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Quinientos años del descubrimiento del Pacífico

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Todavía están a tiempo de visitar una interesante Exposición que ofrece la Casa de América en su palacete de Madrid: «La exploración del Pacífico. 500 años de historia», organizada en colaboración con el Museo Naval. Como indica el folleto explicativo, sucesivas generaciones de marinos y exploradores hispanos de los siglos XVI al XVIII, «motivados por el deseo de salir de la pobreza, la búsqueda de aventuras, el conocimiento científico… extendieron el lenguaje español y la religión católica, aumentaron el patrimonio monumental de los países reencontrados, llenaron de topónimos españoles las islas, estrechos y accidentes geográficos y recopilaron e intercambiaron objetos de sus culturas dándolas a conocer».

A través de un recorrido que comienza por el descubrimiento del Mar del Sur (después Océano Pacífico), realizado por Núñez de Balboa en septiembre de 1513, se ofrece una bonita colección artística, cartográfica y de muchos otros objetos náuticos que van llevando al visitante por la historia de los viajes o la ciencia de nuestro país durante más de trescientos años (incluyendo la sorprendente Expedición de la Vacuna de la Viruela ya en el siglo XIX); para terminar con una (hoy polémica y tal vez poco afortunada) fotografía de las obras de ampliación del Canal de Panamá.

Poco después del descubrimiento de Balboa, Magallanes y Elcano dieron la primera vuelta al mundo entre 1519 y 1522, encontrando un paso del Atlántico al Pacífico por el Sur del continente americano, y regresando a España sin embargo por la ruta portuguesa de la India y el Cabo de Buena Esperanza en la actual Sudáfrica. Después de ellos, multitud de marinos (Loaisa, Saavedra, Villalobos, Grijalba, Urdaneta, Vizcaíno, Mendaña o Sarmiento de Gamboa) continuaron explorando rutas entre la costa oeste de América y las islas Filipinas, Carolinas, Marshall, Palaos, etc. También consumieron tiempo y esfuerzo en la búsqueda de un mítico Estrecho de Anián que enlazaría los océanos Pacífico y Atlántico por Norteamérica.

Pero veamos por qué les hablo de esta efemérides en nuestra web liberal de pensamiento económico y político. En alguna otra ocasión he destacado la profunda huella escolástica que encontramos en los primeros tratados modernos sobre el libre comercio: hace poco lo veíamos referido a Diego de Covarrubias, una de las fuentes españolas de inspiración (junto a Vitoria) del Mare Liberum de Hugo Grocio. Pues resulta que en la referida Exposición también se habla del Pacífico como «una de las mayores rutas comerciales del mundo»: recordemos que, ocho años después de que Urdaneta descubriera el tornaviaje de Asia a América, comenzó la línea marítima desde Filipinas a México. El Galeón de Manila fue un cauce regular de intercambios comerciales desde 1565 hasta que fue suprimido por las Cortes de Cádiz en 1813.

Y es que, como ya había señalado unos años antes Adam Smith, el comercio es la verdadera naturaleza y causa de la riqueza de las naciones… No hay más que visitar las ciudades virreinales de México, Lima, Bogotá y Quito; o los puertos de Acapulco, Veracruz, Maracaibo o Cartagena de Indias, para darse cuenta de la importancia que tuvieron las rutas comerciales para el crecimiento económico de aquel vasto continente. La Exposición nos habla, además, de los avances técnicos y científicos asociados a este intercambio marítimo: sextantes y cronómetros que mejoraron la seguridad de las navegaciones y la exactitud de las cartas y mapas.

Economía y desarrollo científico, lo sabemos bien, progresan unidos: un buen ejemplo puede ser la Expedición de Malaspina, que recorrió (1788-1794) el Pacífico desde Alaska a Manila, Nueva Zelanda o la Tierra de Fuego. Su objetivo era conseguir una descripción de los dominios españoles en sus múltiples facetas: militares y defensivas, geografía, recursos mineros o botánicos, población y cultura, o por supuesto, el estado del comercio. Tuvieron acceso a los archivos de la Administración virreinal, levantaron cartas de navegación, dibujaron la flora y fauna de los lugares por donde pasaban, así como interesantísimas descripciones etnográficas y lingüísticas (todo ello se conserva en el citado Museo Naval, y también en el Museo de América o el Jardín Botánico de Madrid). Lo malo es cuando se cruzan intereses políticos de cortas miras: es conocido el triste final de Alejandro Malaspina, enviado a prisión por un todopoderoso Godoy, acusándole de instigador y revolucionario. Morirá en Italia en 1810.

Vuelvo al libre comercio. Estaba comenzando a redactar estas líneas cuando recibí un email de un buen amigo, Juan José Morales del Pino, que hace años vive y trabaja en Hong-Kong (sin duda, un ilustre sucesor de aquellos aventureros españoles). Me enviaba una recensión del libro Memoirs and Memorials of Jacques de Coutre, editado por Peter Borschberg (pueden leerla en la web del Asian Review of Books): se trata de la biografía y memoriales de un comerciante flamenco instalado en las colonias portuguesas de Malaca, enviados al rey español Felipe IV (que entonces gobernaba además sobre los territorios lusitanos en el Pacífico). Allí nos ofrece un testimonio directo y en primera persona de todo lo que les vengo escribiendo: arriesgadas jornadas marítimas, sometidas a los peligros del mar o de la guerra con ingleses y holandeses; pero también coloridas descripciones de los puertos y mercados asiáticos, o sus mercancías exóticas.

Pues bien, Morales considera que su aportación más interesante es una vigorosa defensa del libre comercio y la libre actividad empresarial (habría que investigar si de Coutre conoció a los Doctores de Salamanca…). Nuestro comerciante flamenco criticaba el sistema de concesiones, como una forma anticuada de patronazgo que era necesario cambiar: el control de la Corona, a través de estos impuestos, resultaba ineficaz y menos rentable a la hora de gestionar los productos de intercambio. Por el contrario, de Coutre proponía eliminar las restricciones al comercio, dejándolo en las manos de la gestión privada. Lo que, indirectamente, socavaría la presión holandesa por el mecanismo de la competencia. Encuentro muy acertada la intuición de este Memorial sobre las ventajas del libre comercio para el imperio hispano-portugués que, además, terminaba señalando de Coutre, también resultaría ventajoso para los nativos, al librarlos del monopolio holandés y permitirles mayores posibilidades para su desarrollo económico.

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