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Robo ecologista institucionalizado

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El uso racional de los recursos naturales y el respeto al medio ambiente es asumido por la mayor parte de las personas de bien. Sin embargo, ese noble sentimiento es utilizado por el socialismo institucionalizado para dirigir la voluntad de los ciudadanos hacia su redil.

Recientemente fuentes gubernamentales nos han informado sobre cuál será su nueva propuesta intervencionista, ya avanzada por el Ministerio de Medio Ambiente, y que ha sido concretada por el Ministerio de Hacienda mediante una propuesta de fiscalidad «verde» con un nuevo impuesto sobre los hidrocarburos y posiblemente también sobre la matriculación de vehículos, denominado ecotasa y que previsiblemente se comenzaría a cobrar en España a partir del año 2008.

Después de la incesante campaña de intoxicación informativa desde la izquierda y de su nauseabunda propaganda a escala planetaria tanto en EE.UU. (Una historia Gore) como en Europa (Climate Bill) y, por supuesto, en España (Informe Narbona), siempre acaba emergiendo el objetivo último de la izquierda, es decir, siempre aparece alguna forma de intervención coactiva por parte del Estado en la vida de los ciudadanos en aras de un supuesto «bien común» que sólo acaba favoreciendo a aquellos colectivos organizados cercanos al poder político.

Detrás de la alarma catastrofista, propagada a los cuatro vientos por muchos periodistas poco profesionales –al trabajar sin un mínimo de rigor periodístico y al no contrastar su desinformación con otras fuentes–, surge siempre una nueva política intervencionista: bien mediante innecesarias comisiones o agencias que restrinjan y controlen las libertades del ciudadano (CNE, IDAE, EVE, ICAEN, AVEN, SODEAN…), bien en forma de leyes, códigos y planes que distorsionan la libertad de mercado con corsés normativos o exageradas primas y subvenciones (RD436, CTE, PER…), bien con nuevos impuestos sobre los ciudadanos (ecotasa sobre los carburantes o similar).

Detrás de cada mentira (ver Observatorio de Medios), expelida por el pensamiento único socialista ecologista –que en estos momentos ya es institucional y endémico porque afecta por igual a políticos de todo el arco parlamentario– y difundida hasta la saciedad por sus terminales mediáticos, existe una estrategia de adoctrinamiento de los incautos ciudadanos para que, imbuidos de un bochornoso «buenismo» adolescente, se sientan felices de que nuevamente el papá Estado literalmente «robe» el dinero de su esforzado trabajo con un impuesto ecologista.

Todo ciudadano aborregado debe dar la bienvenida a la ecotasa sobre los carburantes, como complemento imprescindible de los planes, normativas y leyes que restringen la libertad de elección del ciudadano, impiden el libre mercado y fomentan la corrupción vía subvenciones partidistas que benefician sólo a los medradores de prebendas.

Sin duda, el afamado libro «Camino de Servidumbre» del señor Hayek –de obligada lectura para aquellos que deseen conocer el devenir de todo proceso socialista– merecería haber incluido un anexo dedicado exclusivamente al ecologismo de izquierdas. Y así, su dedicatoria inicial «a los socialistas de todos los partidos» bien podría haberse dedicado «a los ecologistas de todos los partidos».

En un interesante debate con ecologistas y engañabobos durante algo más de un mes, se rebatieron con contundencia las principales mentiras del socialismo ecologista y se solicitaba un mercado libre de generación de energía. Según calculábamos allí en detalle, en España, contabilizando solamente las subvenciones durante 40 años a las tecnologías privilegiadas por el maná gubernamental, los sufridos ciudadanos desembolsarán de sus impuestos hasta 5 veces la cuantía del Plan Marshall que se destino a reflotar la economía europea después de la Segunda Guerra Mundial.

Da miedo aventurarse a calcular también todo el lastre económico que suponen para España el conjunto de subvenciones, normativas e impuestos que intentan tapar los agujeros negros que genera el infausto Protocolo de Kyoto, que en nuestro país sólo en penalizaciones rebasa ya ampliamente los 4.200 millones de Euros cada año. Auténtico pavor da analizar la merma competitiva para la economía europea, debido a la suma de distorsiones de mercado que introducen las diferentes legislaciones intervencionistas, derivadas de un infame protocolo con base en un pésimo estudio que es empleado con malicia catastrofista por la izquierda.

Para el desarrollo de un país se necesitan energía barata, buenas infraestructuras y excelente productividad basada en la mejor educación posible para sus ciudadanos. Pero la utopía ecologista no cesa. Parece que los socialistas quieran que acabemos produciendo energía a pedales, mientras India y China siguen con su desarrollo incesante basado en los tres pilares económicos citados. Es lamentable pero actualmente un país comunista como China, adherido al Acuerdo Asia Pacífico, posee un mercado menos intervencionista y más racional en temas de energía y medio ambiente que Europa.

En España, en vez de dar marcha atrás al tremendo error que supone el Protocolo de Kyoto, por su muy dudosa fiabilidad científica y por su enorme merma para nuestra competitividad empresarial, se elige la peor de las alternativas: que se pague su coste con un nuevo impuesto que afecte a todos los ciudadanos.

Aviso a navegantes, vayan preparando sus bolsillos para seguir pagando la utopía socialista del Protocolo de Kyoto ahora en forma de ecotasa sobre los carburantes y/o sobre la matriculación de vehículos. O bien, expresándolo mejor, aunque de modo mucho menos políticamente correcto, vayan preparando sus carteras para continuar soportando el «robo ecologista institucionalizado».

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