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El ‘conundrum’ de Pedro Sánchez

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Quedan las terceras elecciones. ¿Por qué no? ¿No hablamos de la fiesta de la democracia? Pues instaurémosla como unos nuevos sanfermines.

Los días pasan, cansados, y sólo las eliminaciones de España de las diversas disciplinas olímpicas nos sacan del tedio. Ni el Lobo recién venido al mundo nos ha servido de serpiente de verano que echarnos a nuestro descanso doméstico. Nada logra ahogar las voces, menos auténticas que la de Siri, que salen de las gargantas de nuestros políticos. Esos tuits dialécticos ensayados horas antes en un despacho que llamamos “declaraciones”, y con las que nos entretenemos los periodistas, pueden con todo. Quizá también sea todo una conspiración del tedio, que se ensaña especialmente con los periodistas para sacudirse a sí mismo. ¿Para qué trabajar si con un ‘dice’ está todo dicho?

Es el mismo tedio de siempre, desengañémonos. Sólo que ahora versa (sí, gira), sobre la falta de acuerdo para formar gobierno, que se prolonga durante 233 días. Han pasado dos elecciones, con un reparto similar de las fichas de juego, y aún podemos ver cómo los partidos acaban dándose mus. Pero las encuestas todas, aunque fallarán en el reparto exacto de escaños en unos terceros comicios, coinciden en señalar que no hay solución en una tercera consulta al pueblo español. Y, realmente, el único movimiento previsible que puede cambiar sustancialmente la situación es un desplome de Ciudadanos que favoreciera exclusivamente al Partido Popular. Y aún así, éste seguiría sin tener mayoría absoluta, de modo que seguiríamos pendientes de un acuerdo. Y seguiríamos pendientes, en definitiva, del Partido Socialista Obrero Español.

Se agotan los calificativos para esta situación: parálisis, encono, atolladero, sectarismo, indolencia, estupidez… Yo propongo invitar al español al término inglés conundrum. Es cierto que no es fácil de pronunciar, pero es que parece ideado para esta situación. Su origen se ha perdido, pero sí se sabe que su primer uso registrado era para definir a las personas pedantes y tontas, pero luego, del discurso abstruso y confuso de estas personas, el significado saltó al vacío de un problema irresoluble o muy difícil.

El American Heritage Diccionary lo define como “un problema paradójico, irresoluble o difícil”. Ejemplo: Pablo Iglesias puede guardar silencio sobre sus estrategias, y no revelarlas hasta que las haya cumplido, o callarlas si se ha empeñado en ellas sin éxito alguno. Pero si lo hace, entonces no alimentará su insaciable vanidad, que le obliga a decirnos a los demás lo listo que es. Casi siempre puede su vanidad, claro está, pero está ante un dilema irresoluble.

Pero el ejemplo que nos tiene atenazados es el que ha puesto sobre el tapete Pedro Sánchez. Él ha dejado claro que no va a votar a Mariano Rajoy, y que no va a abstenerse para permitir un gobierno del Partido Popular. Lo hace porque conoce de primera mano el profundo sectarismo de la izquierda, que no aceptaría que por fas o nefas permitiese un gobierno azul. Saben que si se abstienen cederían la oposición a Podemos, inmaculada fuerza de izquierdas, que jamás pasaría por la ominosa traición de no frenar a la derecha con todos los medios.

Tampoco lidera un gobierno alternativo. No está claro que Sánchez no quiera apoyarse en los nacionalistas más Podemos para liderar un gobierno suicida, pero sí parece más allá de toda duda que una parte importante del PSOE no está dispuesto. Esa solución a la falta de gobierno tampoco existe por el momento.

Quedan las terceras elecciones. ¿Por qué no? ¿No hablamos de la fiesta de la democracia? Pues instaurémosla como unos nuevos sanfermines. Como todo depende de la decisión de Sánchez y él no quiere aparecer como el responsable del fracaso que serían unos nuevos comicios, ha descartado absolutamente que vaya a haber una nueva consulta. La última encuesta del CIS, que se señala como única fuerza que crece, puede llevarle a abrir esta espita. Pero corre el riesgo de presentarse como el responsable de llevar al país otra vez a las urnas.

Este es el conundrum de Pedro Sánchez. Es un trilema sin solución. Es un embrollo, un kilombo mental que es, también, el fruto de un gran fallo moral de la izquierda española, que no acepta la democracia si el resultado va a ser un gobierno de derechas, ni incluso un gobierno con derechas, que sería el resultado de permitir al pescado de Rajoy continuar en el gobierno. Pero ese es un problema que Pedro Sánchez no está en posición de resolver.

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