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Notables para el PP

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No hay duda de que el PP carece de la capacidad propagandística del PSOE. La idea de contratar a diversos intelectuales extranjeros para colaborar en la elaboración del programa electoral socialista es muy buena, pero no para mejorar éste, sino para hacerlo parecer mejor ante la opinión pública, que siendo española sigue creyendo que lo de fuera es necesariamente mejor. El PP no puede contraatacar haciendo lo propio, porque parecería un imitador barato, de modo que ha hecho un vídeo que parece realizado por la televisión local de Villatempujos de Abajo diciendo que todos somos «premios Nobel». Oigan, estupideces progres igualitaristas, las justas. Yo no soy premio Nobel (y, si del de la Paz se trata, a mucha honra) y los protagonistas del vídeo tampoco lo son.

Haría bien el PP en emplear la táctica habitual del PSOE, que consiste en identificar una verruga en un rostro por lo demás hermoso y enfocarla al máximo, mencionarla en todas sus declaraciones y sacar fotos ampliadas en diarios y televisiones. En este caso, aunque la mayor parte de los intelectuales escogidos tienen ideas más bien malas, la idea más fácilmente vendible a la ciudadanía es que el PSOE, al contratar a Wangari Maathai, demuestra estar de acuerdo con la defensa que ésta hace de la ablación del clítoris. Y decirlo cada dos por tres aunque hablen de otra cosa: «López Garrido, que defiende la ablación del clítoris»; «Caldera, que está muy a favor de la ablación del clítoris»; etc.

Pero no es mi intención hacerles la táctica mediática al PP, aunque buena falta les haga tener a gente competente en ese terreno, sino pensar quienes podrían haber sido unos buenos notables para el PP. Y no porque resulten publicitariamente vendibles, sino porque realmente puedan ayudarles en la elaboración de un programa electoral como Dios manda.

En temas ecológicos, podrían fichar a Bjorn Lomborg, que además de El ecologista escéptico ha publicado recientemente otro libro destrozando Kioto y el informe Stern. Lo tiene todo: no duda de la responsabilidad humana en el calentamiento global, pero propone medidas racionales, además de no considerarlo como «el gran problema mundial» («sentirse mejor no siempre quiere decir estar haciendo lo mejor», llega a escribir sobre el ecocatastrofismo). Incluso si quisieran cumplir con una cuota rojiverde podían hablar con James Lovelock, que les explicaría por qué hay que apostar por la energía nuclear según esa perspectiva.

En cuanto al tema educativo, pueden optar por dos vías complementarias. En primer lugar, una reforma de la enseñanza pública que elimine asignaturas no sólo adoctrinadoras sino que, además, hacen perder el tiempo de alumnos y profesores, y que recupere el esfuerzo y la recompensa de los méritos; Thomas Sowell sabe mucho sobre esto. Por otro lado, abrir vías para privatizar la enseñanza por medio de cheques escolares u otras alternativas. Posiblemente quien mejor pueda analizar el caso español y proponer mejoras sea Andrew Coulson, el experto del Cato en estas cuestiones.

A la hora de considerar el futuro de la seguridad social, ¿quién mejor que José Piñera, el responsable del exitoso tránsito chileno hacia un sistema de pensiones privadas? En cuanto al sistema sanitario, Arnold Kling ha demostrado ser capaz de ver más allá de la dicotomía público/privado para ver los problemas de ambos enfoques, dependiendo de cómo se regulen. Podrían adoptarse muchas otras medidas de liberalización de la economía, y seguro que Mart Laar, el exitoso primer ministro estonio que llevó a su país a tasa récord de crecimiento, podría explicar cómo se hace. También podría aconsejar a los populares sobre las ventajas del tipo único.

De los problemas de la inmigración descontrolada y las dificultades de integración de la minoría musulmana tiene mucho que decir la exiliada Ayaan Hirsi Ali. Sobre cómo ayudar a los países de origen a desarrollarse y dejar de exportar a sus mejores a los países occidentales, no se me ocurre nadie mejor que Johan Norberg. Y así podríamos seguir. Pero estoy seguro de que a nuestros lectores se les ocurrirán muchos más nombres, y seguramente mejores. ¿A quién escogerían?

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