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El retorno del hambre

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Antes que nada conviene aclarar qué es el Euribor, para no cometer errores como los que comete nuestro presidente del Gobierno. Como ya hemos explicado en alguna ocasión, la causa última de la actual crisis económica es esa mala práctica bancaria consistente en endeudarse a corto plazo y prestar a largo.

Veamos un ejemplo: un ciudadano abre un depósito a la vista en el banco y éste lo presta en forma de crédito hipotecario. En teoría, mediante el depósito a la vista el banco comercial garantiza al cliente la total e inmediata disponibilidad de sus fondos. Pero ¿cómo es posible que el banco garantice unos fondos que en última instancia se han utilizado para comprar una vivienda? Aquí entra (torpemente) en juego lo que se llama gestión de tesorería: el banco cree que no todos sus clientes acudirán en tropel a retirar sus fondos, así que bastará con poder atender a quienes sí lo hagan. Para ello, guarda en caja un pequeño porcentaje (alrededor del 2%) de los fondos que sus clientes le han confiado (coeficiente de caja). Con este diminuto saldo, los bancos confían en poder atender a sus clientes.

Ahora bien, en ocasiones habrá bancos que tendrán más reservas de las que necesiten y bancos con poco dinero en la caja. Para corregir estos desajustes surgen los mercados interbancarios, donde los bancos se prestan dinero entre sí. El tipo de interés medio de los préstamos en euros entre los bancos europeos es el Euribor.

Cuando el BCE modifica sus tipos de intervención (actualmente en el 4%), lo que trata de hacer es influir en el Euribor. Y es que si los bancos pueden pedir prestado más cantidad de dinero y a un mejor precio del BCE, es previsible que también se presten más dinero y a un mejor precio entre sí. Normalmente, esto es lo que sucede. Cuando no se espera que el BCE suba o baje tipos (como ahora), los bancos comerciales se prestan dinero entre sí a un tipo de interés (Euribor) ligeramente superior al tipo de intervención del BCE.

Sin embargo, a partir del mes de agosto se ha producido un fenómeno extraño para algunos. El Euribor se ha distanciado mucho del tipo de intervención del BCE. Por ejemplo, en mayo de 2004, momento en que los tipos del BCE estaban estabilizados en el 2%, el Euribor a 12 meses alcanzó el 2,3% (un 14% por encima del 2%). Hoy, con los tipos estabilizados en el 4%, el Euribor a 12 meses se sitúa en el 5% (un 25% por encima del 4%) y creciendo.

La explicación más común a este fenómeno es que las altas tasas de inflación eliminan cualquier margen del BCE para que reduzca sus tipos de intervención y, por tanto, los bancos comerciales se tienen que prestar a tipos altos. Sin embargo, esto no explica por qué se está produciendo una ampliación entre el Euribor y el tipo de intervención del BCE. Ampliación que, por cierto, no se circunscribe al ámbito europeo. En EEUU, el Libor (el equivalente a nuestro Euribor) a 12 meses se sitúa en alrededor del 3%, frente a los tipos de intervención de la Reserva Federal, en el 2% (un 50% más), y en Inglaterra en el 6%, frente a unos tipos de intervención del 5% (un 20% más).

¿Por qué los bancos no se prestan dinero entre sí, cuando se pueden endeudar en sus bancos centrales a tipos más reducidos? La respuesta es doble: por un lado, la mayoría está haciendo acopio de liquidez para afrontar las contingencias futuras (como el previsible aumento de la morosidad de sus préstamos); por otro, no se fían unos de otros. Existe la posibilidad de que, si un banco presta dinero a otro, no llegue a recuperarlo (debido a los activos basura que poseen); de ahí que el Euribor y el Libor recojan una gran prima de riesgo con respecto a los tipos de intervención.

Si el Euribor sigue subiendo, la carga financiera que soportarán las familias españolas aumentará, lo que, junto con el creciente desempleo, disparará la morosidad y pondrá en graves dificultades a las entidades bancarias. Es la temida dinámica del credit crunch o de la contracción crediticia, que tantos quieren evitar.

La cuestión es qué puede hacerse para detenerla. Los intervencionistas monetarios están clamando por que el BCE reduzca los tipos de interés y, así, el Euribor baje. El problema es que una reducción drástica de los tipos de intervención provocará una fuerte depreciación del euro frente al dólar y al resto de materias primas. Dicho de otra manera, el petróleo y los alimentos subirán mucho más de precio. Y es que si en un año el precio en dólares del petróleo ha aumentado casi un 100%, en euros sólo lo ha hecho un 60%. Si el euro se deprecia (y una política monetaria expansiva del BCE es una garantía de depreciación), los costes de las empresas y los precios de los bienes de consumo se dispararán.

¿Resultado? Las empresas reducirán sus márgenes de beneficio, lo que hara subir aún más el paro, y las familias verán disminuir su renta disponible como consecuencia del desempleo y del encarecimiento de los productos básicos. Al final, lo que se ahorrarán en cuota de hipotecas lo perderán, corregido y aumentado, por otro lado.

Y es que, como decía el mejor economista del siglo XX, Ludwig von Mises, "no hay manera de evitar el colapso de un boom artificial generado por la expansión crediticia". "La única alternativa es si la crisis debe presentarse más pronto (como resultado del abandono voluntario de la expansión crediticia) o más tarde (como resultado del derrumbe total del sistema monetario)".

Sería bueno que los intervencionistas dejaran la política monetaria en paz y se centraran en atacar la auténtica causa del problema: la insuficiencia de ahorros para respaldar el enorme monto de deuda vivo y la existencia de una organización monetaria corrupta de principio a fin. Para lo primero el camino es muy claro: reducir el peso del Estado y mejorar la tributación del ahorro (plusvalías, reinversión empresarial…); para lo segundo, la solución se conoce de sobra, pero los estatistas fanáticos se niegan a reconocerla: regresar al patrón oro.

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