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Xavier Sala i Martín tiene poco de liberal

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Anonadado me he quedado con algunas de las propuestas lanzadas por el economista catalán Xavier Sala i Martín para hacer frente a la crisis de deuda europea. El profesor, que dice ser liberal, ha elaborado un detallado listado de 25 medidas para combatir los cuatro problemas básicos que aquejan a Europa: sistema financiero; deuda y déficit público; falta de crecimiento; y el posible divorcio de Grecia. Sin embargo, curiosamente, algunas de sus ideas en poco o nada se diferencian de las defendidas por los socialdemócratas y socialistas europeos con lo que, en realidad, lejos de contribuir a la salida de la crisis su implantación sentaría las bases de una crisis similar en el futuro. A continuación, analizaremos algunas de estas propuestas.

Sistema financiero

«El sistema financiero europeo debe ser auténticamente europeo: con un Banco Central Europeo y una moneda europea no es suficiente. Es necesaria una regulación común, un fondo de garantía común, un supervisor común y un recapitalizador común», según Sala i Martín.

En concreto, aboga por crear una institución supervisora europea permanente que sustituya al «desacreditado Banco de España en sus tareas de supervisión». Vaya, curiosa propuesta, como si la mera creación de un nuevo órgano burocrático a nivel comunitario fuera factor suficiente para corregir los problemas estructurales que padecen la regulación y supervisión bancaria en manos del Estado. Una simple transferencia de competencias no cambiará absolutamente nada. Ni el BCE ni la autoridad bancaria europea (EBA) podrían garantizar que se reprodujese una crisis similar en el futuro. No en vano, fue la política monetaria de Trichet la que sentó las bases de la burbuja inmobiliaria en España, mientras que los famosos stress test aplicados a las grandes entidades europeas acabaron resultando en un absoluto fiasco pese a la supervisión comunitaria.

Sala i Martín parece, pues, ignorar la raíz de las crisis financieras: la expansión del crédito bancario sin necesidad de respaldo real (ahorro) como resultado de la reserva fraccionaria; o la laxa política monetaria que propició el BCE y la FED manteniendo los tipos de interés muy bajos durante excesivo tiempo, origen de la burbuja inmobiliaria en EEUU, Irlanda o España; o el descalce de plazos estructural que padece el sistema financiero internacional, que lo aboca a un riesgo constante de insolvencia. Ninguno de estos tres puntos ha sido ni será corregido por las autoridades monetarias y reguladoras, sean éstas españolas, europeas o estadounidenses.

Por otro lado, el economista defiende crear un Fondo de Rescate Europeo para los bancos, así como un Fondo de Garantía de Depósitos comunitario. ¿Y? ¿Es que acaso existe alguna diferencia entre la socialización de pérdidas a nivel nacional e internacional? La inmoralidad e ineficacia de esta práctica es idéntica en uno u otro caso. Sin embargo, el rescate privado de la banca, sin necesidad de aportar un euro del sufrido contribuyente, no es una opción -o al menos una aspiración realista y defendible- para el catalán. Me refiero, por supuesto, a la posibilidad de transformar deuda bancaria en acciones, obligando así a que los acreedores de la entidad insolvente se conviertan en los nuevos propietarios, con las consiguientes pérdidas para los actuales accionistas (bail-in frente a bail-out). Mientras, en cuanto al Fondo de Garantía Europeo parece ignorar la diferencia esencial entre un depósito (préstamo del cliente al banco) y una cuenta corriente a la vista que, en la práctica, también supone hoy en día un préstamo al banco gracias a la reserva fraccionaria, lo cual es claramente ilegal (el cliente debería pagar si lo que quiere es que el banco guarde su dinero sin usarlo para conceder créditos). La corrección jurídica de este último punto haría innecesario garantizar los depósitos, ya que éstos no serían prestados -el banco ejercería de guarda y custodia de estos fondos-.

También propone introducir un impuesto sobre la deuda bancaria para penalizar a las entidades más apalancadas, desincentivando su excesivo endeudamiento. Nuevamente, Sala i Martín se centra en combatir los efectos no las causas de este fenómeno, que no es otro que el descalce de plazos -las entidades se endeudan a corto y prestan a largo, cayendo así en una iliquidez permanente que hace imprescindible contar con un prestamista de última instancia (banco central)-.

