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Los empresarios son los que cambian el mundo

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«Reto a los jóvenes a que construyan un laberinto invisible (con nuevas ideas empresariales y disruptivas), un laberinto de libertad».

Giancarlo Ibargüen (maestro de muchos liberales). Fragmento de su discurso tras recibir recientemente el premio Manuel F. Ayau de Students for Liberty 2014.

El pasado sábado tuvo lugar la conferencia regional de Student for Liberty en Madrid. Fue un encuentro extraordinario con ponentes de primer nivel como Jesús Huerta de Soto, que impartió una conferencia titulada Liberalismo vs Anarcocapitalismo, o Miguel Anxo Bastos, que explicó cuáles son los caminos para la creación de riqueza. Además, pudimos presenciar interesantes debates como el que protagonizaron sobre la reserva fraccionaria Juan Ramón Rallo, director del Instituto Juan de Mariana y profesor del Centro de Estudios Superiores Online de Madrid Manuel Ayau (OMMA), y Philipp Bagus, profesor de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. También hubo una mesa de discusión en la que participaron los miembros del Instituto Juan de Mariana Antonio José Chinchetru y Fernando Díaz Villanueva, Laura Blanco, John Müller y María Fuster.

Me llamaron especialmente la atención las recomendaciones para los jóvenes amantes de la libertad que hizo mi maestro el profesor Jesús Huerta de Soto. Destacaron sus consejos para reducir o suprimir la coacción estatal, para lo que no recomendó la vía política, aunque reconoció su afiliación al P-Lib, sino que insistió en que el cambio sólo podrá venir desde el estudio y la reflexión sobras las ideas. Sin embargo, aunque nos habló de las nuevas tecnologías y la importancia de la función empresarial durante su exposición, obvió trasladar esta idea fundamental a sus recomendaciones finales: «sean empresarios y creen nuevas ideas o empresas que cambien el mundo hacia un lugar con más libertad y prosperidad».

Son muchos los que piensan que para cambiar el mundo y reducir ese ente corruptor y coactivo conocido como el Estado, que en su ponencia el profesor Huerta de Soto llegó a identificar con el Diablo, hay que ser un gran líder político con un importante poder que le permita llevar a cabo tan importante hazaña. También son bastantes los que piensan que a través de la academia se puede llegar a ser un gran erudito y con sus ideas reducir o eliminar el aparato estatal. No se puede negar que han existido políticos que han ayudado a que se produjeran cambios o adelgazamientos del Estado, siempre mínimos, pues el Estado no ha hecho más que crecer desde el principio de sus días hasta hoy, como por ejemplo Ruth Richardson, directora del Banco Central y ex ministra de Finanzas de Nueva Zelanda. Tampoco negaremos que han surgido grandes pensadores y divulgadores como Frédéric Bastiat y Henry Hazlitt o académicos como Friedrich A. Hayek y Milton Friedman, que con algunas de sus ideas ayudaron a mejorar nuestra sociedad. Sin embargo, ninguno de estos políticos, pensadores o académicos ha conseguido transformar el mundo en un lugar mejor como lo han hecho los empresarios y fundadores de grandes empresas como Henry Ford (padre de la producción en serie), Jimmy Wales (Wikipedia), Bill Gates (Microsoft), Peter Thiel (PayPal), Larry Page (Google), John Deere (fabricante de maquinaria agrícola), Mark Zuckerberg (Facebook), Reid Hoffman (Linkedin), Satoshi Nakamoto (Bitcoin), Steve Jobs (Apple) o Amancio Ortega (Inditex), entre otros.

En mi opinión, es la función empresarial, piedra angular de la teoría de la eficiencia dinámica del profesor Huerta de Soto, la que puede conseguir que el Estado se reduzca e incluso llegue a desaparecer en el futuro y el mundo se convierta en un lugar con mayor libertad y prosperidad. No necesitamos luchar contra el Estado, hagamos lo que defendemos los amantes de la libertad, compitamos con él con grandes ideas empresariales.

No podemos olvidar que la función empresarial es aquella característica innata al ser humano que hace posible que se descubran nuevas ideas que coordinen los desajustes existentes, consiguiendo satisfacer a los distintos individuos de la sociedad creando riqueza y bienestar. Supuestamente el Estado existe porque son muchos los que creen, de forma equivocada como demuestra Juan Ramón Rallo en su último libro Una revolución liberal para España, que lo necesitamos para que los que tienen menos recursos puedan acceder a la educación, sanidad y otros muchos bienes y servicios. Por ello, es necesario, desde la perspectiva intervencionista, más Estado y menos mercado o, lo que es lo mismo, más coacción y menos libertad.

Sin embargo, los empresarios de las grandes compañías alimentarias han demostrado que para que haya alimentos a precios asequibles no se requieren cartillas de racionamiento o los empresarios de la industria textil han conseguido evidenciar que no hace falta ser rico para ir a la moda. Por ello, a casi ningún estado se le ocurriría competir con estas empresas porque lo haría bastante peor que ellas y los usuarios no comprarían sus productos.

No es muy difícil imaginar qué pasaría si mañana fuéramos capaces de estudiar en las grandes universidades como MIT, Stanford o Harvard desde cualquier lugar del mundo y a unos precios muy accesibles gracias a las nuevas tecnologías; o si tienen éxito las investigaciones que están realizando un nutrido número de médicos y expertos en programación y tecnología en Silicon Valley para lograr revolucionar el mundo sanitario mediante una medicina individual, más barata e incluso autogestionada por el paciente en algunos casos; o si surgen nuevos sistemas de pago y atesoramiento seguros y estables como el de Bitcoins. Sin duda, las universidades públicas, los hospitales públicos y los bancos centrales monopolísticos quebrarían y cerrarían.

No sería sorprendente que los estudiantes prefiriesen recibir aquella educación que sea mejor y más barata, por lo que las universidades públicas tendrían que cerrar por la falta de alumnos y las regulaciones educativas desaparecerán por no tener sentido alguno, tampoco es que lo tengan hoy, más allá que posponer este inevitable cambio. Los pacientes previsiblemente dejarían de utilizar los actuales modelos hospitalarios, por lo que también desaparecerían los hospitales públicos; y, por último, los bancos centrales controlados por los Estados no tendrían su razón de ser, pues la gente no usaría las monedas de curso forzoso que imponen.

Por todas estas razones, es magnífico estudiar y reflexionar, como recomendó el profesor Huerta de Soto, cuya contribución a la causa de la libertad, tanto en España como en el resto del mundo, es enorme. No obstante, no hay que quedarse ahí. En mi opinión, lo más importante es emprender nuevas acciones empresariales, como la que llevó a cabo Manuel Ayau en 1971 fundando la Universidad Francisco Marroquín o las que ha impulsado Gabriel Calzada promoviendo el Instituto Juan de Mariana en 2005 y el Centro de Estudios Superiores OMMA en 2012, entidades, todas ellas, que están ayudando a transformar y mejorar la sociedad.

En definitiva, es importante estudiar y reflexionar sobre las ideas, pero es imprescindible y necesario lanzarse a crear nuevos proyectos empresariales que contribuyan a satisfacer las necesidades de los distintos individuos pues, sólo así, mediante la libre competencia, la creatividad empresarial y las nuevas tecnologías conseguiremos reducir o incluso, quién sabe, eliminar el aparato opresor del Estado. 

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