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Censura contra pornografía infantil

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No es por un problema puntual de misantropía, sino porque el ímpetu con que la gente te pregunta cómo van a poder escuchar a Federico (y a César y a Luis) a partir de septiembre está empezando a entrar en terrenos que ponen en peligro tu integridad personal. Dios los bendiga, claro, pero estar en El Corte Inglés rodeado por varias personas que de pronto te reconocen (en las ciudades pequeñas todos nos conocemos) y acto seguido inician un acoso circular para que confieses cómo van a poder sintonizar la nueva emisora de radio de Libertad Digital, es una situación incómoda que conviene evitar en la medida de lo posible, más que nada porque en mitad de esta crisis económica habrá quien, viendo el espectáculo de lejos, te confunda con un moroso al que sus proveedores exigen el pago de numerosos atrasos.

Los hasta hoy oyentes de la COPE (en el futuro Dios y Martínez Sistach dirán) quieren seguir escuchando a los comunicadores que han hecho de la cadena episcopal la segunda de España. Y como la primera vía para escuchar la programación de esRadio fuera de Madrid será internet, a partir de septiembre se va a producir un acceso masivo de nuevos ciudadanos a lo que se ha dado en llamar la sociedad de la información. Personas de cierta edad que jamás habían pensado adquirir un ordenador y una conexión a la red, están ya recibiendo las primeras clases de sus nietos para poder escuchar una emisora cuya presencia a través de las ondas en el lugar en el que viven no está garantizada. Los habrá que aprenderán incluso a chatear para comentar la jugada en directo con sus compañeros de dominó, porque cuando hay interés y se le coge el gustillo, las posibilidades de un medio como internet son prácticamente infinitas.

Miguel Sebastián debería dar un premio a los dueños de la COPE por haber propiciado que muchos ciudadanos que ya habían renunciado a este empeño se incorporen al mundo de las nuevas tecnologías. Y eso sin contar los benéficos efectos que para el reforzamiento de los lazos familiares supone el que abuelos y nietos compartan unas horas al día de clases particulares, impartidas por el niño al que hasta hace pocos años los primeros acompañaban de la mano a la escuela.

Si Rajoy y Zapatero pensaban que se habían quitado un supuesto problema de encima, mucho me temo que a partir de septiembre lo van a tener de nuevo pero multiplicado, porque comienza uno visitando la web de esRadio y acaba leyéndose todas las noticias y la opinión de Libertad Digital, que además coge al ladito. Una tragedia, sí, pero es que Rouco escribe recto con renglones torcidos.

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