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Évole contra la PYME y los trabajadores

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El programa de Évole no sólo fue perjudicial para Mercadona, o anteriormente Inditex, sino también para las Pymes y sus trabajadores.

El último programa de Jordi Évole, que tanta polvareda ha levantado, se centró en las condiciones laborales y de los proveedores de Mercadona, en un nuevo intento de demostrar que el enriquecimiento de Roig y la empresa se ha debido a cómo explota a aquellos. Sin embargo, no es sólo un intento de analizar a Mercadona y desacreditarla, sino que daña la cultura empresarial de nuestro tejido productivo, especialmente las Pymes, y a sus propios trabajadores.

Crear marca como empleador

Se piensa que la estrategia comercial o el marketing de una empresa es únicamente hacia los clientes cuando hay otro mercado igualmente importante para una empresa: los empleados. De hecho, el Employer Branding o ‘Marca como empleador’ es una estrategia que trata de incrementar la reputación de una organización empresarial como empleador.

Cada empresa aplica este tipo de política laboral de una manera. Mercadona, obviamente, no diseña de manera futurista el espacio de trabajo de sus empleados, no incluye salas de esparcimiento (sofás, videoconsolas, etc) para fomentar su creatividad y rebajar el estrés, como lo hace Google o Apple, pero, por ejemplo, sí ofrece estabilidad: todos los contratos que tiene son indefinidos, un sueldo que a los cuatro años alcanza los 1.728 euros, que con el reparto del 25% de los beneficios antes de impuestos que reparte la empresa entre sus trabajadores (3.750 euros adicionales más por trabajador) supera los 2.000 euros mensuales, además de la conciliación vida laboral y familiar (20% se acogen a jornadas reducidas)… etc.

El sentido económico de ofrecer buenas condiciones a los trabajadores

Con todo, ¿no será Juan Roig una excepción, un anómalo empresario, magnánimo y altruista que trata bien a sus empleados? ¿O no será esta otro tipo de propaganda que usan las empresas para embaucar a sus clientes? No. No hace falta recurrir ni a uno ni al otro argumento. En realidad, es una estrategia que tiene todo el sentido económico, y por eso se extenderá. Y las empresas que no adopten tales prácticas, serán más ineficientes y muchas terminarán por ser expulsadas del mercado. Un proceso que será más rápido cuanto menos lo entorpezcan los políticos e intelectuales del establishment.

Al fin y al cabo, el objetivo de estas estrategias es fidelizar el capital humano, ofrecerles valor (no sólo al cliente). Algo que ha ido ganando importancia en la evolución del capitalismo y que, en parte, responde a la propia evolución de la economía: entornos más cambiantes que requieren respuestas rápidas y creativas de todas las partes integrantes de la empresa. Algo que también se refuerza por la irrupción de los nuevos trabajadores que llegan al mercado laboral, los llamados millenials, jóvenes, más exigente con el empleador (dan más importancia al sueldo y a que el trabajo les guste) pero que al mismo tiempo también son más emprendedores y creativos.

Todo ello ha propiciado que desde hace unas décadas la gestión empresarial más avanzada esté desarrollando una estrategia que apueste por incluir y tener en cuenta a sus empleados, para mejorar su imagen, ser más creativos y tener mejor información. Una empresa que fideliza a los empleados normalmente tiene un sistema de información bidireccional. Les hace partícipe de las decisiones (no todas, obviamente). En el fondo, se trata de mejorar los problemas de información que tiene toda organización de planificación centralizada. La empresa, la dirección o empresario puede tomar mejores decisiones puesto que amplía el conocimiento del mercado que disponen los empleados, un conocimiento más práctico y actualizado. El típico empresario o directivo como única fuente y único tomador de decisiones, que normalmente no está a pie de calle, que no conoce el mercado, puede estar desactualizado, puede no tener una mentalidad práctica y asumir decisiones en el despacho, de difícil o perjudicial aplicación. Una situación en la que, desgraciadamente, se encuentran muchas Pymes españolas.

Los beneficios de mejorar las condiciones laborales a los trabajadores por parte de una empresa no terminan ahí. Cuando se les da la opción de ser más partícipes pueden detectar ellos mismos los errores en la organización, y corregirlos mucho antes que si sólo fuera el directivo o empresario el que tuviera que tomar la decisión, pues tendría que pasar por muchas voces hasta que llega a él. Mientras que si es el empleado, y si este es profesional, se evita un posible daño en la imagen de marca. Especialmente para las que tienen contacto directo con el público. El empleado es el que representa la imagen de la empresa. No es lo mismo ver a trabajadores activos, contentos (o al menos no cabreados) etc., que lo contrario. De ahí que sea tan importante en empresas como Mercadona, por ejemplo.

Y es obvio que en términos de rendimiento, al empresario también le conviene ofrecer buenos trabajos: un empleado motivado tiene más rendimiento que uno desmotivado, que no aportará ideas, querrá irse a casa, sin implicarse en solucionar problemas, estancando y paralizando la empresa.

Es esa falta de ideas y creatividad el cáncer de las empresas. Si no se considera al trabajador de manera activa en la organización, se pierde a uno de los profesionales que más conoce el sector en el que se opera. Y precisamente, fidelizando y motivando al empleado se crean trabajadores profesionales. Con trabajadores de calidad, la propia empresa se convierte en una empresa de calidad. Esa cantinela tan manoseada por los políticos, principalmente en época electoral (luego nos suben los impuestos).

Las Pymes y el perjuicio de los «évoles»

Esto choca con la visión tradicional del directivo o empresario que tenemos. El  empresario o directivo no es el encargado de conocer el mercado al 100%, sino de sacar el máximo partido a los profesionales con los que colabora: financieros, asesores, trabajadores, empleados a pie de calle, proveedores, etc. Es con esa información y creatividad de todos estos profesionales, cuando puede tomar buenas decisiones.

Desgraciadamente, no es esta la visión más extendida en nuestro tejido empresarial, especialmente entre las Pymes, las empresas que ya tienen varios empleados a su cargo. De hecho, es un cambio de cultura económica obligado y que deberán acometer para ganar competitividad, sobre todo con los nuevos tiempos que corren y una economía en rápida transformación. Ese es el tan manido cambio de modelo productivo. Eso que nuestros Gobiernos se empeñan en torpedear cargándonos de impuestos (todos los partidos, capitaneados por el PP) -por cierto, ya se echa de menos cuando no había Gobierno-. Y de ahí que creadores de opinión, tan buenos técnicamente como Évole, que se basan en una ideología de trinchera, marxista, de lucha de clases empleador/empleado, que tan bien quedaría entre los ridículos discursos pronunciados en el funeral de Fidel Castro, minen y destruyan la cultura empresarial necesaria para mejorar las condiciones de vida de la población, y modernizar la gestión de nuestras empresas. Por tanto, el programa de Évole no sólo fue perjudicial para Mercadona, o anteriormente Inditex, sino también para las Pymes y sus trabajadores.

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