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Dos hurras por Mariano Rajoy

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Una vez despertado el monstruo de su letargo, empieza a hacer cosas como darse por enterado de que en los colegios catalanes se adoctrina a los pupilos.

A estas horas, Puigdemont está meditando qué respuesta le va a dar al presidente del Gobierno. Si dice que sí ha declarado la independencia de Cataluña, será él quien haya apretado el botón del 155. Si dice que no lo ha hecho, todo el teatro de la aprobación de la llamada Ley de Transitoriedad, la votación venezolana del 1 de octubre y la solemne proclamación de la confusión en el Parlament quedará en una broma de mal gusto. Apostaría doble contra sencillo a que Puigdemont optará por tomarle el pelo a Mariano Rajoy, y dirá que se remite a lo dicho en la cámara regional. Y, ciertamente, tampoco hace falta más. Él dijo que recogía el mandato del pueblo de proclamar la República Catalana, añadió que, ya si eso, pediría al Parlamento que la suspendiera, y éste le devolvió una declaración (“Constituimos”, es la primera palabra), que no deja lugar a dudas. Hoy, a esta hora, el gobierno y el parlamento autonómicos han declarado a Cataluña en un Estado independiente del resto de España.

El movimiento de Rajoy es inteligente, pero muy peligroso. Inteligente porque la Generalitat está en una contradicción flagrante, que sólo una institución tan estúpida, o tan malvada, como la prensa extranjera, puede pasar por alto. Por un lado, Puigdemont declaró en una entrevista a la CNN que ellos estaban abiertos al diálogo sin condiciones. Por otro, sólo están dispuestos a negociar la forma en la que el Estado español les va a conceder legalmente su independencia, pero en su objetivo de crear un nuevo Estado no se van a echar atrás. Y ese objetivo es inasumible por el Estado. Puigdemont y el resto de su banda lo habían planteado así: Nos concedéis la secesión legalmente, hemos alcanzado nuestros objetivos. No lo hacéis, os denunciamos a la CNN y al resto de medios mendaces que si no es a palos no queréis tratar con nosotros.

La oferta de Rajoy le da la vuelta a la situación. ¿Queréis negociar? ¿Queréis cambiar vuestra situación en comparación con el resto del país? Vamos a abrir el melón constitucional. Mas los nacionalistas no pueden aceptar la oferta, porque sería participar en un proceso que compromete al conjunto de España, y en el que ellos son sólo los nacionalistas de una comunidad autónoma. Pasan de controlar la situación a ser un actor más y en un cambio que compromete al conjunto de España, y no sólo a ellos. Y si se mantienen en sus trece tras la oferta concreta de Partido Popular y Partido Socialista de debatir dentro de la Constitución y las leyes, son ellos los que quedarán retratados como cenutrios.

Puigdemont et al han lanzado un órdago a la grande y la carta más alta que tienen es la sota de bastos de la prensa extranjera. No les acompañan los gobiernos extranjeros, excepción hecha de la Venezuela de Maduro. La mitad silenciada de Cataluña salió en masa a las calles. La economía real, por algún motivo que desconocemos, huye de la Dinamarca del Ebro que vendrá, gobernada por una élite brutalmente corrupta, y que dudará si conceder a la Unión Europea, o no, el privilegio de que incluya a Catalunya.

En realidad, quitando dos millones de españoles descreídos, el resto sabe que la República catalana causará estupor, que los nacionalistas vestirán de admiración. Abrirá las bocas de estupefacción e incredulidad mientras cierra las de los críticos. Y, libre de las ataduras de la ley española, llevará a las más altas cotas de prosperidad a la vanguardia (minúscula) del independentismo, mientras el pueblo aprende que el corralito no es un reggaeton de Luis Fonsi, que los bancos son una institución extranjera, que el euro es la moneda en que cobraban nuestros padres y que hay una cartilla de comida que es mucho más progresista y europea que la de Franco.

Bravo por Rajoy, que los ha colocado en su sitio. Y sin apenas moverse del sillón. De todo este asunto, además, pueden derivarse otros beneficios. Una vez despertado el monstruo de su letargo, empieza a hacer cosas como darse por enterado, esta pasada semana, de que en los colegios catalanes se adoctrina a los pupilos. Los españoles empezamos a mostrar nuestro orgullo por serlo. Podemos se ha retratado al apoyar este golpe de Estado. Y si se acciona el 155, podremos empezar a pensar que ni España ni la Constitución son una broma. Y el PSOE ya no las mira de perfil, sino de frente.

Pero para poder realizar su jugada maestra, Rajoy ha prometido una reforma constitucional que es una nueva amenaza. Tiene en el bolsillo un acuerdo secreto con el PSOE, no ha contado con el pueblo español, que no pide esa reforma, y el cambio puede convertirse en el penúltimo gran pago a los nacionalistas en compensación por su deslealtad y su insolidaridad con el resto de España. Dos hurras por Mariano Rajoy; uno por darle la vuelta a la situación, y otro por implicar al Partido Socialista. Pero el tercero lo vamos a dejar en suspenso hasta que sepamos qué ha pactado de espaldas a los ciudadanos.

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