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La cumbre de los fascistas

Publicado en Libertad Digital

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Siendo [el fascismo] antindividualista, el proyecto fascista se expresa a través del Estado; y se articula a través del individuo en cuanto éste coincide con el Estado… Está en contra del liberalismo clásico. El liberalismo negaba al Estado en interés del individuo; el fascismo lo reafirma.

La doctrina del fascismo, 1932
Mussolini, Benito

Uno de los pilares de cualquier totalitarismo es que "el total es más que la suma de sus partes". Anula el individualismo y por tanto la libertad de decidir, escoger, emprender, innovar y actuar. El representante del conjunto –de la sociedad o del bien común– es quien decide, escoge, emprende e impone las innovaciones, delegándolas a sus grupos de confianza, y obliga al ciudadano a actuar en esa línea. Si estas agencias que ejecutan el gran plan (ya quiera llamarse Quinquenal, New Deal, Refundación del Capitalismo…) pertenecen a un partido político que prohíbe la propiedad privada, tal sistema económico se denomina comunismo. Si lo delega parcialmente a grupos políticos y empresas privadas, se le llama fascismo.

La última cumbre del G-20 ha sido la muestra del ascendente fascismo económico o capitalismo de Estado. La gran consigna ha sido: más poder y dinero para los lobbies pro-gubernamentales –como el FMI que ha recibido un billón de dólares– y para los políticos. Además, apoyo incondicional y mayor regulación para las empresas del sector financiero y una incrementada presión sobre los paraísos fiscales.

Que se pida más dinero para bancos y aseguradoras y a la vez mayor regulación sobre ellos no equivale a dar una de cal y otra de arena, sino que se traduce en fortalecer al sector con el fin de apuntalar este tipo de monopolio. ¿Por qué cree que Francisco González, presidente del BBVA, pidió más regulación sobre los bancos? ¿Por qué piensa también que lo ha pedido toda la banca en bloque? ¿Por qué cree que la bolsa se disparó ante las conclusiones del G-20?

Timothy Geithner, secretario del Tesoro americano, ha basado su famoso plan (Public-Private Investment Program) en una especie de joint venture entre Estado y las empresas privadas. Obama va a poner en funcionamiento un gran proyecto para alimentar a las compañías ecológicas, pese a lo deficitarias que serían en una situación de libre mercado. Medio mundo le va seguir. El proyecto belicista de Obama para consolidar la ocupación de Afganistán no es humanitaria ni tiene nada que ver con la seguridad nacional, sólo responde a los intereses de los grupos de presión.

La unión entre empresas y Estado siempre se le ha justificado al ciudadano apelando a un valor fuera del mercado, esto es, a razones morales y a un supuesto bienestar de la comunidad que sólo el líder es capaz de ver y orquestar. Se ha de drenar dinero del pagador de impuestos para reflotar los monopolios financieros. ¿Es que no quiere salir de la crisis? Si está en contra de tal proyecto está en contra de la humanidad. ¿Es que no quiere salvar el planeta? Si considera un robo que empresas ecológicas vivan de sus impuestos en lugar de su libre decisión de comprar sus productos o invertir en ellas, es que es un inconsciente. Los lavados de cerebro gubernamentales, también conocidos como "campañas de concienciación", le harán ver lo necesarios que son, aunque ello signifique deteriorar la economía real.

El Estado del Bienestar es una oligarquía donde el individuo, el hombre libre –usted– es sólo un engranaje más en las decisiones de unos burócratas para alimentar y enriquecer a una élite de políticos y empresas. La razón por la que no se puede negar a ello es, por una parte, que le venden el mejor producto de todos: su bienestar absoluto. Es el Paraíso Terrenal que, no obstante, nunca llega y cada vez se aleja más de nuestras vidas. El segundo argumento, más contundente, es que si se desvía del gran proyecto de la oligarquía política omitiendo sus mandatos, sus prohibiciones económicas o sociales, se convertirá automáticamente en un enemigo público y será perseguido por el bien común que representa el Estado. La cumbre del G-20 ha demostrado que el individuo es un instrumento del Estado y no al revés. Nos han convertido en sus esclavos por nuestro propio bien.

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