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Sobre pensiones y pastillas

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El anuncio del ministro de Trabajo, Celestino Corbacho, de las medidas referentes a la reforma de las pensiones en España ha revolucionado el gallinero. Mientras que unos tratan de salvar lo que tiene de positivo alargar la vida laboral, al menos en determinadas profesiones, otros, como Juan Ramón Rallo, insisten en recordar lo peligrosamente parecido que es nuestro sistema de reparto a la estafa piramidal tipo Ponzi o Madoff.

Una de las cosas que un buen maestro debe hacer con su pupilo es iniciarle en el oficio. En mi caso, mi maestro hizo lo propio en 1995 cuando publicamos conjuntamente un artículo titulado ‘Pobres viejos pobres’ en la Nueva Revista de Política, Cultura y Arte. Las conclusiones generales de aquel estudio se sostienen hoy en día. Sobre todo, la principal: el sistema de reparto ha puesto en peligro el futuro de los pensionistas del mañana. Otra de las conclusiones es que pasar de un sistema de reparto a uno de capitalización no es cosa fácil, las transiciones suelen ser siempre complicadas: si el sistema de reparto tiene una amplia cobertura de contingencias es difícil pasar a un sistema de capitalización que cubra todas ellas. Personalmente, aprendí lo complicado que es afirmar cosas a rajatabla cuando se trata un tema complejo que depende de muchas variables que cambian al mismo tiempo pero no necesariamente (y no, normalmente) como nosotros desearíamos. La propuesta del artículo es humilde: el análisis, país por país, de la alternativa privada, a pesar de ser cara y de necesitar un mercado financiero cuidado, para tratar de zafarnos del desastroso sistema de reparto.

Pero el enfoque sobre las medidas del gobierno que me parece más relevante es el que señala Gabriel Calzada en su artículo “Metiendo miedo con las pensiones”. Las pensiones, desde siempre, han sido un arma arrojadiza de la izquierda, empleada para atemorizar a quienes, después de una dura vida de trabajo, quieren retirarse con cierta tranquilidad económica. Y como se trata de una herramienta para ganar votos y titulares, el discurso puede cambiar de un año para otro. De ahí que de abril del 2008 a febrero del 2010 se haya pasado de estigmatizar al gobernador del Banco de España, a reclamar la necesidad de tomar medidas… las mismas que defendía Fernández Ordóñez o parecidas.

Claro que hay miedo intergeneracional ¿los jóvenes del día de mañana me pagarán mi retiro? ¿Qué hacen que no están teniendo miles de niños para asegurarme mi pensión, a mí que pago religiosamente mis impuestos para mantener a los mayores de hoy?

Pero la cosa no es tan sencilla. Dependemos de las proyecciones a largo plazo que los expertos hacen sobre la población, y que suelen ser deficientes; del mercado de trabajo; del crecimiento económico; de los shocks económicos externos (seguimos viviendo, afortunadamente, en una economía globalizada). Es decir, no estamos planificando en un sistema cerrado, en un estado estacionario. Ni siquiera se aplican los incentivos adecuados para que se cumplan las previsiones que los expertos realizan.

Algunos consideran que la cosa va mal desde que las mujeres nos incorporamos al mercado de trabajo y que nosotras creemos que estábamos mejor viviendo como la generación de nuestras madres. Yo no comparto esa idea. Y que la opinión de algunas mujeres se eleve a la categoría de argumento me parece demagógico. La decisión de que la madre y el padre trabajen, la crianza de los hijos, el sustento de la familia, no son decisiones que se tomen en solitario sino en conjunto, y son privadas, así que en todo caso habría que ver qué hacemos las mujeres, si abandonamos el mercado laboral o no, y las razones. Ahora bien, ¿qué incentivos han tenido las familias (no las mujeres) para tener muchos hijos? Pues más bien pocos. Y no hablo, por supuesto, de subvenciones, sino de los valores de la comunidad. En unos casos se impide que las familia ‘atípicas’ críen hijos y en otros se valora el confort y la ‘realización’ de la mujer por encima de otras cuestiones.

Otro tema es si el sistema de pensiones actual está o no quebrado, y si va a quebrar. Y después de leer a unos y a otros me acuerdo de la escena de Matrix en la que Nemo tiene que decidir que pastilla tomarse (si tomas la pastilla azul despertarás en tu cama y te limitarás a creer lo que te interese creer). En mi opinión, la mente humana está preparada para tragar las mentiras cuanto más grandes, mejor. Puedo dudar del cambio que me da el frutero, pero si el gobierno dice que el sistema de pensiones goza de excelente salud seguro que es verdad. Y así, en el imaginario colectivo, es imposible que un país quiebre, si no hay un orden impuesto coactivamente llegamos al caos, y si no dejas que el Estado haga lo que quiera con tu dinero odias a los niños, a los ancianos, a los pobres y quieres la destrucción de la madre Tierra.

Una ronda de pastillas azules, por favor….

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