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Producción, preservación e intercambio de valor: el dinero

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El dinero es la entidad utilizada en el mercado para conservar y transmitir valor de forma eficiente. Los problemas de coordinación y búsqueda y los costes de transacción, almacenamiento y transporte presentes en una sociedad con división del trabajo avanzada y estructura de producción compleja llevan a los agentes económicos a buscar y encontrar depósitos de valor y medios de intercambio indirecto de aceptación generalizada, que además sirven como unidad de cuenta y referencia común para realizar comparaciones entre las valoraciones de los diferentes bienes y para llevar contabilidad de ingresos, gastos, beneficios o pérdidas.

En el proceso evolutivo de búsqueda de bienes monetarios tienen una importancia especial los comerciantes o intermediarios: son los más interesados en resolver estos problemas debido a la gran cantidad de operaciones que realiza cada uno, y son los más capaces de hacerlo gracias a su experiencia y perspicacia empresarial. Los consumidores o trabajadores son muchos más, pero cada uno realiza relativamente pocas transacciones y no actúan de forma coordinada como un solo agente: en asuntos monetarios tienden más a copiar las conductas exitosas que a generar nuevas alternativas más eficientes.

La elección del bien (o bienes) utilizado como dinero depende de las valoraciones subjetivas de las personas y de los rasgos objetivos esenciales de los bienes. Un buen dinero es algo que conserva el valor y que se puede intercambiar múltiples veces con cualquier persona en cualquier circunstancia. El dinero debe ser algo duradero (consistente, no perecedero, que no se desintegre, consuma, estropee o desaparezca, ya que para conservar el valor debe por lo menos seguir existiendo), fácil de almacenar (atesorar y desatesorar guardando existencias y añadiendo a ellas o sustrayendo de ellas), fácil de transportar (alto valor por unidad de masa y volumen), fácil de manipular, de dividir y agregar mediante unidades homogéneas, de reconocer, de medir o contar.

El dinero es el bien más líquido, el bien cuyo valor es más estable o invariante respecto a diversos cambios: de persona, de circunstancia, tiempo y lugar, de cantidades ofrecidas, demandadas e intercambiadas por cada agente y por todo el mercado, y de posición ofertante o demandante (comprador o vendedor). Gracias a estas características cualquier persona puede atesorar su dinero en cualquier cantidad con costes muy bajos si no encuentra una oportunidad de compra interesante, o intercambiarlo por todos los demás bienes, con cualquier persona, en cualquier momento y lugar, y en cualquier cantidad sin sufrir pérdidas de valor crecientes al incrementar la cantidad de dinero desembolsada.

El dinero debe ser un bien fungible, de unidades homogéneas indistinguibles, y que no se estropee con su uso, de modo que al revenderlo no pierda valor como otros bienes usados o de segunda mano. Debido al mínimo diferencial entre el precio demandado y el precio ofrecido por el mercado, el receptor de dinero sabe que puede aceptarlo sin temer que cuando quiera revenderlo tenga que asumir grandes pérdidas respecto a lo que pagó por él, esperar una buena oportunidad o asumir altos costes de búsqueda y transacción.

El poseedor de dinero tiene una posición negociadora ventajosa respecto a los poseedores de otros bienes menos líquidos (soberanía de los consumidores o compradores en el mercado libre): todo el mundo demanda dinero sistemáticamente, mientras que la demanda de los demás bienes y servicios es más variable y sus dueños suelen estar presionados para vender (costes de almacenamiento, costes comerciales fijos).

Las valoraciones humanas son subjetivas, relativas y dinámicas, dependen de cada persona, son de unas entidades respecto a otras y pueden cambiar: pero el valor o poder adquisitivo de algunas entidades es relativamente más estable respecto a los posibles cambios que puedan afectarlo.

Algunas valoraciones o utilidades dependen mucho de la persona, de sus gustos particulares o de rasgos individuales variables (estilo o talla de ropa, gustos artísticos, gastronómicos, de entretenimiento). Algunos bienes o servicios satisfacen preferencias muy particulares; otros bienes son más genéricos, populares o de usos múltiples. Ciertos objetos muy específicos son demandados por especialistas de alguna profesión (instrumental quirúrgico), otros están asociados a alguna afición particular (maquetas, instrumentos musicales).

Algunas cosas son preferidas según ciclos estacionales periódicos (ropa de verano o invierno, calefacción, refrigeración); otras son populares solamente como modas pasajeras (vestimenta, música). Algunas cosas son queridas como típicas en algunas culturas o lugares concretos y poco valoradas fuera de allí; la utilidad de algunas cosas depende de factores ambientales variables geográficamente (como el clima o la orografía).

Algunas cosas (como un diccionario, una navaja, una información concreta) tienen poca utilidad para una persona más allá de la primera unidad (quizás como reserva): su valor es muy sensible a la cantidad, la utilidad marginal de las unidades adicionales decrece muy rápido.

Algunas entidades tienen una demanda muy estable y grande, tanto ancha (muchas personas) como profunda (cada persona quiere grandes cantidades): son valoradas de forma regular por todos o casi todos y la demanda de cada individuo se satura muy lentamente (la utilidad marginal de cada unidad homogénea o cantidad adicional decrece muy despacio). Para que un bien sea dinero no es suficiente que su demanda sea alta: es necesario además que esta esté distribuida más o menos uniformemente (muchos compradores dispuestos a comprar grandes cantidades). Si el mercado es profundo pero estrecho tengo que encontrar al comprador (coste de búsqueda); si el mercado es ancho pero somero (poco profundo) tengo que hacer muchos intercambios para vender grandes cantidades de mi bien (costes de transacción). Debido a su demanda distribuida los cambios de conducta de unas pocas personas respecto al dinero tienen un impacto muy pequeño sobre el mercado.

El dinero es una institución social: cada persona lo quiere como depósito de valor y medio de intercambio sabiendo que los demás hacen lo mismo de forma recursiva. Los bienes no monetarios inicialmente más líquidos refuerzan su liquidez al convertirse en dinero mediante efectos red y bucles de realimentación positiva: la utilidad marginal del dinero decrece muy despacio no porque el dinero por sí mismo pueda utilizarse para los fines más valiosos de cada individuo, sino porque es posible intercambiarlo por los bienes y servicios más valorados.

Que todo el mundo quiera dinero no es en absoluto nocivo, como pretenden muchos moralistas confundidos. Es imposible saber qué cosas concretas quiere cada individuo de una sociedad extensa en cada circunstancia particular: el trueque directo es muy difícil. Saber que el dinero siempre es demandado por todos facilita los intercambios y la cooperación social, ya que basta con entregar dinero y el receptor ya se encarga por su cuenta de buscar y comprar lo que desea.

El valor del dinero es una referencia social intersubjetiva. La recursividad de la preferencia por el dinero estabiliza y objetiviza su valor: si cada individuo al usar el dinero considera sus preferencias y estima correctamente las de los demás participantes del mercado respecto al mismo, entonces todo el mundo incluye aproximadamente (salvo errores de apreciación) las mismas valoraciones en sus cálculos económicos.

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