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Querer es poder y no querer es no poder

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Ayer, jueves 3 de marzo, el Instituto Juan de Mariana coorganizó en la Fundación Rafael del Pino, el Free Market Road Show, una reunión de economistas, periodistas, asesores políticos, etc., dispuestos a reflexionar sobre diferentes aspectos de la lucha por la libertad. Tuve la enorme fortuna de estar en la misma mesa que el director del Instituto Juan de Mariana y compañero de tertulia, Juan Ramón Rallo, Carlos Rodríguez Braun y José Piñera. Éste último expuso el funcionamiento del sistema de pensiones chileno y las razones que explican sus más de treinta años de éxito.

Una de las cuestiones que más me llamó la atención fue que Piñera se mostró asombrado porque los españoles ante quienes explica su sistema, después de entender perfectamente la teoría, el funcionamiento, etc., invariablemente afirmaban: "Esto en España no es posible". Efectivamente, esa contestación encaja perfectamente en boca de cualquier español, de cualquier filiación política. Pero esa frase no solamente es imaginable en un español al contarle las bondades de un sistema de pensiones de capitalización frente a uno de reparto. Cualquier proyecto que implique un mayor protagonismo de las decisiones individuales se encuentra con un "Esto en España no se puede hacer".

La solidaridad no estatalizada: no se puede. Los españoles acudimos a las urnas para votar que nos quiten la mitad de nuestro medio de vida para que otros decidan a quién dárselo, pero estamos convencidos de que cada uno de nosotros dejaríamos morir al otro en mitad de la calle.

La educación libre: no se puede. Los padres pueden no ocuparse suficientemente de los hijos. El Estado, por el contrario, sabe qué necesitan tus hijos mejor que tú.

La lucha por la igualdad ante la ley de todos los seres humanos: solamente el Estado puede hacerse cargo. Las mujeres, por ejemplo, por si solas no son suficientes, necesitamos al Estado. Y así, todo. Y cuando algún entusiasta defiende un proyecto viable se encuentra con un torrente de voces que aseguran que no se puede. En España, no, no se puede.

Y José Piñera, el auténtico cartero de Neruda como explicó John Müller en la presentación, sonreía mientras señalaba los más de treinta años de éxito del sistema que aquí, al parecer es imposible, no se puede, va a ser un fracaso…

Así es como nos perdemos la oportunidad de asegurar el futuro de nuestros mayores, la justa retribución tras una vida de trabajo, y consentimos que nuestros políticos jueguen a proponer cambios en los parámetros relevantes en la fórmula que se utiliza para calcular las pensiones, sin que cambie el mal de raíz. Eso es el socialismo de todos los partidos, el que reclama y levanta la bandera por cosas que en realidad aniquila: los pobres, los ancianos, la educación de los niños, la sanidad y, como estrella, la justicia. De hecho, el socialismo de todos los partidos ha creado instituciones esenciales, supuestamente para asegurar la independencia de la justicia, la constitucionalidad de las normas, etc., como el Tribunal Constitucional, el Consejo General del Poder Judicial, el Tribunal de Cuentas y nos hemos creído que con eso bastaba. La triste realidad es que ninguna de esas instituciones medulares de justicia se caracteriza por un funcionamiento saludable. Y cuando uno se decide a crear un grupo de estudio, con la intención de que su finalidad última sea eminentemente práctica, para proponer reformas que faciliten el buen funcionamiento de estas instituciones, se encuentra con el mantra de siempre "En España no es posible".

Pues se puede. Se puede disfrutar de un sistema de pensiones liberal. Se pueden modificar los incentivos perversos en las instituciones. Se puede analizar la función de preferencia de los funcionarios, en concreto, los magistrados, para que les merezca más la pena comportarse honestamente que permitir que haya un sesgo político en su toma de decisiones. Solamente hay que ponerse. Y, sobre todo, hay que querer ese cambio. 

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