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Francia y Alemania, matrimonio con reparos

Publicado en Economia Digital

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Alemania y Francia están condenados a entenderse para sostener a la Unión Europea.

El viaje a Alemania por parte del presidente electo de Francia, Emmanuel Macron, la semana pasada ha sido la guinda que ha coronado el pastel europeísta. El alivio que ha supuesto para quienes apuestan por el futuro de la Unión Europea que ganara Macron frente a Le Pen, la candidata arisca hacia Europa, se plasmó en muchos titulares de periódicos de todos los países, especialmente de los alemanes.

Porque, si históricamente Alemania y Francia se han mirado con cierta hostilidad, a día de hoy, sin el Reino Unido, la Unión Europea se sostiene sobre ambos países. De manera que, si quieren mantener esta institución sin que se desmorone, están condenados a entenderse. De ahí que Macron haya sido recibido con sonrisas y alabanzas por la prensa y los políticos alemanes.

Además de la canciller Angela Merkel, su rival del SPD, Martiz Schulz, declaraba al Frankfurter Allgemeine Zeitung que, tras varios fracasos, tenía pensado seguir la misma estrategia electoral que Macron y agarrarse al proyecto europeo como plato fuerte de su campaña.

Sin embargo, hay un punto de discrepancia que no es cualquier cosa, se trata de un tema económico muy importante: la socialización de la deuda. Para Alemania no se trata de una cuestión de voluntad política. La constitución de la nación protege la soberanía presupuestaria de Alemania. Eso quiere decir que no puede haber un presupuesto común europeo, y por tanto, no puede haber bonos europeos, no se puede socializar la deuda de los países miembros.

Y es un enorme problema. Porque la tendencia de los líderes europeos frente al inesperado “brexit” ha sido reforzar los lazos de unión, primero frente al Reino Unido, y también para evitar que cunda el ejemplo y que se planteen más salidas de países desanimados. De hecho, la opción de Marine Le Pen, de crear un pool de países independientes pero abiertos a diferentes convenios comerciales previa desconexión del barco de la UE, tiene más cabida real que el proyecto de Macron.

Macron ha ganado las elecciones utilizando el comodín europeo, pero su solución para la nueva Unión que es necesario recomponer, pasa por una Europa a dos velocidades y con dos parlamentos: el de los 28 y el de la Eurozona. Esta separación implica que los países que no cualifican para formar parte de la zona euro, como Polonia, Croacia, República Checa, Rumanía, Suecia o Hungría quedarían descolgados, y los 19 países de la eurozona que además pertenecen a la UE, estarían en el “ala noble” y pudiente del club. Así, al menos, lo ve Tusk, el presidente polaco que no está nada convencido con la idea de Macron.

Las sonrisas berlinesas y las miradas cómplices entre Macron y Merkel se encuentran con varios problemas, hay que aclarar el qué y el cómo para evitar el muro de la constitución alemana; hay que considerar la evolución del “brexit” y cómo va a afectar a la situación de los demás países de la Unión. Por ejemplo, si los trabajadores polacos que llevan menos de cuatro años trabajando en el Reino Unido han de regresar, la economía polaca ha de readaptarse y eso es costoso.

Las cuentas de la Unión Europea van regular y la sangría del rescate griego no cesa, los objetivos de convergencia han perdido su sentido auténtico, porque a medida que han ingresado países menos exitosos, se ha bajado el nivel económico medio y se trata de compararse con los ricos, no con los mediocres. ¿Cómo evitar que esto afecte a los veteranos como Alemania y Francia?

La competencia de emergentes como China o las políticas proteccionistas de Trump, que acaba de leerle la cartilla a los países de la OTAN, exigiendo que los morosos paguen y que se suba la cuota para todos, también han de tenerse en cuenta porque sin duda constituyen y van a constituir un reto para el enlace matrimonial entre estos dos países, si se quiere preservar la Unión Europea.

Finalmente, hay dos sombras más en el paisaje. Por un lado, las inminentes elecciones francesas, a las que Macron ha de presentarte respaldado sólidamente por unos acuerdos europeos que sean más que papel mojado. Y, por otro lado, sigue revoloteando sobre nuestras cabezas la vieja idea de una unión política estricta (bancaria, fiscal, jurídica y militar) para Europa como objetivo final, al que hay que caminar rapidito para afianzar posiciones. No es la idea dominante pero el miedo al fracaso europeo la refuerza cada día más. Justo el otro lado del recorrido del péndulo de los anti-europeos.

La unión Macron-Merkel representa la vía de la moderación, una vía que no está clara, ni es necesariamente la mejor, aunque sí la que proporciona la falsa sensación de que no pasa nada. Un más de lo mismo en toda regla.

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