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Empresas zombi: un mar de quiebras en medio de océanos de liquidez

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«Take a load off Fanny, and you put the load right on me». Robbie Robertson.

Muchos lectores me preguntan cómo puede estar aumentando de manera vertiginosa el número de empresas en quiebras o zombis -que no pueden pagar los intereses de la deuda con beneficios operativos- si los tipos son bajos y los bancos centrales inyectan océanos de liquidez.

1. Un problema de solvencia no se soluciona con liquidez. Los tipos bajos y la alta liquidez no hacen a las empresas competitivas o rentables ni a los gobiernos solventes, solo disfrazan el problema a corto plazo, en una bola que se aumenta cada vez que se lanzan nuevos mal llamados estímulos.

El Bank of International Settlements identifica la bajada de tipos y los enormes estímulos monetarios como una de las causas principales por las que las empresas zombis se han multiplicado en los últimos 10 años, y eso que solo analiza las grandes cotizadas. En la Unión Europea, esos zombis ya alcanzan el 9% de las empresas cotizadas

2. Disfrazar a corto plazo los problemas estructurales de los gobiernos no los elimina. Japón lleva años con tipos reales negativos y masivas inyecciones de liquidez y, a pesar de los bajos tipos de interés sobre la deuda, ésta se ha disparado a más del 200% del PIB y el país nipón se gasta un 22% de su presupuesto en pagos de intereses. Japón no ha tenido un presupuesto equilibrado sostenible desde 1990.

3. Los enormes planes de estímulo monetarios y fiscales benefician a estados quebrados y grandes corporaciones con acceso a activos mobiliarios y crédito, pero no evitan la desaparición de miles de pequeñas empresas.

Ningún estímulo monetario ni fiscal compensa la evidencia de una caída del 30% en las ventas mientras los costes fijos e impuestos suben. Por eso el mal llamado ‘helicóptero monetario’ siempre fracasa. Se perpetúan los desequilibrios, pero no se hace la economía más competitiva ni el consumo más sostenido.

Las cifras mareantes de centenares de miles de millones de euros de planes de estímulo siempre terminan, además, gastadas en proyectos innecesarios o sin rentabilidad económica real ante la urgencia de gastar mucho y pronto para «estimular la demanda», dejando un reguero de deuda y más exceso de capacidad

Es importante recordar esto porque el exceso de optimismo que se genera con los planes de estímulo siempre lleva a decepciones posteriores. No tenemos que olvidar el fracaso del Plan de Empleo y Crecimiento de 2009 de la Unión Europea y el Plan Juncker.

Ambos movilizaron centenares de miles de millones y el crecimiento no mejoró. Recuerden que, con el Plan Juncker a todo gas, las estimaciones de crecimiento de la eurozona no pararon de bajar y tras el plan de empleo y crecimiento de 2009 entramos en una crisis más prolongada.

El gran problema es que los enormes planes de estímulo buscan generar una solución rápida y cubrir con gasto público problemas que son mucho más complejos y que afectan a centenares de miles de pequeñas empresas.

Al poner tanta obsesión en «sostener el PIB» a cualquier coste, se olvida la calidad y fortaleza de este. Así, no es una sorpresa que el aumento de la productividad y los salarios reales en época de crecimiento sea tan pobre y la caída en recesión tan profunda. 

Nos olvidamos, al analizar la crisis en la que nos encontramos, del nivel de fragilidad del tejido empresarial y el nivel de pobre solvencia real de Estados y empresas. Y cuanto mayores son las políticas de demanda, menor es su impacto real y mayor la montaña de deuda que dejan detrás.

No va a ser diferente con la decisión de la Reserva Federal de aumentar su «objetivo de inflación». No solo ignora que la inflación para las capas más bajas es muy superior a la media oficial del IPC, sino que ignora el efecto negativo de inflar constantemente los activos de riesgo.

Inflación existe, y mucha, y por eso los ciudadanos se encuentran cada vez con mayores dificultades para recuperarse en periodos de crecimiento. Los salarios reales no aumentan como se espera porque la productividad no mejora y sigue concentrándose la política fiscal y monetaria en beneficiar desproporcionadamente al más ineficiente y endeudado.

Se crea una peligrosa y constante transferencia de renta de los sectores productivos a los menos productivos o improductivos.

No debería sorprendernos que Angela Merkel haya alertado de que la crisis va a ser más prolongada y complicada de lo esperado (viernes 18 de agosto) mientras se dispara la bolsa y los bonos.

Esa es una señal de la divergencia entre la realidad económica y el efecto de la represión financiera. Los bancos centrales hacen los activos supuestamente de menor riesgo -los bonos soberanos- muy caros artificialmente y con ello empujan al resto de los activos de riesgo que aparecen ópticamente baratos.

A medio plazo, la actividad de los bancos centrales buscando solo disfrazar los riesgos de estados al borde de la quiebra lleva a estancamiento y más deuda. Como intentarán rascar más impuestos de los sectores más productivos que sobrevivan, el efecto será menores salarios reales a medio plazo y menor inversión productiva. Si te regalan dinero por hacerlo mal y si te va realmente mal, te dan más dinero y más barato, ¿para qué hacerlo bien?

La única manera en la que saldremos de esta crisis fortalecidos es haciendo lo contrario, pero pocos gobiernos lo van a implementar. Es mucho más importante apoyar en esta crisis a los sectores de alta productividad que rescatar zombis porque son muy grandes buscando garantizar un empleo que ni se garantiza ni se fortalece a largo plazo.

Es mucho más importante priorizar y gestionar gasto público de manera seria en este momento para evitar que el destrozo posterior sea menor. Tenemos un enorme riesgo de que esta cadena de estímulos vuelva a generar una economía más endeudada, improductiva y, lo que es peor, que a medio plazo sea mucho más frágil.

Ahora es cuando deberían hacerse reformas estructurales, reducción de gasto superfluo, priorización en inversión con rentabilidad económica real, apoyar y fortalecer a los sectores más productivos, atracción de inversión, atracción de empleo eliminando los costes excesivos y reducción de cargas burocráticas para salir en V, no en L coja.

Nos dicen que en momentos de crisis hay que olvidar la deuda, olvidar la lógica y gastar. Es una trampa. Luego dicen que hay recortes. Ahora lo que hay que hacer es aprovechar para fortalecerse y hacer las reformas que se negaron a hacer en crecimiento.

Una crisis de solvencia no se solventa con liquidez y, como nos pasó en 2009, el optimismo con enormes manguerazos de dinero se convierte, como ocurrió en 2011, en la evidencia de que dos más dos no suman veintidós y que habrá que hacer importantes reformas estructurales.

Ahora es cuando deberíamos hacerlas, de manera seria, para salir rápido y de manera más productiva de la crisis. Hay dos maneras de salir de la crisis, más fuertes y ágiles o más obesos y torpes. Me temo que elegirán la segunda.

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