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Artur Mas, Sandy y los cisnes de colores

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Fue Nassim Taleb quien formuló y difundió la “teoría del cisne negro”. Mediante esa metáfora Taleb explicaba cómo los hechos altamente impredecibles son considerados inexistentes por los observadores hasta que suceden. Hay eventos con una baja probabilidad de que sucedan y, por tanto, difíciles o imposibles de predecir, y que tienen un alto impacto en el curso de los acontecimientos; se convierten en desencadenantes de grandes cambios.

A veces sabemos que se acerca un acontecimiento pero somos incapaces de predecir su repercusión. Y cuando sobreviene, nos culpamos por no haber sido más previsores, por lo que podíamos haber hecho y hablamos de “tentar” a la suerte como si lo inevitable no existiera. Esta pasada semana han sucedido dos catástrofes y media de diferente contenido e impacto.

La tragedia del Madrid Arena

La primera, una avalancha en un pasillo del Madrid Arena se ha llevado a cuatro jóvenes por delante y ha dejado muchos heridos. Heridas físicas y de las otras. Espero una investigación a fondo, la exigencia implacable del cumplimiento de la ley y las normas vigentes y la aplicación inmisericorde de las penas a quienes lo merezcan. Pero más allá de eso, la tragedia del Madrid Arena ha dejado a su paso varios debates como lenguas de lava incandescente. Había menores, alguno de 15 años acompañados de sus padres. Los jóvenes son expertos falsificadores de carnets y burladores de las barreras de entrada a fiestas y discotecas. Beben y se drogan y lo van a seguir haciendo, les prohibamos lo que les prohibamos. Probablemente como nosotros en nuestro momento. Van a seguir yendo de fiesta a su modo, no al nuestro. De hecho, la noche siguiente muchos jóvenes que estuvieron en el Madrid Arena y no se enteraron del horror que sucedió, salieron de nuevo hasta las mil. “No voy a dejar de salir por miedo”, oí afirmar a uno de ellos en una televisión.

¿Se puede evitar una avalancha? No. Tal vez se podían haber paliado los efectos, pero las avalanchas humanas, como otras muchas cosas, suceden. Uno empuja al de delante, el de delante se enfada, grita, los de más allá oyen un altercado, se ponen nerviosos y empujan más… El comportamiento humano ante una situación así es imprevisible. Puede que guarde la calma o puede que estalle el pánico. Y eso sucedió. Pero nos negamos a aceptar que hay imponderables.

El segundo cisne negro: el huracán de Nueva York

Pero, antes del terrible suceso de Madrid, otro “cisne negro” invadía nuestro espectro informativo. Sandy, la tormenta anunciada, asolaba, convertida en huracán, la costa Este de Estados Unidos, Haití y Cuba. Pero, a pesar de que, como suele suceder, es en los países más pobres donde las catástrofes naturales azotan con una repercusión más desgarradora y atroz, los corazones de todos se paralizaron viendo a la Gran Manzana colapsada, sin luz, sin gasolina, con escasez de recursos, con estaciones de Metro inundadas. Nueva York, la capital real de occidente por aclamación popular mundial, se rendía ante los efectos de un huracán imposibles de prever. Como si viéramos una reposición actualizada y real de “Los Ricos También Lloran” los europeos comentábamos esa noche las incidencias, los heridos, el número de vidas humanas perdidas en ascenso, impasibles ante la riada caída del cielo.

Solamente se puede valorar, en parte como en el primer caso, la capacidad de reacción de las autoridades. En Nueva York, además, se han visto ejemplos de altruismo voluntario, de organización espontánea de la población, anticipándose a la actuación de los organismos estatales. Gente que te devuelve la fe en el ser humano. De nuevo, la lección de la madre naturaleza que nos somete inevitablemente, por más avances tecnológicos que despleguemos y satélites que coloquemos en el espacio. La sorpresa ante la fuerza creadora y destructora de la naturaleza es lo único que nos queda.

Los cisnes multicolores de Artur Mas

Por último, Cataluña nos ha regalado con media catástrofe para culminar los siete días. Artur Mas ha vuelto a hablar y en algún sitio ha subido el pan y Dios ha matado un gatito. Las palabras del líder catalán no tiene desperdicio: "ni tribunales, ni constituciones ni nada de lo que nos pongan por delante" frenará el camino de independencia frente a la "fuerza de la democracia". En esa frase al contraponer los tribunales y la Constitución a la fuerza de la democracia acaba de destruir el mismo concepto de democracia. El proceso soberanista de Cataluña tendría sentido democrático si Mas propusiera un cambio en la Constitución y consiguiera los apoyos necesarios para ello, y una vez hecho eso, sin tener que saltarse los tribunales a la torera, que convoque los referéndums que quiera.

Si no es así, todas las comunidades autónomas tendrían el mismo derecho de saltarse la constitución y los tribunales en aquello que les convenga más. Pero es que además, la idea de Mas es como pedir cisnes de colorines: no puedes proponer en un referéndum qué le parece al personal pertenecer a una Cataluña fuera de España y dentro de Europa, porque no depende de la gente, ni de España, sino de Europa. Y en la UE bastante lío hay ya como para sentar el precedente de que se incorporen a la Unión países secesionados, y menos si hay bronca interna del país del que se han separado. Mas, callado, gana mucho. Sin duda.

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