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Thomas Sowell y las mascarillas

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Han mantenido la mentira semana tras semana mientras el número de muertos crecía y crecía.

Estamos inmersos en la que seguramente sea la peor crisis mundial que la humanidad ha vivido desde el fin de Segunda Guerra Mundial. Y por una vez, sin que sirva de precedente, ha sido algo externo a la humanidad lo que nos ha llevado al desastre.

Aunque, y no puede ser de otra manera, a todos nos gusta pensar que nuestros enemigos habituales han sido los responsables de nuestro amargo destino.

La China comunista ocultando datos valiosos en los primeros momentos, la burocrática OMS fallando en sus recomendaciones e ignorando a Taiwán. Y, más de cerca, una Unión Europea que no parece muy útil en los momentos en los que debería hacer valer su razón de ser. O un Gobierno feminista que puso por delante sus liturgias a la salud pública.

Todo tiene parte de verdad y parte de racionalización de nuestros sesgos. Del mismo modo que independentistas catalanes ven el no cierre de Madrid como la raíz de sus contagios. O la izquierda se agarra a los recortes del PP para explicar la falta de miles de respiradores que difícilmente se podrían tener sin haber previsto una pandemia de este tipo con meses de antelación.

¿Eso quiere decir que no hay que buscar culpables y centrarse en la solución al problema? 

Sí y no.

Sí hay que centrarse en las soluciones, y no, no se puede obviar qué ha fallado en las semanas anteriores al desastre que vivimos porque la solución pasa por no caer una y otra vez en los mismos o peores errores.

Yo era uno de los que a principios de febrero pensó que la gripe china iba a ser la nueva gripe aviar. Mucho revuelo, algunos muertos en Asia y nuestra vida seguiría igual. Por suerte, hace muchos años que en mis redes sociales y lector de blogs aparecen las opiniones de personas de todo tipo siempre que estén libres de vasallaje a partidos o grupos políticos.

Con esa simple medida, al alcance de cualquier persona, empecé a cambiar de opinión a mitad de febrero y a alarmarme de forma clara a finales de dicho mes. Nicholas Taleb, Matt Ridley, Sam Harris, la gente de Quillete o, en España, personas como Juan Ramón Rallo difundieron datos claves para poder prever lo que se avecinaba en marzo en Occidente.

Al mismo tiempo, escuchar las surrealistas ruedas de prensa de Fernando Simón, y las aseveraciones absurdas de los medios de comunicación sobre la inutilidad del uso de mascarillas en personas asintomáticas, segundos antes de que apareciera por pantalla una pieza del responsable de OMS en China hablando con la mascarilla puesta, me terminaron de convencer de que no había nadie al volante, o que el conductor estaba planeando pisar el acelerador a tope confiando que no hubiera una curva detrás de la cortina de niebla que entonces nos envolvía.

Pero lo que verdaderamente me ha dejado de piedra es lo que ha pasado después de la declaración del Estado de alarma. Con la mayor parte de la actividad parada, y miles de muertos acumulándose en las diferentes morgues del país, expertos, periodistas y divulgadores científicos se han empeñado una y otra vez en negar la evidencia de que las mascarillas son útiles. Y lo son porque dan un porcentaje de seguridad que varía dependiendo de su tipo y de la exposición a personas infectadas, pero que siempre es mayor que no llevarlas. Y lo que es más importante, sus beneficios son muy pero muy superiores a sus perjuicios.

Chorradas tales como que dan una sensación falsa de confianza o que la gente no sabe quitárselas van a pasar a la historia como las racionalizaciones de sesgos de confirmación más costosas en números de vidas del siglo XXI.

La OMS no ha aconsejado su uso por una razón muy sencilla que hasta los niños han adivinado solos: no había mascarillas para toda la población, y se ha decidido mentir para priorizar su uso por los sanitarios de los países afectados.

