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El diálogo de Hillary

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Lo hizo, en lo que muchos defensores de los derechos humanos consideraron una bofetada en la cara de todos los tibetanos y el resto de víctimas de cualquier dictadura, para no poner en peligro sus buenas relaciones con el Gobierno totalitario de Pekín. Sin embargo, semanas después a quien abofeteó fue a ese mismo régimen comunista chino en su propia casa al dirigir a un grupo de jóvenes reunidos con él en Shangai la siguiente frase: "Soy defensor de la tecnología y de no restringir el acceso a internet".

Tras la cobardía mostrada en su propia casa –propia de un Zapatero o un Moratinos negándose a condenar el cierre de emisoras televisivas en Venezuela o la ausencia de derechos humanos en Cuba–, Obama le gritó en la cara a su anfitrión comunista para reclamarle libertad en internet. La dictadura china ya mostró su malestar por aquel episodio, como también lo ha hecho por la necesaria amenaza de Google de cerrar su buscador en mandarín.

Tampoco gustó a los dirigentes del régimen de Pekín que Hillary Clinton criticara, en un discurso que se inscribe dentro de la polémica abierta entre Google y la dictadura comunista, la censura que imponen a internet. Los responsables del Gobierno totalitario que somete a una mayor cantidad de personas en el mundo dijeron que la intervención de la ex senadora por Nueva York era una "falta de respeto". Tras eso, y en una muestra de cobardía que alguien en su puesto no se puede permitir, la secretaria de Estado americana ha rebajado el tono en una polémica en la que lo que está en juego es mucho más que los intereses de una empresa de internet.

La que fuera primera dama de EEUU ha dicho haber mantenido un "diálogo muy positivo" con el ministro de Exteriores chino sobre Google. Con independencia de los temas que trataran y del tono de la conversación, la declaración de Clinton es una muestra de que va en la dirección equivocada. Para empezar, el motor de búsqueda no debe ser el centro de las conversaciones. El enfrentamiento de esta compañía con el régimen comunista (que puede incluso poner en peligro el desarrollo de internet en el gigante asiático) es producto de lo que realmente es importante en este asunto: la falta de libertad de expresión y de cualquier otro derecho fundamental que sufren los internautas chinos. Es de eso, y no de otra cuestión, de lo que debe hablar Clinton con el Gobierno de Pekín.

Además, no resulta creíble que se haya tratado de un diálogo "muy positivo". La conversación, o conversaciones si ha habido más de una, tan sólo merecería esa calificación si hubiera finalizado con una absoluta aceptación de respetar la libertad en internet por parte del régimen chino. Cualquier otra cosa es dejarse marear o querer justificar la propia falta de firmeza ante una tiranía.

Antonio José Chinchetru es autor de Sobre la Red 2.0.

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