorado durante la exhibición en el fin de semana de estreno de la película "El Caballero Oscuro". James Holmes, ataviado con el disfraz de Batman, entró a la sala en medio de la proyección donde, tras rociar gas lacrimógeno, disparó dos armas de fuego. Meses después, la investigación determinó que Holmes estaba en aquellos momentos consumiendo una versión genérica de Zoloft, un hito de ventas de la industria farmacéutica contra la depresión, junto con una benzodiacepina ansiolítica que ya en 1982 había demostrado peligrosos efectos secundarios como alucinaciones y cambios de la personalidad. Sumemos a todo esto que el apartamento de Holmes estaba lleno de alcohol, el cual aumenta los efectos negativos de estos fármacos. Bien, tenemos dos fármacos con fuertes efectos secundarios que se multiplican en combinación y acompañados por la potencia del alcohol. Y a lo que se culpa es al arma de fuego que podría haber sido un hacha, un cuchillo o gasolina y una cerilla.

Aquel 2012 fue un año, al menos mediáticamente, fatídico para los estadounidenses. Pocos meses después, en diciembre de 2012, dio la vuelta al mundo la masacre de la escuela de Sandy Hook en Connecticut perpetrada por Adam Lanza con 20 años. 28 personas, incluyendo su propia madre, dejaron allí su vida. Y espero que ya no te sorprenda: todo apunta a que Adam Lanza, al tener problemas de comportamiento (Síndrome Asperger del espectro autista), estaba bajo fármacos psiquiátricos. Lo más turbio del asunto es que el Estado de Connecticut se negó a revelar cualquier detalle del historial médico y farmacológico de Lanza.

Las armas de destrucción masiva de nuestros días las guardamos en nuestras mesillas de noche y botiquines. Y es que cerca de 100.000 estadounidenses mueren cada año por causa directa de los fármacos. Lo cual equivale a 10 masacres como la de Sandy Hook cada día. ¿Es casualidad que la sociedad más medicalizada sea la más célebre por sus trágicas masacres?

El Titanic no se hundió porque hubiera un iceberg, sino porque el navío, construido además en hierro para abaratar costes, navegaba a una velocidad excesiva en aquellas aguas por la noche. Busquemos las causas reales y olvidémonos de los icebergs visibles y los chivos expiatorios.

La verdad está ahí fuera. Fuera y lejos del Gobierno, sus lobbies y sus voceros.

@AdolfoDLozano/www.juventudybelleza.com

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