El hecho de que cualquiera puede fabricarse una mascarilla casera que da un porcentaje aceptable de protección si se mantiene a la vez un distanciamiento social mínimo, es algo que seguramente fue descartado por algún grupo de burócratas del organismo internacional, y que la cadena de personajes grises que solo saben repetir como loros lo que han oído de fuentes oficiales se han empeñado en extender muy por encima de lo razonable.

Cientos de personas en diferentes instituciones nacionales y locales, médicos, divulgadores, periodistas, y los aspirantes a vivir del cuento que rodean a todos ellos, han mantenido la mentira semana tras semana mientras el número de muertos crecía y crecía.

¿Van a pagar algún precio? No. De hecho, serán los encargados de repetir el eslogan que ahora tienen que inventar para convencer a toda la población de que ya no se puede salir a la vía pública sin llevar una mascarilla puesta. Con unas semanas de rodillo mediático nadie recordará quién recomendaba su uso y quién no y vuelta a empezar.

Y precisamente es eso lo que deberíamos concentrarnos en evitar. No es una cuestión de buscar culpables para sentirnos mejor. Se trata de asentar algo que cualquier sociedad avanzada debería tener marcado a fuego y que el gran Thomas Sowell sintetizó magistralmente de esta forma: 

Es difícil imaginar una forma más estúpida y peligrosa de tomar decisiones que ponerlas en manos de quienes no pagan ningún precio por equivocarse.

La versión extendida de esta premisa se puede leer en el libro Skin in the game de Taleb. Pero creo que es más instructivo rememorar lo que hemos vivido en el mes de marzo una y otra vez hasta que no sea posible olvidarlo.

No podemos seguir viviendo con unos medios de comunicación y unas élites sociales que no se enteran de nada que no venga con un sello oficial, lo que a su vez provoca que los sellos oficiales sigan en manos de personas que no pagan ningún precio por equivocarse.

No nos lo podemos permitir. Nunca hemos podido, pero ahora miles de ataúdes amontonados nos lo recuerdan. Nuestra obligación es seguir recordándolo cuando ya hayan recibido sepultura. 

8 Comentarios

    • Antón: Un Director General de
      Antón: Un Director General de la OMS que sale diciendo «Test, test, test», merece la atención que merece: muy poca.
      Si la humanidad ante cada nueva epidemia que ha ido apareciendo hubiera dicho eso (o si tuviéramos que esperar a «saberlo todo» de una enfermedad, «todos juntos», como dijo una ministra del Gobierno de España hace poco), nos hubiéramos extinguido varias veces (cada vez).
      Si puede seguir el vídeo-entrevista al Dr. Wittkowsky (adjuntada más abajo) podrá encontrar «una opinión» e información fiable de boca de un experto («científico» de verdad y no como los que asesoran y se financian o esperan financiarse de manos del gobierno).

  1. Personalmente, sigo la
    Personalmente, sigo la opinión de Knut Wittkowski: esta epidemia de enfermedades respiratorias, como todas las pasadas epidemias de enfermedades respiratorias, se curará por sí sola si no hacemos nada. Al aplanar la curva se está prolongando la enfermedad, la cual va a recvidivar en otoño, añadiendo todavía más desgracias al desastre. Por no mencionar el problemón de que hay mucha gente que vamos a morir por otras enfermedades por las que no moriríamos si no hubiera colapsado el sistema con todo este miedo pánico que ha sido desatado principalmente por los periodistas de todos los partidos.

    En España padecemos un partido franquista de izquierdas, PSOE, que heredó la verdadera estructura de la dictadura, y se adaptó perfectamente a ella porque el mamoneo político y sociológico franquista era básicamente lo mismito que funcionaba en la república federal alemana, y al PSOE eso le entusiasmó. No a todos los del PSOE, porque algunos (los peores) se quedaron desplazados y marginados por los arrivistas que llegaron huyendo del colapso democristiano, centrista, liberaloide y falangista. Esto funcionó muy bien porque los medios de comunicación estaban entonces (igual que hoy) encantados de ser el brazo ejecutor de todas las barrabasadas de los políticos. Es un buen negocio, rentable y de poco esfuerzo. La cosa fue cambiando poco a poco, los viejos iban muriendo y dejando los negocios y los chanchullos a jovencitos que empezaban a quedarse calvos. Treinta y siete años después, estos y a viejecitos calvorotas les toca hoy ir pensando en dejar paso a jóvenes dispuestos a ganar dinero manteniendo el sistema de desinformación y extorsión que es la democracia antiliberal española. Hay un cambio generacional, un poco acelerado por el caos y la agitprop de los últimos tres lustros. Pero todo el mundo tiene ganas de volver a la cutre normalidad. Más vale malo conocido que libertad por conocer. No es esperanzador este análisis. Pero al mal tiempo, buena cara.