Deuda pública y déficit

En este ámbito, el economista defiende la unión fiscal europea para, posteriormente, crear los eurobonos (deuda común europea) e incluso que el BCE compre directamente deuda periférica para reducir la prima de riesgo de los países en problemas. ¡Grave error! La unión fiscal significa, ni más ni menos, que homogeneizar la presión tributaria a nivel europeo, es decir, que el reducido Impuesto de Sociedades irlandés se suba hasta el nivel que padecen las empresas alemanas y francesas o que el IVA español se equipare al portugués -más alto-. Se habla de unión fiscal cuando, en realidad, se trata de incrementar aún más los impuestos que sufragan los europeos, y ello sin contar que tal monstruosidad borraría de un plumazo la sana competencia tributaria del Viejo Continente. En tal caso, y puesto que Sala i Martin apuesta por un superestado supranacional, el voto con los pies de los contribuyentes obligaría ya no emigrar a otro país sino a otro continente.

En cuanto a los eurobonos, esa aberración jurídica que tan denodadamente defienden ahora Francia, España, Italia o Portugal (los díscolos de la UE), solo decir que supondría trasponer el nefasto sistema de financiación autonómico a nivel europeo. Sobran los comentarios al respecto, pues se resume en una frase: que paguen los contribuyentes del norte los excesos cometidos por los países del sur. Y sobre que el BCE compre deuda al estilo de la FED, tan sólo señalar que, en última instancia, socavaría el propio euro, ya que el balance del emisor se llenaría de activos tóxicos (deuda periférica). Además, el hecho de que la prima de riesgo esté alta es bueno para los países en problemas, ya que obliga a sus políticos a hacer las reformas y ajustes precisos para corregir sus deterioradas finanzas y su endémico crecimiento.

Por último, Sala i Martín propone posponer los objetivos de déficit público uno o dos años, tal y como defienden Rubalcaba, Cayo Lara y Rajoy, muy liberales todos ellos. Olvida el economista que retrasar el imperioso ajuste fiscal implica dificultar la recuperación económica. Los países bálticos recortaron de forma drástica el gasto público en 2008 y 2009, hoy son los únicos países que crecen a nivel europeo.

Crecimiento

Para fomentar el crecimiento, defiende aplicar reformas estructurales -nada que objetar- pero, asimismo, apuesta por reducir aún más los tipos de interés en la zona euro -del 1% actual al 0,25%-; que Alemania y los países del centro sufran una inflación alta para fomentar las exportaciones de la periferia; y que el Banco Europeo de Inversiones financie, con dinero público, más infraestructuras en los países problemáticos. Medidas todas ellas propias del monetarismo más obsoleto y del keynesianismo más contraproducente. Uno, bajar tipos no ha solventado ni solventará nada, de hecho, desincentiva el desapalancamiento de los agentes y retrasa la recuperación; dos, la clave no es crear inflación artificial en el centro sino liquidar las malas inversiones, fomentar el ahorro y flexibilizar las economías del sur para cambiar sus estructuras productivas y volver a generar riqueza cuanto antes -el problema, señor Martín, no es de demanda sino de oferta-.

Grecia

Por último, en cuanto a Grecia, dice que el BCE y los líderes de la eurozona deben garantizar que «por la puerta del euro solo saldrá Grecia», haciendo pues todo lo posible para evitar «ataques especulativos» contra España, Portugal e Italia. Es decir, la Eurozona debe «garantizar» que va a poner todo el dinero necesario. Una vez más, discrepo. Mucho me temo que si España no hace los deberes, tarde o temprano, también saldrá. No hay posibilidad de evitar tal salida, que, por otro lado, es una decisión unilateral de cada país ya que no existen mecanismos de expulsión. Y ello, con independencia de que se ponga ahora más o menos dinero. Para terminar, una nota al pie: los mercados no «atacan», se defienden, señor Martín. Su exposición de 25 puntos la firmaría cualquier socialdemócrata europeo, lo cual me hace pensar que su supuesto liberalismo es mucho más endeble de lo que pensaba. Toda una desilusión.

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