Skip to content

El furor por el dato

Publicado en La Información

Compartir

Compartir en facebook
Compartir en linkedin
Compartir en twitter
Compartir en pinterest
Compartir en email

La algoritmización de los procesos de producción va a cambiar (o están cambiando) muchos puestos de trabajo.

El pasado lunes tuve la suerte de acudir a la presentación del libro de Juan Manuel López Zafra y Ricardo A. Queralt, ‘Alquimia’, que ya va por su segunda edición. El evento tuvo lugar en la sede de Value School. El subtítulo del libro indica la clave del asunto: cómo los datos se están transformando en oro. Vivimos en plena emergencia de estudios universitarios, especializaciones, apariciones de gurús, entendidos, ‘influencers’ del dato, de la inteligencia de los negocios. Los datos cantan y nos cuentan lo que necesitamos saber para tomar decisiones más adecuadas para lograr nuestros objetivos.

Los datos nos muestran pautas de comportamiento de consumidores, inversores, futbolistas, conductores, delincuentes, votantes y hasta jueces. Nos dicen, más allá de la imperfecta intuición, qué hacemos. El análisis de esas tendencias comportamentales pueden ayudar a los gestores y managers a ofrecer mejores servicios, bienes más adecuados, permitir que los mayores tengan una mayor autonomía, sacar al terreno de juego a los jugadores que pueden lograr la victoria, evitar que esos jugadores se lesionen, y toda una variedad de mejoras que abarca ámbitos muy diversos.

Para ello, el primer paso es bajarse del pedestal y reconocer que no, que el ojo de buen cubero no vale, que nuestra intuición de toda la vida se equivoca, que tenemos sesgos. El segundo paso es permitir la recogida de datos: sensores, trackers del movimiento, cámaras. Es un tema muy sensible. Porque si se trata de medir el rendimiento muscular de un profesional no pasa nada, pero ¿y si lo que hay que registrar son sentencias de jueces? El Gobierno francés se ha negado a que se aplique la ciencia de los datos a analizar el comportamiento de los jueces y sus sesgos. La información es delicada porque se puede utilizar para muchas cosas y porque puede afectar a la privacidad de los individuos. Por eso López Zafra y Queralt resaltan la importancia de la ética.

El mensaje principal, desde mi punto de vista, es que los datos por sí solos no son conocimiento. Si se trata de datos con la calidad requerida, trazabilidad y linaje, los resultados serán más ajustados, pero con todo y con eso, es el interprete el que le da valor al análisis. Los arquitectos del dato necesitan tener claro qué preguntas son relevantes, qué objetivos, estrategias y tácticas son las que están encima de la mesa. Y solamente son capaces de aportar los resultados de los algoritmos. Las decisiones que se tomen a partir de ahí son el terreno de los gestores, sean financieros, empresarios, o entrenadores. Los autores plantean la necesidad de un ‘data translator’, un intermediario que tenga conocimientos de las dos partes, la fontanería del dato y las necesidades de la empresa, y haga de correa de transmisión entre ambos mundos.

El libro está escrito de manera que didáctica, con muchos ejemplos cercanos, que abarcan empresas y actividades muy diferentes, no siempre económicas.

Yo tengo la suerte de ser su amiga. Hablo de esta transformación con Juanma López Zafra desde hace mucho. Él tiene ya años de experiencia en estos temas y escucharle y aprender es siempre un lujo. Ricardo Queralt no se queda atrás. Ambos son profesores y expertos con años de experiencia. No me resisto a reflexionar sobre uno de los temas que más asustan a los ciudadanos de a pie y que salió el día de la presentación.

El auge del llamado ‘machine learning’, la algoritmización de los procesos de producción, su aplicación a tantos ámbitos van a cambiar (o están cambiando) muchos de los puestos de trabajo tal y como los conocemos. Como se suele decir, las máquinas nos van a sustituir. ¿Y qué va a ser de nosotros? ¿Qué enseñar a nuestros alumnos, o a nuestros hijos, si el mercado laboral al que se van a enfrentar no es imaginable?

Los filósofos, los psicólogos, aquellas personas capaces de entender lo que hay más allá de la superficie de las cosas, van adquiriendo relevancia. La máquina supera al hombre. Y eso quiere decir que si algo nos distingue de ellas es que nosotros somos capaces de tropezar dos veces con la misma piedra, tenemos sesgos que nos impiden tomar decisiones racionales, seguimos siendo imprevisibles de alguna manera. Todos los servicios de cara al público, de atención al cliente, necesitan a otro humano que se haga cargo de la imperfección. Es necesario ser capaces de analizar, de ser reflexivos, sacar el filósofo que todos llevamos dentro. Nuestros alumnos deberían aprender las bases de la toma de decisiones además de programar en Python. Deberían plantearse la diferencia entre las estrategias en su vida y las tácticas que van a adoptar para lograr los objetivos que se hayan propuesto. Deberían ser capaces de mirar a este nuevo mundo con la lente de la ética para elegir qué relación quieren tener con sus conciudadanos, con los dueños de los datos, qué quieren exigir a los políticos en este sentido. Deberían negarse a delegar todo lo que nuestra generación ha delegado: su responsabilidad individual, su capacidad de pensar y decidir.

Al final del libro, los autores lanzan un mensaje de esperanza, pero realista. Una vida más sencilla se ve en nuestro horizonte cercano, gracias a la cultura del dato. Hay dudas, hay problemas, hay riesgos, hay preguntas sin contestar. Pero eso no debe ser un freno sino una luz que nos permita ver el camino que aún queda por recorrer. Y hay que recorrerlo, porque la cultura del dato ha venido para quedarse. Sin duda, una magnífica lectura para estas Navidades.

Más artículos

El día en que faltaban pisos

El tema de la vivienda es, sin duda, el principal problema de la generación más joven de país, podríamos decir de la gente menor de 35 años que no ha accedido al mercado de vivienda en la misma situación que sus padres, y no digamos ya de sus abuelos.