    El sol de primavera limpia mucho. Es un buen desinfectante. ¿De dónde viene esta tradición del dios que resucita y limpia el pecado y acaba con la muerte? Debe de tener decenas de miles de años. El inconsciente colectivo humano es tan resistente y complejo como el sistema inmunológico. El sol nos va a salvar, por algún tiempo. Debemos salir de casa y aprovechar para pertrecharnos para el desastre que va a venir en menos de seis meses. Ese segundo desastre sí es de origen humano: la arrogancia política alimentada por el miedo trata de domeñar la naturaleza, la cual ni se va a enterar de que hemos intentado defendernos de su condena. Mucho cuidado con los idus de octubre.

    Sé que esto de recordar que la radiación solar es buena para la salud es demasiado conservador para esta página. Pero conviene que los jóvenes conozcan lo poco correcto que subsiste en el discurso consrvador: hay que obedecer a la naturaleza, empezando por su parte más importante: el sol. Vivimos en este mundo pero no somos de este mundo. En la preciosa superficie de este planeta todos los animalitos somos seres de luz, si me permitís la broma. Todos los tejidos de nuestros cuerpos dependen de la luz solar. La tierra (el humus) es luz que se mueve despacito. El viento depende del sol. El ciclo del agua depende del sol. La cocentración de O2 en el aire que nos permite vivir depende del sol. Nuestra presión sanguínea depende del sol. La capacidad reproductiva depende del sol. Hacemos mal en no salir a pasear. Es un asesinato de cientos de millones a cámara lenta. Es un síndrome de Munchausen surrogado al por mayor. Papá Estado ha acabado siendo un infanticida.

    Para sobrevivir a la segunda y tercera oleada necesitamos libre mercado. No nos lo van a traer los periodistas. La única función de los periodistas es proteger con una muralla de palabras a los déspotas. Tenemos que atacar a la raíz del problema: los políticos. Están complicando la situación y ya empiezan a salir del campanazo. Quieren arramblar con los derechos humanos. Tenemos que defenderlos activamente, en lugar de esperar a que venga Santiago en su caballo blanco a ganar la batalla de Clavijo. No hubo tal batalla, no hay ningún héroe que nos salve. Nuestra salvación depende de que nosotros salvemos la libertad. Hay que terminar con el secuestro ilegal cuanto antes. Hay que hacerlo ordenadamente, pero si no lo hacemos, los treinta mil muertos que nos va a costar esta primera fase mal gestionada se verán acompañados por cientos de miles de muertos, quizás nosotros mismos. La vida sigue, ya hay muchos inmunizados, y necesitamos más. El principal recurso económico es el ingenio humano, y lo estamos desperdiciando por fiarnos de la maldita autoridad política. Los abogados del Estado no saben dirigir la economía. La buena gente estudiosa y sensata que aborrece la propaganda de los patosos no puede salvarnos. Debemos salvarnos a nosotros mismos, usando lo que nos han quitado: la libertad. Hay que recobrarla.

    Las leyes son más importantes para una ciudad que sus muros. Pero no tenemos leyes, sino grilletes. Tenemos que rebelarnos o moriremos. ¡Y a ver quién se rebela después de muerto!

    No debemos esperar a Europa ni a ver qué locura se desata en EEUU. No debemos esperar una salvación legislativa, judicial o parlamentaria. Hay que mandar al infierno a la ONU y a la OMS. Debemos tomar la iniciativa y dar ejemplo.

