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¿Con qué se limpian la nariz los políticos y las políticas?

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Con las mujeres. Con las mujeres cada vez que pueden y, si no surge, pues con los niños, enfermos y necesitados. Pero siempre hay un desliz, un gesto, una excusa relacionada con nosotras, las mujeres, que permite a los políticos y a las políticas usarnos de kleenex, limpiarse los mocos y tirarnos al suelo al terminar. Y si te he visto no me acuerdo. Hablo del affaireCañete/Valenciano, efectivamente.

Esa manía del debate a toda costa

Los políticos españoles no son como los de las series de televisión estadounidenses. No hay un Kevin Spacey paseándose por las alfombras de nuestro Parlamento. Y menos los de segunda división, la europea, donde pelean los políticos que se han quemado en el ruedo nacional o aquellos con nombre propio pero demasiado “mantas” para seguir en primera fila. Esa es la arena del duelo Cañete/Valenciano, la segunda división de la política.

Paradójicamente, todo el mundo, empezando por los medios de comunicación, los analistas, terminando por los propios políticos, dispone de una segunda lectura, una interpretación alternativa de las elecciones europeas. Representan el pulso del electorado y eso es importante de cara a las municipales y autonómicas del 2015. Hay que hacer campaña como si no fueran europeas. Y así se explican eslogans como el de “hacer una Europa más andaluza” de Elena Valenciano. Frase bien desafortunada, por cierto, dados los datos económicos y los escándalos de corrupción que brotan en toda la región andaluza. Así que hay que salir a escena y pelear como si nos fuera en ello el futuro de nuestro partido, inlcuso si no es así, porque restregar al otro una victoria ya es desmoralizante. Es como meter un gol en los dos primeros minutos, que tampoco decide el partido pero escuece un montón y, supuestamente, desmoraliza al contrario. Supuestamente, digo, porque yo he visto venirse arriba a un equipo precisamente espoleado por un gol del contrario en los primeros minutos del partido. Así que lo mismo gana uno de los dos grandes las europeas y los votantes del otro que se han abstenido por castigo, desidia o por lo que sea, se espabilan para las siguientes y votan en masa.

En medio de todo ese nerviosismo y toda esa confusión, a ambos partidos se les ocurre la feliz idea: “¡Hagamos un debate!”. Y los dos candidatos, jaleados por los directores de comunicación, salen al plató pensando que son Indira Gandhi y Winston Churchill y van meterse a la gente en el bolsillo. Pero la realidad es que la gente estaba viendo otro debate (el del reality Supervivientes) y ellos son solamente ellos, Cañete y Valenciano. El resultado es patético.

Un resbalón, dos en el barro

No es de extrañar que, ante una consigna “arriolana” tipo “Nunca reconocer una derrota en debates y elecciones”, Miguel Arias Cañete se saliera por la tangente, como otros, como tantos, y diera un resbalón de los históricos. Tan monumental como el comentario acerca del Prestige del insigne profesor socialista madrileño.

Lo más grave es que, a continuación, Elena Valenciano se ha erigido, con esa superioridad moral de la izquierda que tan mal llevo, en representante única de las mujeres, de todas, como si ser mujer y socialista fuera lo mismo con su frase: “Ha quedado claro que si gana Cañete perdemos las mujeres”. Como si las mujeres fuéramos imbéciles y no supiéramos diferenciar una metedura de pata de una actitud machista de verdad. Porque igual Cañete es solamente torpe, a lo mejor luego es un tipo considerado con las mujeres. Por la misma razón que a nadie se le ocurrió que si no ganaban las elecciones los socialistas fueras a hundir otro Prestige. Porque la gente tiene cierto discernimiento. A pesar de ello, los políticos continúan utilizando a las mujeres como estúpidas, como si fuéramos un pañuelito de papel de usar y tirar, con el que uno se limpia la nariz y nada más. Y lo malo es que hay muchas que se lo creen.

Y así es cómo los dos candidatos han hecho una exhibición lamentable de sus “talentos”. Cañete tiró por la borda su mejor baza, que maneja el tema europeo mejor que Valenciano, y Elena se ha agarrado, sin necesidad, a un clavo ardiendo y se está quemando las manos con esa actitud enconada de salvapatrias. Y la cosa sigue.

Conclusión: ganan los partidos alternativos y, sobre todo, quienes no pensábamos votar nos cargamos de razones. De aún más razones.

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