    Sé que todos tenemos muchas ganas de acabar con este gobierno. Pero no hay que dar tregua al siguiente. Una tecnocracia de excepción complicará las cosas. No es buena idea cambiar a los propagandistas y ladronazos por ingenieros y patriotas. Necesitamos libertad ya.

    Memento mori. Conviene ir asumiendo nuestra muerte. Si lo hacemos podremos dejar atrás los miedos y vivir con libertad. Y al hacerlo es posible que sobrevivamos. Si seguimos esclavizados por el miedo, aquí va a morir hasta el apuntador.

    • Observen un comentario en esa
      El Dr. Wittkowsky, epidemiólogo, señala (minuto 5′:20» de la entrevista):
      «Yo no estoy pagado por el Gobierno.»
      Un dato muy importante a tener en cuenta a la hora de valorar la fiabilidad de la información ofrecida por una persona.

    • «Sé que esto de recordar que
      «Sé que esto de recordar que la radiación solar es buena para la salud es demasiado conservador para esta página. Pero conviene que los jóvenes conozcan lo poco correcto que subsiste en el discurso conservador: hay que obedecer a la naturaleza, empezando por su parte más importante: el sol.»

      Pues sí, y es muy necesario que los más jóvenes conozcan el pasado y aprendan de las experiencia de nuestros ancestros. Como por ejemplo, la estrategia terapéutica adoptada en Boston para afrontar la pandemia de gripe de 1918-19 y el convencimiento de los médicos que la utilizaron de sus buenos resultados empíricos.

      Y ya que cita usted el clásico aforismo memento mori, recordemos a Marco Aurelio, el emperador romano que tuvo que hacer frente a la peste antonina, probablemente una epidemia de viruela traída a Roma por las legiones que regresaban de una campaña militar en Oriente Próximo. Marco Aurelio, como buen estoico, sabía que [paráfrasis] «la pestilencia de la falsedad y la corrupción moral e intelectual es mucho peor que la peste [que asola Roma], pues esta puede privarnos de nuestra vida, mas aquella nos priva de nuestra humanidad».

      Un saludo estoico,
      Jubal

      ——

      Frases de los últimos tiempos (recopiladas por Adam Selene):

      «No hay que desperdiciar una crisis. Quiero decir con esto que una crisis te permite hacer cosas que antes no hubieras creído posibles.» -Rahm Emanuel (político obamoide)

      «Así muere la libertad: con un estruendoso aplauso.» -Senadora Amidala (el día que nació el Imperio)

      «Si, en un momento dado, no sabes dónde buscar la verdad que arroje luz sobre lo que está aconteciendo, averigua qué tipo de información y opinión está siendo censurada con más determinación.» -Adam Selene (fragmento de las Lecciones de Filosofía para Edowādo Won Hau Peperu Chiburusukī Yonsei)

      «En el Imperio de la Mentira, proclamar la verdad es un acto revolucionario.» -Ron Paul (con el beneficio de la duda, libertario)

      «¿Exosomas? ¿Qué son los exosomas?» -Edowādo Won Hau Peperu Chiburusukī Yonsei (inteligente y curios@ joven en proceso de maduración, por lo demás difícilmente clasificable)

      «No hay problema que el gobierno no pueda agravar.» -Ley Universal

      «No hay problema que el bobierno no pueda agravar.» -Ley de Simon Jester

      «En la naturaleza no hay elemento que no tenga su contrario. Por ejemplo, el contrario del Dúo Despótico es el Dúo Dinámico, como lo demuestra su canción Resistiré.» -Simon Jester (fragmento de las Lecciones de Filosofía para Edowādo Won Hau Peperu Chiburusukī Yonsei)

      «Espero que cancelen el Día de los Santos Inocentes de 2020, porque no se me ocurre inocentada alguna que pueda competir con la realidad este año.» -Simon Jester (se sospecha que con connotaciones bíblicas, bajo el aparente tono satírico)

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